13.1. El Silencio Post-Guerra
El ambiente en la Mansión Murillo no era de paz, sino de alto el fuego. Dante no había forzado la intimidad desde el lago; el respeto era una nueva y dolorosa forma de distancia.
La "negociación" se llevó a cabo en el despacho de Dante. Romina se sentó en la cabecera de la mesa.
"Esto no es una charla, Cuervo," comenzó Romina. "Esto es un tribunal."
Dante se apoyó contra el marco de la puerta. Su silencio era la primera señal de su rendición.
"Tienes el suelo. Habla, Reina."
13.2. La Exigencia del Nuevo Contrato
Romina habló con la calma de alguien que construye una nueva brújula.
"Usaste a mi hermano. Fui parte de tu estrategia para deshacerte de un rival que quería mi herencia," dijo Romina, repasando la traición. "Me expusiste al peligro físico y emocional basando nuestra alianza en una mentira."
"Funcionó, Romina. Estamos en el trono," replicó Dante.
"El deseo se apaga sin confianza. El contrato se reescribe ahora, y las reglas las pongo yo."
13.3. Los Tres Decretos de la Reina
Romina sacó una pluma y un papel. Esta era la Metáfora del Acuerdo de la Capilla: la rendición de la política para salvar el vínculo.
"Primer Decreto: No hay secretos sobre la Sangre. Todo lo que sepas de mi familia —mi pasado—, debes decírmelo en este instante. No más información retenida para tu beneficio."
Romina esperó. Lentamente, Dante se movió y se sentó frente a ella, mirándola a los ojos.
"Tu madre no murió por causas naturales. Tu padre la eliminó por un trato fallido con el Cártel Extranjero. Y Elías es el arma que usarán para atacarnos," confesó Dante, las palabras crudas.
Romina asimiló el impacto, transformando el dolor en una necesidad obsesiva.
"Segundo Decreto: El Poder no es la Moneda. El deseo entre nosotros nunca debe usarse como arma. Si te acercas a mí, debe ser por voluntad mutua."
"Si te toco, no es para el Consejo, es para ti," asintió Dante. "Acepto."
"Tercer Decreto: El Castigo del Traidor." Romina señaló el papel. "Yo me encargaré de Elías. Es mi sangre, y lo neutralizaré bajo mis órdenes. No lo matarás."
13.4. La Firma de la Lealtad
Dante leyó los decretos. Era la rendición. Tomó la pluma y escribió una sola línea debajo: "Mi lealtad no es un contrato, es un acto de voluntad."
Me miró. "Mi pasado y mi trono son tuyos. Ahora, bésame, no como la socia, sino como la mujer que me hizo firmar mi propia sentencia."
El beso no fue de poder, sino de una promesa silenciosa y pesada de una nueva etapa. Habían negociado la paz.