—Hola —Lucrecia parpadea y mira a la niña como de cinco años, cargando un conejo de peluche.
—Hola—responde con una sonrisa, recorre el lugar con la mirada, buscando a la mamá, estaba en el parque, había momentos en que necesitaba estar sola, lidiar con sus recuerdos —¿Dónde está tú mamá? —la niña se sienta junto a ella, se preguntaba si sus padres en algún momento le habían hablado que no conversará con extraños.
—Está de viaje —la niña era blanca, cabello negro, lacio, ojos negros, llevaba el cabello atado en dos coletas, un bonito vestido y un abrigo.
—¿Con quién andas pequeña?
—Mi niñera —apunta a la mujer que esta conversando con las otras niñeras, Lucrecia frunce el ceño, ni siquiera estaba atenta a la niña
—¿Te han dicho que no puedes hablar con extraños? —la niña sonríe, tenía bonitas facciones, el corazón de Lucrecia se encogió, miles de noches imaginaba como hubiera sido su bebé, un inocente que fue arrancado a patadas del vientre de su madre, cierra los ojos.
—No eres extraña —saca una foto que anda en el bolsillo de su abrigo, se le muestra a Lucrecia, era un ángel, de cabello rubio, con un vestido blanco, Lucrecia mira la foto y luego a la niña, ¿la confundía con un ángel? Ella era todo, menos un ángel, su alma estaba podrida por el odio, el rencor, la venganza —Eres mi ángel de la guarda, mi abuela me la ha regalado, me ha dicho que mi ángel me protegerá.
—Niña —trata de sonar suave y no severa —Créeme que yo no soy la de la foto, deberías llamar a tu niñera, se está poniendo más frío el clima.
La niña toma la foto que le ha devuelto Lucrecia
—Un ángel jamás revela su identidad, puede perder las alas —sonríe —Quería pedirte que cuides a mi padre, trataré de portarme bien, para que no te preocupes por mí.
Lucrecia mira a la niña, tenía un bonito corazón.
—¿Cómo te llamas? —la niña sacude la cabeza.
—Eres mi ángel de la guarda, sabes mi nombre —Lucrecia rueda los ojos.
—¡Emilia! —la niñera hasta ese momento se da cuenta que le pagan por cuidar a una niña, camina hacia la niña —¿Qué haces hablando con una extraña?
Lucrecia se pone de pie.
—Si hicieras bien tu trabajo, la niña no estaría hablando con un extraño —la niñera va a replicar, pero basta una mirada fulminante de Lucrecia, sintió miedo —Nos vemos Emilia —comienza a caminar, pero siente que la toman de la mano, al bajar la mirada, la niña la ha seguido.
—Prométeme que cuidarás a papá —por primera vez en muchos años que Lucrecia sonríe sinceramente, no volvería a ver a la niña, así que decidió mentir para que ella estuviera tranquila, su padre debía tener un trabajo peligroso, extiende su mano y la toma de la barbilla
—Lo prometo, pero debes portarte bien, no olvides que no debes hablar con extraños.
—Gracias Angel de la guarda—la niña sonrie feliz, Lucrecia se marcha hasta que la niña tomó la mano de la niñera, saca un cigarrillo, lo enciende, da una calada y sonríe llena de burla.
—Lucrecia Valdemar un ángel —suelta la risa.
*****
—Buenos días Alejandro —Ricardo entra a la oficina, sonriendo —Te he traído a la nueva secretaria.
El hombre estaba revisando unos documentos, no levanta la mirada.
—Bien, que se ponga a trabajar.
Ricardo frunce el ceño, realmente detestaba a Alejandro, hacia todo lo posible por quedar bien con él, pero era alguien tan difícil.
—Te la presentaré —sin esperar respuesta, sale de la oficina para llamar a Lucrecia, ambos entran a la oficina, él seguia sin levantar la cabeza —La Señorita Lucrecia Valdemar, será tu nueva secretaria.
En ese momento el hombre levanta la mirada, la joven era muy bonita, llevaba su cabello rubio suelto, con unas suaves ondas, una blusa blanca, manga larga, una falda negra recta, zapatos de tacón alto, sus ojos verdes se veian enormes en su delicado rostro, le recordó la foto que le mostró su hija la noche anterior, el ángel de la guarda.
Lucrecia enarca una ceja, no podía negar que el Gobernador era mejor en persona que en las fotos, tenía una mirada penetrante que a cualquier persona intimidaria, pero no era su caso, ella no le tenía miedo a Alejandro Valtor.
—Buenos días Señor Valtor —ella saludo dulcemente —Soy su nueva secretaria.
Él sonríe llenó de burla, algo que enfureció a Lucrecia.
—Será mi nueva secretaria, sólo si pasa el mes de prueba.