Viktor Draven observa a Lucrecia, la joven estaba revisando el mapa de la joyería que su gente iba a visitar por la noche, ella sonríe, ya que era pan comido.
—Te veo feliz —ella asiente.
—Lo estoy, este robo, será como pan comido —estira su cuerpo, ese movimiento hizo que sus senos se marcaran más en la sudadera negra que llevaba, el hombre sintió el jalón conocido en su entrepierna.
—¿Has pensado en mi propuesta?
—Creo he sido clara, no pierdas tu tiempo conmigo.
Él se sentía frustrado, era la única mujer que se le negaba y era a la que quería.
—¿No te apetezco? —se abre la camisa de botones, mostrando un pecho bien definido, se está desabrochando los pantalones, pero ella lo mira con frialdad.
—No seas tan inmaduro ¿Crees que al desnudarte saltare sobre ti? No pasará, no conmigo —se pone de pie —He marcado el camino del mapa, ya sabes las instrucciones, espero nada salga mal, de lo consiguió te atienes a las consecuencias —levanta la capucha de su sudadera y camina hacia la puerta de atrás, solo ella y Viktor tenían acceso, estaba daba al callejón de un conocido restaurante.
—Te amo —ella sonríe llena de burla.
—No lo haces, simplemente no he caído como las demás, eso te frustra como hombre y crees que es amor, simplemente es el deseo de un hombre de obtener lo que quiere, una vez lo logras, pierdes el interés, buenas noches Viktor, no estaré en la reunión de mañana.
Ella entra por la puerta, todo el camino estaba iluminado, habían trabajado personas de confianza de otro país, para que no hablaran de ese escondite, habían habitaciones para esconderse, por si las cosas se ponían feas, al llegar a la puerta por donde saldría, con sumo cuidado la abre, no había gente en la calle, ella sale dejando la puerta bajo llave, se quita la capucha, y camina, al pasar frente al elegante restaurante, una voz conocida la detiene.
—Señorita Valdemar —el Gobernador venia saliendo del restaurante, los hombres elegantes igual a él, no le prestaron atención, se despidieron mientras subían a sus lujosos autos, cuando se quedaron solos, él se acerca más a ella —¿Alguna cita?
—No, me gusta caminar, estaba dando un paseo antes de ir a dormir.
Ella llevaba una sudadera negra, unos leggins negros y tenis del mismo color, él sonríe de medio lado.
—Apareció en el momento justo —ella frunce el ceño.
—¿De qué habla?
—Soy hombre y esta noche, tengo la necesidad de una mujer.
Ella deseaba darle una patada en las bolas, pero se contuvo, el sexo era su pasaporte para tener el control de Ravenport.
—No hay casa aún —lo mira como si realmente estuviera afligida.
—Iremos a un hotel, bueno en caso que haya cambiado de opinión.
Ella no estaba de humor para retozar en una cama, Viktor le había quitado el buen humor, para ambos hombres era un objeto sexual, pero se juraba que haría sentir al Gobernador de la misma manera... sólo como un objeto.
—De acuerdo Gobernador —él asiente.
—Le diré a uno de mis hombres que pida un taxi y la haga subir a la habitación del hotel, yo llegó luego.
Ella asiente.
*****
Lucrecia entra a la elegante habitación, estaba nerviosa, solo lo admite para ella misma, solo había tenido un hombre en su vida... su esposo, esta noche, otro hombre vería su cuerpo desnudo, entraria en él, se lleno de ansiedad y empezó a hablarse en su mente, no lo amaba, personalmente no le agradaba, no confiaba en él, pero por medio de él daría con los asesinos de esa noche, sexualmente lo deseaba, pero era su cuerpo, esperaba que pudiera hacer bien su trabajo porque si esa noche no le daba placer, le iba costar acostarse con él, se desnudo y se dio una ducha, por suerte habían pequeños tarros de crema, shampoo, se seco con la toalla, se cepillo el cabello, camina desnuda hacia la cama, en ese momento la puerta se abre, Lucrecia se queda congelada, no tenía con qué cubrirse, el Gobernador se detiene, sus ojos se oscurecen al verla totalmente desnuda, sus pechos erguidos como dos torres, su estrecha cintura, sus caderas y el centro de su intimidad, su cuerpo reacciona, no había hecho el amor desde un mes antes que Elena se marchará, sentía que solo de verla, tendría un órgasmo, se quita el saco, la corbata, la camisa, ella seguía en su sitio, él se acerca y la besa con hambre, mientras la pega a su cuerpo duro, ella sentía su enorme deseo pegado a su vientre, él la empuja al borde de la cama, la recuesta mientras se pone de rodillas, su enorme mano acaricia sus senos, su vientre, la otra mano le abre las piernas dejandola expuesta, ella cierra los ojos, sentía vergüenza, pero no quería demostrarlo, no podía echarse para atrás, suelta un jadeo al sentir una leve caricia en su centro, levanta un poco la cabeza y lo ve en medio de sus piernas, gime más fuerte al sentir su boca y su lengua, no sabia que estaba tan necesitada, su cuerpo esta tan excitado, no podía creer que el Gobernador fuera experto en dar placer con su lengua y su boca, las caderas de Lucrecia empezaron a moverse.
—¡Dios! —gritaba Lucrecia en medio del placer —¡No pares! —ella se sujetaba de las sábanas, sintió que la sangre se le agolpaba, que su cuerpo se contraia para explotar en la boca del Gobernador, en ese momento se dio cuenta que estuvo sollozando, él se baja los pantalones con su ropa interior y se pone el preservativo, Lucrecia está nublada por el deseo, a tenido un órgasmo, pero su cuerpo siente que no es suficiente, estuvo dormido por tantos años, y ahora quería lo que se había perdido en todo este tiempo, gimió cuando el Gobernador entró en ella, lo hizo de una sola estocada, eso a ella no le importó, al conocerse la excito más, el hombre se movía de una manera que la volvía loca, él besaba sus senos, mientras se movía fantásticamente, ella muerde los dientes al sentir que estaba próxima a un segundo órgasmo, sentía vergüenza, ya que era tan rápido, pero su cuerpo tenía vida propia, gimió, le enterró las uñas, sollozo mientras alcanzaba el segundo órgasmo, él no paraba de moverse, ella jadeaba, él se mueve y la coloca sobre él, ella sonríe, cierra los ojos y se deja llevar por el placer, lo escucha gemir mientras alcanza su órgasmo, Lucrecia con vergüenza se da cuenta que ha llegado por tercera vez.