La Reliquia Encantada

Lonxe

La tarde estaba avanzada y el sol se ocultaba entre las amenazadoras nubes grisáceas. El césped aún estaba mojado por la tormenta de la noche anterior. Las pisadas de los caballos hacían crujir los guijarros y sus huellas dejaban profundos surcos. En las grupas de los animales, se podía apreciar la silueta de tres jinetes que cabalgaban a buen ritmo. A la misma velocidad que los sementales, iba un dientes de sable con un niño a su lomo. Los caballos aminoraron la marcha hasta detenerse y los jinetes bajaron de sus respectivas monturas, tres muchachas y un niño. La chica rubia y de ojos verdes, Helena, tomó la palabra:

–Deberíamos acampar por aquí cerca, está anocheciendo.

Dafne coincidió con Helena –Pues sí, ni siquiera hemos parado desde que salimos de Laften y hemos estado viajando en círculos ¿A dónde vamos exactamente, Ariadna?

–Deberíamos estar cerca de Lonxe, pero hemos tardado más porque Demetrio nos aconsejó que evitásemos los caminos –contestó mientras consultaba un mapa que le dio Demetrio antes de despedirse.

–No entiendo porque no hemos cogido por los campos, habríamos llegado mucho antes –se quejó Helena.

–Lo sé, pero había una criatura gigante por los alrededores.

–¿Una qué...? –entonces Ciro explicó a Helena lo que había sucedido en esas tierras. Ella no se lo creyó del todo, pero desistió de la cuestión.

–Deberíamos descansar un poco, dar de beber a los caballos y luego proseguir hasta Lonxe. Quizás sea más seguro pasar la noche allí –sugirió Ariadna.

–Pero si Demetrio nos advirtió que no pasásemos por ninguna ciudad ¡Lo acabas de decir, Ariadna! –intervino Helena, alzando la voz.

–Sí, pero no considero que dormir en campo abierto sea seguro. Por si no te has enterado antes, hay un gigante suelto por los alrededores. Sin contar con el hecho de que en esta zona estamos expuestos.

–¡Ya basta! –exclamaron en unísono Dafne y Ciro –¡Dejad de discutir y descansemos un rato! Ahora mismo estamos demasiados cansados para tomar decisiones y podemos tomarlas de forma apresurada. Y eso no nos conviene ¡Tenemos que tener los ojos bien abiertos!

Ariadna no discutió más, sino que cogió la bolsa que llevaba en la grupa de su montura y se dispuso a ver su contenido. Primero sacó el libro que Demetrio le dio de parte de su madre. Cuando lo miró con más detenimiento lo reconoció de inmediato. Se trataba del libro de conjuros que su padre le regaló y entonces recordó ese día. Ariadna despertó sus poderes como maga e hizo levitar y estrellar un jarrón a los seis años. Después de haber recibido una regañina, su padre, Néstor, le enseñó a controlar la magia y le regaló aquel libro que había pertenecido a su familia de generación en generación. Al recordar a Néstor, se llenó de alegría, pero también de pesar y aunque cerró los ojos, no pudo contener las lágrimas que le brotaban de ellos. Ariadna examinó sus emociones y se asombró al comprobar que más que dolor, sentía una creciente ira que la devoraba por dentro.

<<Baltor me las pagarás por lo que has hecho, no sé si seré suficiente fuerte para vengarme, pero no me detendré>>.

Ciro se sentó a su lado –¿Estás bien, hermana? Tú también te acuerdas de padre ¿no? –dijo con los ojos brillosos a punto de estallar en lágrimas.

–No te preocupes Ciro, estoy bien, solo que es normal que nos acordemos de él.

–¿Crees que madre estará bien?

–Claro que sí, ya verás que todo sale bien. Bueno echemos un vistazo a nuestras bolsas.

Los hermanos fueron sacando uno a uno los objetos que contenían los sacos. Ciro encontró ropa limpia para él y su hermana, incluidas mantas y capas, recipientes de agua y vino, alimentos variados como pan de trigo, nueces, almendras e higos.

También halló entre sus pertenencias un pequeño monedero con un cordón en el cierre, una daga plateada que se guardó en su cinto junto con el resto de utensilios de caza y una nota. Ciro se la enseñó a Ariadna y juntos la leyeron:

 

Queridos hijos, no tengo mucho tiempo para escribir dadas las circunstancias. Quiero que sepáis que os quiero mucho y que siempre estaré con vosotros, aunque tomemos caminos distintos. Los enemigos que encontraréis serán peligrosos, pero sé que juntos superaréis las adversidades. Lo principal para mí es vuestro bienestar por eso os confío mi bolsa infinita para que guardéis en ella lo que consideréis oportuno y aunque sea pesado no os moleste en el viaje. Ya sabéis que si visualizáis un objeto que esté en su interior aparecerá más rápido.

Ariadna cuida de tu hermano por mí, toma tus decisiones con sabiduría y evita a Baltor y sus seguidores.

Que los dioses os guíen en el viaje y tengáis siempre la suerte de vuestro lado.

Mamá.

 

Al terminar de leer se emocionaron al ver la inconfundible caligrafía de su madre. Un sentimiento de anhelo y preocupación se depositó en sus corazones, pues no supieron nada de ella desde el incidente. Apartaron todo pensamiento negativo de sus mentes, resultó muy difícil, pero prosiguieron su tarea. Después de sacar algunos ungüentos, medicinas, recipientes con agua y comida de la bolsa de la chica, ella reparó en el objeto envuelto que tantos problemas les había causado. Lo desenvolvió con impaciencia y para su sorpresa se trataba de un viejo espejo que parecía estar fabricado de bronce. Su mango dibujaba una forma demoniaca que impactaba a cualquiera que lo viese por: sus exuberantes colmillos y garras, bañados de pintura carmín. Éstos simulaban borbotones de sangre caer. Los ojos de la criatura brillaban y su rostro tenía una expresión maliciosa. Coronando el mango se apreciaba un disco de bronce pulido, en cuyos alrededores había una inscripción en un idioma que Ariadna no entendía.




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