La rendición de la reina

Capítulo 16

—¿Un regalo? —el Gobernador mira la caja con el listón rojo, desde su primer encuentro, no habían vuelto a verse a solas, ella lo evitaba, ya habían decorado la casa frente a la playa, así que no pudo negarse más.

—Ábrelo —él asiente, al quitar la tapa de la caja, frunce el ceño al ver lo que había adentro de la caja.

—¿Qué es esto? —pregunta molesto, mientras saca el collar de perro.

—Un collar para usted —sonríe —Vamos a jugar.

Él niega rotundamente.

—¡No me pondré eso! —ella sonríe, quería vengarse por que había hecho que su cuerpo deseará todos los órgasmos que le había regalado cuando hicieron el amor por primera vez.

—Perdí mi tiempo comprando ropa —se quita el abrigo que llevaba atado a la cintura, los ojos del hombre se oscurecen al ver la diminuta braga, transparente, no llevaba sostén, sus senos turgentes y apetitosos, ella sonrió al ver como crecia el bulto en el pantalón del Gobernador —Bueno, lo dejamos para otro día —cierra el abrigo e iba a atarlo.

—¡No! —el hombre excitado, procede a desvestirse rápidamente, quedando totalmente desnudo, ella no podía negar que él la excitaba solo verlo, sentia lisa su intimidad, por eso quería humillarlo, no quería que él tuviera poder sobre ella.

Ella toma el collar.

—Te lo pondré y harás lo que yo diga —él acariciaba su miembro, la deseaba, sentía su líquido mojar sus dedos, inclinó la cabeza y ella se lo puso, ella soltó una carcajada, pero gimió cuando él en un rápido movimiento la giro y la pego contra la pared, escucha como razga su ropa interior y entra en ella, sintió placer y eso la hizo volver sus manos un puño contra la pared.

Sentía las nalgadas, la manera en que entraba y salía, la hizo arquear su espalda para besar sus labios, sus manos sujetaban sus senos, mientras se movía con frenesí dentro de ella, Lucrecia quería tragar cada gemido, no quería que él escuchara como la volvía loca, pero su intimidad mojada se encargó de delatarla con el sonido que producía al entrar y salir de ella.

Cierra los ojos al sentir las contracciones en su vientre, el primer órgasmo, que le producía el Gobernador, sentía sus líquidos recorrer sus piernas, el hombre era experto en hacerla llegar como nunca lo hizo su esposo.

*****

—Te estuve llamando todo el día ¿Dónde estabas? —Viktor tenia el ceño fruncido, ella estaba sentada en su sillón abrazando sus piernas, mientras su mirada estaba fija en la televisión, estaba una película, aparentemente estaba concentrada viéndola, pero su mente seguía recriminandose en todo lo que hicieron en ese día con el Gobernador, llegó a su casa se dio una ducha tratando de borrar las huellas de él en su piel —Lucrecia.

Ella parpadea y mira a Viktor

—Draven —lo saluda hasta ese momento, estaba reaccionado y dándole cuenta que él había llegado —¿Pasa algo?

—Te he estado llamando todo el día ¿Porqué no respondes?

—No tengo por qué darte explicaciones —toma el mando del televisor y lo apaga —Voy a dormir, sabes que me molesta que entres a mi casa, la llave solo la debes usar en caso de una emergencia.

—¡Pensé que algo te había pasado!

—Ya te diste cuenta que estoy bien, cierra antes de salir.

Ella camina hacia su habitación, estaba agotada, pero relajada, Viktor tenia el ceño fruncido, ella no acostumbra salir sin avisar, eso le preocupaba.

****

—Te veo mas relajado —Fernando da una calada más a su cigarro, Alejandro tenía su vaso entre sus dedos, estaban sentados en la terraza de su casa, frente a la piscina.

—Lo estoy —da un sorbo a su bebida —Bueno, mi cuerpo, pero mi mente no deja de recriminarme que le estoy siendo infiel a Elena.

—¡Vamos Alejandro, no seas ridículo!, Elena te abandonó para revolcarse con otro hombre, te dejo a ti y a tu hija por otro pene.

—¿Tienes que ser vulgar?

Fernando ríe, mientras apura su bebida para llenar de nuevo el vaso.

—Contigo hay que ser bien explicativo, la mujer con la que te casaste, falto a sus votos matrimoniales, no le importó su hija, ni su esposo por un miembro nuevo, te lo digo menos vulgar, disfruta el tiempo con Lucrecia, no pienses que le fallas a Elena, ten seguro que cuando cabalga a ese tipo, no piensa en ti.

Alejandro esta furioso, las palabras de Fernando le dolían, no podía dejar de pensar en Elena acostándose con otro hombre.

—¡Puedes callarte! —se pone de pie y deja el vaso con fuerza en la mesita —Voy a dormir.

Fernando no se disculpó y no pensaba hacerlo, los tres se conocían de toda la vida, siempre le molestó la sumisión de su amigo con Elena, él siempre temía perderla como ella le decía siempre, al final terminó haciéndolo, pero estaba seguro que era porque se había aburrido de tener un perrito faldero detrás de ella.




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