La rendición de la reina

Capítulo 11

—¿Quién era? —Viktor estaba molestó, Lucrecia se deja caer en el sillón, tenía el ceño fruncido, se quita los elegantes zapatos de tacón y se da masaje en los pies —Dime ¿Quién era ese tipo? ¿Porqué traes ese saco de hombre?

Ella resopla molesta.

—No tengo por qué darte explicaciones —su voz era fría —¿Qué haces en mi casa?

—Lucrecia, ¡sabes lo que siento por ti!

—Ya te he dicho que no esperes nada de mi parte —toma los zapatos y se levanta —Voy a dormir, deja cerrado cuando salgas.

—¡¿No me dirás quién es?! —ella se gira al escuchar su grito, le da una cachetada, la marca de su mano queda plasmada en la mejilla de Viktor.

—Cuida la manera como me hablas, no olvides de lo soy capaz —saca un cigarrillo, lo enciende y se lo lleva a los labios, a sus recuerdos llegó la fatídica noche en que mataron a su familia, un rostro pudo ver, uno solo, pero eso bastó para vengarse, en medio de su sangre y dolor, su padre guardaba una navaja con la que tallaba madera para hacer hermosas imágenes, el hombre estaba distraído, ella como pudo se puso de pie, sus piernas temblaban, la sangre fluía, pero cuando el hombre se giró despues de estar viendo con satisfacción el cuerpo inerte de su padre, ella clavó la navaja en su corazón, le dio varias vueltas a la navaja en su pecho, estaba llena de odio, dolor, él hombre antes de caer, saco la navaja, vio como la sangre brotaba de su boca y su pecho, cayó a sus pies, ella no sintió nada, solo satisfacción, al acabar con uno, ella se arrastro hacia el cuerpo de su padre, puso la navaja en la mano ensangrentada de su padre, luego perdió el conocimiento, hasta que despertó un mes después —¿Ya has olvidado cuantos mudos hay en el grupo? —el alma de Lucrecia se había vuelto negra, había cortada tantas lenguas a los que quisieron rebelarse por no ver su rostro, seguían con ella por miedo, no le había temblado el pulso en dispararle en una pierna a uno que quiso huir para pasarse a otra banda, Viktor sabia que era capaz de matar, ella había perdido la humanidad.

—Lucrecia... —él susurra dolido.

—¡Márchate! Espero sea la última vez que me cuestiones con quien salgo, deseo el control de Ravenport y créeme que no me detendré hasta obtenerlo.

—¡Tenemos un trato! —ella se acerca a Viktor su mirada angelical había desaparecido, esta era la mujer que había conocido desde esa noche.

—Como yo obtenga el control de Ravenport, no será tu problema, cuando lo tenga no descansaré hasta encontrar a los asesinos de nuestras familias. Investiga a Isabella Montague y a Rafael Valtor.

Viktor mira con furia a Lucrecia, pero no dijo nada, los hombres estaban a favor de ella, por miedo, admiración, sabía que una orden suya y todos los hombrss sin dudarlo acabarían con él.

—De acuerdo —abandona la casa de Lucrecia, la joven una vez sola, se dirige al cuarto de baño, apaga el cigarrillo, tenía curiosidad por saber quién había sido capaz de envenenar a alguien importante e influyente en Ravenport, pero también por saber quién era Rafael Valtor y porque confiaba en ella.

Esa madrugada Lucrecia despertó sobresaltada, había soñado que estaba totalmente desnuda, y Alejandro probando su intimidad, haciéndola venirse, se sentó en la cama y vio su cama mojada, desde la última vez que hizo el amor con su esposo, no había tenido sueños húmedos, deseo, menos tener un orgasmo, se levanta de la cama aturdida, se dirige a la ducha a bañarse, realmente fue tan real, sintió sus manos recorrer su cuerpo, sus dedos entrar en ella y luego su miembros, ella sintió tanto placer que tuvo un órgasmo placentero, ella había muerto sexualmente esa noche, nunca más sintió deseo, pero en ese momento su cuerpo palpitaba de deseo por Alejandro, cerró los ojos mientras aliviaba su deseo con su mano, pensando en Alejandro.




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