—Estás demasiado estresado —su amigo Fernando bebe un trago de su vaso —Necesitas una mujer en tu cama.
Alejandro no dice nada, su mirada estaba fija en las luces de la ciudad, estaban en su casa, sentados en el balcón de la segunda planta, tenían bocadillos y botellas de alcohol.
—¿Qué tiene que ver una mujer con mi investigación del hombre envenenado?
—¿Murió? —Alejandro niega —Estás amargado por Elena, esa arpía está revolcándose con otro, mientras tú estás aquí sangrando de tus heridas, yo puedo ayudarte a conseguirte una amante.
Alejandro suspira, bebe todo el contenido de su vaso de una sola vez, Fernando enarca una ceja.
—Estoy seguro que si Elena sabe que duermes con otra mujer, morirá de rabia, ella te tiene tan seguro en la palma de su mano, apuesto que piensa que después que se aburra de revolcarse con ese hombre, volverá a ti —hace una mueca de asco —Y no dudo en que la aceptaras después que te fue infiel.
Alejandro se había servido más licor, bebió otro trago.
—¿Crees que regrese si sabe que tengo sexo con alguien más? —no vio la mueca de enojo que hizo Fernando, extrañamente Alejandro perdia su carácter por Elena, algo le decía que no era la primer infidelidad de la mujer.
—Estuve observando a tu secretaria —lleva un bocadillo a su boca —Es exquisita, tiene un rostro angelical, es rubia, sabes lo que dicen de las rubias, que no son muy inteligentes —Alejandro no responde, piensa en lo que le dice su amigo —Ella puede ser una buena candidata para ser tu amante.
—Rafael me pide que confíe en ella —Fernando siguió comiendo y bebiendo.
—Habla con tu secretaria, haz un trato si quieres, puedo redactarlo, que será tu amante —mira de reojo a su amigo —Creo necesitas urgentemente sexo, diría que por un año.
—Un año es demasiado tiempo, Elena puede volver.
—Elena merece que te vengues, así como lo has hecho con todos los enemigos de Ravenport.
—¿Vengarme de ella?
—Por supuesto, cuando Emilia crezca de alguna manera sabrá que tu esposa te fue infiel, la abandonó por otro hombre, si sabe que vuelves con ella en cuanto vuelve, el mensaje que le darás es que la infidelidad es algo bueno, puede dejar a su esposo e hijos y luego volver como si nada ¿Quieres eso?
Alejandro tenía el ceño fruncido, Emilia era una niña dulce, no podía hacerle daño como su madre.
—Hablaré con Lucrecia —bebe otro sorbo de su vaso —Creo está interesada en mí, en la fiesta se me insinuó.
Fernando sonríe.
—Es la mujer perfecta.
Alejandro se quedó pensativo, no confiaba en ella, sentía que ella algo ocultaba, quizás en la cama podía descubrir algo.
—Isabella está en Ravenport —Fernando asiente.
—Debe estar buscando a Rafael ¿Has tenido noticias además de la nota?
—Ninguna, todos estos meses que ha estado desaparecido no he sabido nada de él, incluso pensé que la maldita banda de la Reina de Drakos, lo había secuestrado, pero si me envió una nota, pienso que no está encerrado, él sospechaba que algo iba a pasar en la fiesta.
—Debió descubrir algo, por eso está escondido.
—Es lo más probable.
*****
Lucrecia estaba ordenando la oficina de Alejandro, había llegado más temprano a la oficina, no había podido dormir bien, su cuerpo había vuelto a la vida por un hombre por el cual no sentía nada, pero sexualmente ardía por él, no tenía sentido.
—Buenos días —se gira sobresaltada, el hombre objeto de sus sueños húmedos estaba de pie en el centro de la oficina, vestía un traje oscuro que le quedaba a la perfección, sus ojos oscuros la observan de pies a cabeza, ella vestía una blusa blanca, manga larga, una falda lápiz, zapatos con un poco de tacón, su cabello rubio lo llevaba suelto.
—Buenos días Señor Gobernador —el hombre avanza, realmente estaba nervioso, era duro, en cualquier ámbito de su vida, pero no tenía mucha experiencia con las mujeres, su única pareja había sido Elena.
Lucrecia había sido elegida para ser su amante, para calmarlo, para satisfacerlo.
—¿Durmió bien?.
—Si, dormí como un bebé —la joven estaba agotada, no había dormido bien, en sus sueños este hombre la volvía loca haciéndole el amor —¿Y usted?
Él se quita la chaqueta, sentía calor, pero el aire acondicionado estaba encendido, él se apoya en su escritorio, sus ojos la observan, él sabía mandar, era experto en ello, no recordaba como conquistó a Elena, apoya sus manos en el escritorio.
—Lucrecia, acérquese —la joven lo hace, pero se detiene a una distancia prudencial, de lo contrario su cuerpo se pegaría al del Gobernador —Acérquese más.
Ella lo mira confundida, da un solo paso, pero él extiende su brazo y la atrapa de la cintura, la pega a su duro cuerpo, ella está sorprendida que se ha quedado sin habla, él observa su rostro, tenía bonitas facciones, sus labios eran perfectos, sin pensarlo, la pega más.
—Beseme —su pedido sonó a una orden, ella que odiaba que le dieran órdenes, cedió, apoyo su mano en su duro pecho, no tenía que ponerse en puntillas por la posición en la que estaba el Gobernador, acercó sus labios y lo beso, sintió como la devoró, la apretó más, mientras la besaba con hambre, como si tuviera una vida de no hacerlo, sintió sus grandes manos apretar su trasero, ella gimió, tenía años de no tener contacto físico con un hombre, el beso se extendió, al igual que las manos del Gobernador que subió la falda de Lucrecia y empezó a acariciar sus nalgas, sus piernas, ella sentía la dureza de su virilidad en su vientre, haciendo que su intimidad estuviera resbalosa.
Ambos se detienen cuando escuchan que tocan a la puerta, la joven se separa, se arregla la falda, la blusa, él camina hacia su lugar para sentarse, su virilidad le dolía.
—Pase —ordena el Gobernador, la persona encargada de repartir la correspondencia en el palacio del Gobernador, entró ajeno a la tensión sexual que había en la oficina.
—Busnos días Gobernador, Señorita Valdemar, traigo la correspondencia.