La rendición de la reina

Capítulo 6

La puerta de la oficina se abrió con un suave chirrido, y Lucrecia, con una carpeta bajo el brazo, entró con determinación. Era su primer día como secretaria de Alejandro Valtor, un hombre conocido por su carácter fuerte y su desconfianza hacia los nuevos empleados.

— ¡Buenos dias! Estoy emocionada de trabajar contigo.

Alejandro levantó la vista de su computadora, sus ojos observando a Lucrecia con una mezcla de curiosidad y recelo.

Alejandro responde con tono serio

—Buenos días. Espero que estés lista para trabajar duro. No tengo tiempo para errores.

Lucrecia asintiendo

— Lo entiendo. Haré todo lo posible para que eso no suceda.

Mientras Lucrecia organizaba su escritorio, Alejandro la observaba de reojo, como si estuviera buscando alguna señal de ineficiencia.

Él pregunta frunciendo el ceño

— ¿Tienes experiencia en este trabajo?

Ella sin dudar

—Sí, he trabajado en varias oficinas antes. Estoy familiarizada con la organización de agendas y la gestión de llamadas.

Alejandro que era desconfiado

—Espero que no te confundas con las prioridades. Este trabajo no es un juego.

El eco de su voz resonó en la oficina, y Lucrecia sintió un nudo en el estómago, pero decidió mantener la calma, debía ganarse la confianza de Alejandro, así que declara con firmeza.

—No, no lo es. Entiendo perfectamente la importancia de nuestro trabajo. Estoy aquí para apoyarte y facilitarte las cosas.

Alejandro la miró, escéptico, pero algo en su respuesta le hizo dudar por un momento. Sin embargo, rápidamente regresó a su actitud habitual.

Él suspira

—Muy bien, hagamos una prueba. Quiero que me prepares un informe sobre los proyectos actuales para mañana.

Ella sonriendo

—Claro, comenzaré de inmediato. Si necesitas algo más específico, sólo dímelo.

Él sin mirarla

—Solo asegúrate de que sea conciso. No tengo tiempo para detalles innecesarios.

Ella sintió enojo, pero respiró hondo y se concentró en su trabajo.

—Estoy segura de que el informe será útil y te ayudará a tener una visión clara de lo que está ocurriendo.

Él sincero, pero brusco

— No esperes que esto sea un paseo en el parque.

Ella mirándolo a los ojos

—No lo veo así. Estoy aquí para ayudar, y creo que trabajando juntos podemos hacer un gran equipo.

Alejandro la estudió con atención, pensativo responde.

— Tal vez... tal vez solo sea que estoy acostumbrado a que los nuevos no perduran.

Ella sonriendo

— Entonces demostremos que puedes confiar en mí. Quiero que esto funcione, tanto para ti como para mí.

—Bien, espero el informe —ella asiente y sale de la oficina con el ceño fruncido.

La lluvia golpeaba contra los cristales de la ventana del despacho del Gobernador, mientras ella, Lucrecia, rellenaba una pluma estilográfica con tinta carmesí, tan oscura como sus intenciones. Alejandro un hombre corpulento con una mirada penetrante, revisaba el informe que le pidió.

Alejandro Gruñe

— Estos informes son un desastre, Lucrecia ¿Tiene algún sentido todo esto?

Ella responde con voz suave, casi un susurro

—Depende del punto de vista, señor Gobernador. Algunos números, como la vida misma, son ambiguos.

— Ambiguos… ¿Y qué sugiere usted, mi eficiente secretaria?

—Que revisemos las partidas de construcción del nuevo puerto. Hay… inconsistencias. Inconsistencias que podrían resultar… lucrativas para ciertos individuos.

Él sonríe, mostrando una hilera de dientes afilados

—¿Lucrativas? ¿Se refiere a mí, Lucrecia? ¿Acaso usted…

Ella levanta una ceja

—No, señor. Me refiero a aquellos que saben manipular las sombras. Aquellos que podrían, con una pequeña ayuda… acabar con sus… inconsistencias.

Él se inclina hacia ella

—Interesante… Dígame, ¿qué tipo de ayuda tendría en mente?

— Una ayuda… silenciosa. Una ayuda que solo necesita saber dónde encontrar los documentos adecuados. Y quién más los tiene.

Alejandro se queda pensativo.

—Revisaré los números, no creo que en mis narices, me estén robando.

Ella sonríe malevolamente, sabía que otra banda se había metido en la construcción del nuevo puerto, se les había adelantado, por supuesto que no sería por mucho tiempo.

—Déjeme solo, realmente no puedo considerar, esto —levanta los papeles —Un buen informe, debería de considerar si me es útil en el puesto.

Ella suspira profundamente, no era secretaria, era impaciente, así que lo hizo a la ligera, era buena con los números, detectó las facturas de la compra de materiales, porque sabía donde buscar, no podía irse, ese negocio debía ser de su banda, estando junto al Gobernador, lo iba a lograr, ella no estaba acostumbrada a pedir disculpas, pero esta vez lo haría, aunque no sinceramente.

—Lo lamentó —baja la cabeza, estaba de pie, frente a su escritorio —Me enfoque en demostrar la inconsistencias en la construcción del nuevo puerto, y no hice un buen informe —levanta la mirada —Prometo no volverá a pasar.

Alejandro deja su pluma, su mirada penetrante se posa en ella, en su blusa blanca, bien plancha, su falda lapiz, en su mirada inocente, se veía afectada.

—Está bien, puede retirarse a su escritorio.

—Haré nuevamente el informe —extiende su mano para tomarlo, pero en ese momento Alejandro también lo hizo para evitar que se lo llevará, iba a revisar los números, ella retira su mano al sentir una extraña sensación que sintió con el toque de Alejandro, él pareció no darse cuenta y era mejor, la tranquilidad abandonó a Lucrecia, no tenia una explicación para lo que acababa de pasar, con paso rápido y decidido abandona la oficina del Gobernador.

Alejandro se ha quedado mirando la puerta, fue extraño lo que sintió con Lucrecia, sacude la cabeza, lo menos que quería y necesitaba era un enredo de faldas, nadie lo sabía, pero su aún esposa había iniciado el proceso de divorcio, le grito que no lo amaba, que estaba cansada que su prioridad fuera la ciudad, y no ella, tomó sus maletas y se marchó, sin mirar atrás, dejándolo con su hija, odiaba a la Reina de Drakos, había llegado al poder con una promesa: limpiar la ciudad de toda la maleza que la asfixiaba, por obra de la Reina de Drakos. Durante meses, sus esfuerzos habían comenzado a dar frutos. Las redadas policiales eran más frecuentes y la seguridad había comenzado a devolver la confianza a la ciudadanía, pero todo ese esfuerzo le había costado su matrimonio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.