—¡Señora! —el hombre cae de rodillas, trae la ropa manchada de sangre, moretones —¡Dos más han caído!
Respiraba entrecortado, había cruzado casi toda la ciudad sin detenerse.
La puerta gris seguía cerrada, la reina de Drakos les respondía por unos parlantes, hablaban con ella, pero no la conocían, a pesar de eso... le temían, era una mujer sin corazón, sin sentimientos.
—¿Traes el botín? —la pregunta de una voz distorsionada se escucha en la pequeña oficina impersonal, el hombre levanta el rostro, era tan fría, que no pregunta por los hombres.
—Si, lo he dejado en la entrada.
—Retírate —el hombre se pone de pie, se gira, pero la puerta se abre, el hombre musculoso, alto, vistiendo de negro, lo observa fríamente.
—Ve con la enfermera, la Reina ordena que descanses —él hombre mira el vidrio oscuro, preguntándose si realmente ella lo había ordenado, como si leyera sus pensamientos habló la mujer.
—Pide a la cocinera te preparé tu plato favorito, dile que yo lo ordenó —el hombre asiente, se inclina varias veces hacia el vidrio oscuro.
—Gracias Señora —se gira y sale de la oficina.
El hombre entra a la oficina, la mujer rubia está dándose masaje en el cuello, sus ojos verdes miran a su mano derecha, en el único hombre que confia a ciegas, Viktor Draven es un hombre imponente, alto y musculoso, cuya presencia intimida a cualquiera que se atreva a amenazarla. Su lealtad y habilidades de combate lo convierten en el protector perfecto.
—Llama al abogado y sacalos de la cárcel, ese maldito Gobernador se ha vuelto una patada en el trasero —tiene el periódico abierto, la imagen de Alejandro Valtor ocupa la primera página, el hombre que está limpiando la ciudad una vez conocida por sus calles peligrosas y su alta tasa de criminalidad, está experimentando una transformación radical. Bajo el liderazgo del joven y decidido Alejandro Valtor, la ciudad está siendo limpiada de su pasado oscuro. Los robos y peleas que antes eran comunes están disminuyendo gracias a las estrictas medidas de seguridad y las reformas implementadas por Alejandro. Ahora, Ravenport se está convirtiendo en un símbolo de esperanza y renovación, con un futuro brillante por delante —Maldito, debe ser más corruptos que los anteriores.
—No creo que el abogado pueda hacer algo por los chicos —responde Viktor Draven —El Gobernador sabe que pertenecen a tu banda, nuestras cabezas tienen un precio.
—Busca como sacarlos —se pone de pie —No aceptó excusas, los quiero aquí mañana mismo —Viktor asiente, la palabra de Lucrecia era una orden, ella es una mujer de carácter imponente y voluntad inquebrantable. Su presencia es tan poderosa que basta una mirada suya para silenciar una habitación llena de gente. Lucrecia no teme enfrentarse a nadie, y su determinación es tan feroz como su mirada penetrante.
Desde joven, ha aprendido a valerse por sí misma, desarrollando una fortaleza interior que la hace prácticamente indomable. Su voz, firme y autoritaria, no deja lugar a dudas sobre quién está al mando. Lucrecia es conocida por su capacidad para tomar decisiones difíciles sin titubear, y su liderazgo es respetado, aunque a veces temido, por aquellos que la rodean.
A pesar de su dureza, Lucrecia tiene un sentido de justicia muy arraigado y una lealtad inquebrantable hacia aquellos que considera dignos de su confianza. Su carácter fuerte no solo la define, sino que también la protege y la impulsa a luchar por lo que cree, sin importar los obstáculos que se interpongan en su camino.
—Me pondré en ello —él sale de la habitación, ella camina hacia el mueble de metal, lo abre y saca una carpeta plástica, sabía lo que había, lo ha visto una y mil veces a través de los años, saca aquella foto desgastada, manchada por las lágrimas que ha derramado... su familia con la que una vez fue feliz, con la que fue otra mujer, una que ya no existe, murió esa noche junto con los suyos.