La reina que se niega a ser esclava.

Capítulo 18: El Nuevo Trono

18.1. El Regreso de la Ceniza

El regreso al territorio del Imperio no fue triunfal, sino sombrío. El jet privado aterrizó en medio de la noche. Romina y Dante caminaron por el hangar, cubiertos por el silencio tenso de los pocos guardias leales. El Verdugo y Elías ya eran solo nombres en las noticias internacionales.

"La ciudad huele a pólvora vieja y a dinero nuevo," comentó Romina, respirando el aire frío. "Huele a territorio ganado," corrigió Dante. Su rostro mostraba la fatiga del doble juego y la ejecución. Su grieta era visible en los ojos.

La Mansión Murillo se sentía diferente. Había sido purificada por el exilio y la sangre derramada.

"El Consejo te esperará en la sala principal al amanecer," dijo Dante, su voz baja y funcional. "Vienen a cuestionar tu legitimidad y mi método."

"Que vengan. Nunca he disfrutado más de una ejecución social," respondió Romina, sin temor.

18.2. El Consejo de los Cuestionadores

El amanecer trajo consigo a los Ancianos del Consejo, vestidos de luto, sus rostros máscaras de reproche. Romina y Dante entraron de la mano. La mano de Romina llevaba un anillo de oro blanco y obsidiana – un símbolo de su alianza inquebrantable.

Un anciano, el más antiguo y respetado, habló: "El Cuervo. Has traído el caos. Un miembro del Consejo está desaparecido, tu esposa ha manchado su nombre con la venganza personal, y has exterminado a un socio clave."

"El socio clave era un traidor. El que trajo el caos fue mi predecesor, Elías, que vendió nuestra sangre a un Cártel Extranjero," declaró Romina, su voz clara y soberana. "Yo no manché mi nombre con la venganza; lo purifiqué con la justicia."

Dante se mantuvo en silencio, dejando a su Reina tomar el control de la situación. Esta era la prueba de su Segundo Decreto: él no usaría su poder para anularla.

18.3. El Primer Acto de Poder

Romina dio el golpe de gracia. Sacó una carpeta llena de documentos y la deslizó sobre la mesa.

"Ustedes cuestionan mi legitimidad. Yo les cuestiono su lealtad," dijo Romina. "Estos documentos prueban que el Verdugo tenía la intención de liquidar a tres de sus mayores activos. Ustedes estaban en la lista de Elías. Su miedo fue mi arma."

El Anciano se quedó en silencio, sus ojos fijos en los papeles. Romina había usado la amenaza externa para consolidar el poder, su primer acto real como Reina.

"A partir de hoy, no hay dos tronos. Hay uno. Y el Primer Decreto de este nuevo reinado es la transparencia total en todas las alianzas. Nadie venderá a su sangre jamás. Y nadie cuestionará mi método."

18.4. La Coronación en Silencio

El Consejo se retiró en silencio, derrotado por la lógica fría y la amenaza implícita de la nueva Reina. Romina y Dante se quedaron solos en la inmensa sala.

Dante se acercó a ella, su mano tocó suavemente el anillo de obsidiana.

"Lo hiciste. Los venciste con la verdad, no solo con la fuerza. La Corona te pertenece," susurró Dante.

"La Corona nos pertenece, Cuervo. Es un trono compartido," corrigió Romina.

El beso final no fue un pacto de sangre, sino un sello de propiedad mutua. Ambos habían entrado a un contrato, pero habían salido dueños de un imperio forjado en el dolor y la ambición.

Romina miró por la ventana, el sol de la mañana iluminando la ciudad que ahora le pertenecía. El juego terminaba. El reinado comenzaba. El romance oscuro era eterno.




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