La reina malvada

Capítulo 3

Londres...

—¿Está todo bien? Estás muy callada.

Ariadna dio un pequeño respingo sobre el asiento y aparto su mirada de la ventanilla. Estaba tan ensimismada dentro de sus pensamientos que la vos de William la había sobresaltado.

—¿Qué?

—No estoy acostumbrado a verte tan callada. ¿Qué es lo que te preocupa?

—No me preocupa nada.

—Puedo escuchar tú corazón. Late demasiado rápido.

Ella intento formar una mueca con sus labios y se cruzo de brazos como si estuviera disgustaba.

—Quizás el susto que me acabas de dar tenga algo que ver.

William sonrío. Alargó una de sus manos y moto la de ella. Se la llevó directamente a sus labios depositando un beso con lentitud en el interior de su brazo.

—Puedes contármelo.

Durante un largo instante, Ariadna se quedó embelesada mirando su rostro mientras él trazaba pequeños círculos sobre la piel de su muñeca. Desde que habían salido de Forks hacía al aeropuerto, su mente se había comenzado a llenar de dudas. No dejaba de pensar en si encajaría en el mundo al que pertenece William. Si la aceptaría o solo sería un potencial aperitivo. Esa posibilidad la aterraba, pese a la ciega confianza que estaba depositando en él.

—No es nada, te lo prometo. Solo es que me siento un poco extraña con todo lo que ha pasado. Nosotros, el viaje, Darleen, tu familia… Un mundo en el que ser vampiro es de lo más normal. ¡Impresiona bastante!

—Quiero suponer que es algo demasiado lógico que te sientas así. —Frunció el ceño y aminoró la velocidad—. Es posible que me haya precipitado con todo esto, Ariadne. Quizás debamos de esperar un poco más para dar este paso.

Ariadne rechazó esa posibilidad con un gesto.

—¡No! De verdad estoy bien. Quiero conocer tu hogar y conocer a tus padres. Y… hablando de tus padres, ¿cómo son? Quiero decir… —exhaló con mucha fuerza— ¿son normales?

William apretó sus labios para sofocar una gran carcajada, que termino convirtiéndose en un pequeño ruido estrangulado.

—Normales, lo que se dicen normales, no, claro que no.

No lo evito más y rompió a reírse y Ariadne lo fulmino con la mirada.

—Eres muy gracioso.

William ladeó un poco su cabeza para mirarla. Le costó un mundo no detener el coche y capturar sus labios en el mohín que dibuja su boca enfurecida.

—Ari, tu concepto de lo que es normal, creo que dista mucho del mío.

—Lo sé, es que empiezo a ponerme nerviosa. ¿Y si no les caigo bien? ¿Y si no aprueban que estés conmigo? ¿Y si solo me ven como un sorbete?

De repente, él detuvo el todoterreno y se giró sobre su asiento. Acercó su rostro al de ella. Le apartó un pequeño mechón de su rostro y deslizó su pulgar por una de sus mejillas hasta alcanzar el centro de sus labios.

—¿De verdad te has dicho un sorbete? —Allí asintió y su respiración se aceleró. Él sonrió demasiado divertido—. De acuerdo… primero lo primero, estoy completamente seguro de que mis padres te adorarán en cuanto te conozcan. En segundo lugar, no es necesario la aprobación de nadie para que yo pueda estar contigo. Y si alguien te mira como si fueras un sorbete, se las verá conmigo.

Una sonrisa se extendió por todo el rostro de Ariadne. Se inclinó y posó sus labios sobre los d él. Fue un beso breve y tímido. Lo miró directamente a los ojos.

—Muchas gracias.

El breve recuerdo de los ojos grises azulados de Darleen regresaron en el momento en que él le rodeó la nuca con una de sus manos y la atrajo buscando sus labios. Enredó sus dedos entre su melena y profundizó el beso con decisión, acaricio y exploro cada recoveco. Su saber no es agrio al contrario es dulce, adictivo, pero no venenoso, pero lo es capaz de devorarlo con avidez ya que ella no es quien lo puede saciar.

Se separaron con resistencia y William volvió a poner el motor en marcha. Con más tranquilidad, Ariadne se acomodó de forma perezosa sobre el asiento.

—Es una gran pena que no vayamos a Londres, me apetecía mucho conocer la cuidad.

—Iremos si lo deseas. Haremos todo lo que tú quieras.

—¿Y a qué se debió el cambio de planes?

—Lo cierto es que la residencia de Londres es algo demasiado oscura. —Hizo una pausa y puso algo de música del reproductor no se había percatado de que era la música que solía escuchar con Darleen cuando salina a pasear—. Mi verdadero hogar fue destruido hacer mucho tiempo por lo cual el hogar de mi madre se encuentra en las afueras de Shrewsbury. Es una casa de campo rodeada de bosque, donde el vecino más cercano se encuentra a kilómetros de distancia.

—Suena a un lugar aislado y tranquilo.

William apartó la vista de la carretera para mirar por la ventana.

—Somos vampiros. Vivir lejos de los ojos curiosos de la mundanidad no es una elección. Más bien es una necesidad vital mantenernos alejados.

—¿Nunca han sospechado de ustedes?

Él se encogió de hombros. Las leyes existen desde antes de que él naciera.

—Siempre solemos ser demasiado cuidados y hemos alimentado una imagen de excentricismo y poco loco que ayuda lo suficiente. Algunos creen que somos una especie de mito o de leyenda urbana, siempre nos pitan como seres inofensivos que se pasan todo el día meditando. —Un pequeño brillo de humor de ilumino en su mirada—. Eso funciona. Los mundanos se mantienen alejado y nos dejan tranquilos.

—¿Un mito? ¿Una leyenda urbana? ¿De verdad? —William asintió—. ¿Y qué hay de sus aspectos? ¿No se dan cuenta de que jamás envejecen?

—No todos los inmortales poseen para siempre su juventud por eso mismo no nos dejamos ver muy a menudo y no miramos a las personas directamente a los ojos somos demasiado cuidadosos con los detalles. Ventajas de salir solo en la noche —se ríe—. Cada cierto tiempo, fingimos un funeral. Una pequeña esquela en el periódico local es más que suficiente, y una nueva generación vuelve a nacer. Creo que… hasta ahora soy mi propio tataranieto o algo parecido.




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