La reina malvada

Prólogo

Octubre

800 años atrás.

—Darleen.

—¿Sí?

—¿Estás demasiado segura? ¿De verdad esto es lo que quieres?

Darleen miró al hombre sentado frente a ella y sonrió. El destello dorado se hacía presente en su mirada cada vez que contemplaba su rostro. Alzó una de sus manos y le acarició la mejilla con afecto.

—Es a ti a quien quiero sobre todas las cosas.

—Pero ellos… Nosotros… Nuestros reinos…

Acalló sus palabras colocando uno de sus dedos sobre sus labios. Enredó su mano con la de él atrayendo hacía ella. Él apoyo su frente a la de ella cerrando un momento sus ojos. Darleen suspiró con los pensamientos perdidos y comenzó a acariciarle el dorso de su mano en pequeños círculos hasta que comenzó a dibujar formas de corazones que ardían en ambos.

—No deberías de preocuparte por ellos —le susurró.

—Pronto todo el mundo lo sabrá —dijo él. Abrió sus ojos para mirarla—. Mi alma siempre ha estado condenada, pero no podría soportar que tu alma también fuera condenada como la mía.

—El único peligro que ocurre con mi alma es que tenga que romperse en miles de pedazos si intentas apuñalarme por la espalda como todos buscan hacerlo. ¿Acaso es que ya no te importo?

—Desde el principio hasta el final soy completamente tuyo.

Darleen sonrió y la planto un beso inocente en sus labios.

Él se puso de pie y la contemplo por un largo instante. El miedo aterra sus miembros.

Si la perdiera…

Si algo malo le ocurriera…

Nadie sería capaz de estar a salvo de su ira.

—Iré a prepararlo todo. Esta noche te convertirás en la portadora de mi poder.

Darleen no fue capaz de apartar sus ojos de él hasta que cruzó la puerta y estas se cerraron detrás de él. Se tomó un largo instante pare reunir todo el valor que se necesitada. Se levanto y se giró.

—¿Acaso nunca te han dicho que espiar es de mala educación, Bain?

Desde el rincón más oscuro dentro de la habitación surgió un hombre. Es alto y algo delgado, hermoso y su piel destellaba con un leve halo que lo hacía parecer traslúcida y brillante.

—Me tenía que asegurar con mis propios ojos para poderlo cree. ¿En verdad tú y él…? ¿Por qué él?

—Aún no soy capaz de encontrar las palabras exactas para expresar lo que me hace sentir.

—Tu corazón no puede albergar ningún tipo de sentimiento. No fuiste creada para eso y lo sabes muy bien que lo que sientes por él no es realidad ni, aunque así lo quieras creer.

—Tienes razón, fuimos creados para matar.

—En realidad, tú fuiste creada para gobernar y no para amar.

—¿Y entonces por qué soy capaz de amar con mi forma mundana? —le pregunta Darleen con vehemencia.

Bain la mira en silencio, mientras el halo que lo rodeaba cambiaba de color y se iba oscureciendo.

—Te irás con él y yo tendré que ocupar tú lugar y a ninguno de los dos nos conviene eso. No puedo acabar con él, pero sabes que cada mes la luna llena sale y eres capaz de matarlo con facilidad así que piensa muy bien lo que quieres hacer, hermanita.

—Tienes razón yo tengo el poder de hacer eso y más, pero no tengo motivos para hacerlo. Él ha abandonado la guerra durante más de veinte siglos y yo apenas comienzo a tomarle cariño.

—Terminaran matándose, esa es su verdadera naturaleza.

—El odio que albergaba entre los demonios y los vampiros termina está noche.

Bain sonríe ignorando las palabras de su hermana mayor y entendió uno de sus brazos hacía ella.

—Vamos.

—Puedes irte olvidado de Alexia, porque no te dejare tocarla.

Bain entre cerro los ojos dando un paso más hacia ella con una sonrisa de tristeza dibujada en sus labios llevarle la contra a Darleen sería terminar sin vida.

—No lo haré —repite Darleen—. Sé que aun no logras entenderlo. Piensas que he dejado a un lado mis aficiones por sucumbirme a las mismas pasiones que condenan a los seres vivos, pero te puedo asegura que todo sigue de acuerdo al plan. No busques nada sucio ni indigno, por qué no lo encontraras ya me encargue de limpiar todo. Entre nuestros muros solo hay muerte y ambo sabemos lo poderosa que es la muerte cuando se hace presente.

La sorpresa de Bain comenzó a diluirse y la preocupación comenzó a ocupar su lugar. Apretó sus parpados un segundo. Cuando los abrió de nuevo dentro de sus ojos solo podía ver el reflejo de la oscuridad dentro de la mirada de su hermana.

—Si aceptas, ya no podrás ser la misma.

—Lo sé —le respondió ella con una media sonrisa.

—Obtendrás un poder sobrenatural.

—Está es mi decisión.

—Lo perderás a él también. —Ella le sostuvo la mirada y negó con un gesto tan leve que casi no se tuvo que mover—. Entiendo si él no pudo convencerte entonces yo tampoco tengo porque hacerlo si es tu última palabra.

—Entendiste demasiado bien cual es tu rol en esta situación.

Darleen concentro su mirada en la parte de atrás de Bain, un segundo estaba todo completamente lleno de silencio y al otro se quedo inmóvil. Solo fue un segundo, pero ella lo notó.

Dio un paso hacía él y lo miró con los ojos muy abiertos. Un sentimiento de desprecio comenzó a emerger desde el interior de corazón.

—Eso debe de ser imposible —susurró.

Ella salió de entre las sombras abrazando por la espalda a Bain.

—Lo es.

—¿Cómo?

—Solo fue un milagro.

—Eso es una aberración —su voz restalló como un látigo y su rostro de Darleen se transformó en una mueca de desprecio—. Desde este momento hasta que tu aberración desaparezca quedan desterrados del castillo. Ambos serán expulsados bajo la declaración de traición, sin importa nada, ella debe de mantenerse al margen ante Aubery.

Los ojos de Bain y Selene se comenzaron a llegar de lágrimas. Las notaron caer por sus mejillas como si fueran pequeñas gotas de lava ardiendo sobre su piel. No se movieron cuando la sintieron acercarse peligrosamente ante ellos. Ni cuando una de sus manos le rozo la mejilla con un fuerte y aterrador golpe que le hizo girar su rostro con violencia.




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