La Rosa Blanca

Confesando secretos

El día transcurre lentamente.

Ana da vueltas por la habitación.

Lleva horas esperándole, pero él aún no ha aparecido. Empieza a creer que no vendrá. 

Alguien llama a la puerta. La reclaman en el piso de abajo. Han venido a buscarla. Pero solo es Daniel. Había olvidado que últimamente se veían casi todas las tardes.  

-Hola Dani, estaba esperando a otra persona –le saluda entre aliviada y decepcionada. 

-¿Decepcionada entonces? -bromea él. 

-No, más bien aliviada. Empieza a ser tarde, no creo que él venga hoy. ¿Nos vamos? 

-¿Él? -pregunta Daniel sin comprender.

-Luego te cuento -responde ella en voz baja antes de echar a anda en dirección opuesta a su casa. Su amigo no puede hacer otra cosa más que seguirla y aguantarse la intriga de a quién está esperando Ana.

Juntos salen del pueblo en dirección a su escondite en el acantilado. Pese a lo tenebroso del navío hundido en el centro del salado lago, el lugar ofrece intimidad. Además, también les atrae el placer que provoca hacer algo seguramente prohibido y secreto.  Pero cuando se acercan a la playa del acantilado, descubren que no están solos. 

-Oh, Me había olvidado por completo. Nicolás apareció ayer en la fiesta y le dije que nos veríamos esta tarde. Lo esperaba en mi casa. Debí imaginar que querría verme en algún lugar más íntimo.

-¿Apareció en la fiesta? -pregunta Daniel sorprendido- ¿A nadie le extraño?  

-Al parecer cualquiera bien vestido puede colarse allí. Solo necesitas un traje elegante y transmitir seguridad. Entró y salió por la puerta principal y, aparentemente, nadie reparó en él. Menos Guillermo, claro. Pero solo porque nos vio juntos en el balcón.  

-¿Y qué hacíais en el balcón?  

-Nada que no se pueda contar –ríe ella.  

Mientras están charlando, la figura que espera en el acantilado se ha ido acercando sin que ellos lo perciban.  

-Hola Ana, Daniel. ¿Estabais hablando de mí?  

Los dos jóvenes se miran cómplices antes de negarlo inútilmente. Nicolás sonríe divertido.  

-Oh, Nicolás, ya me había olvidado de que nos veríamos hoy -miente Ana mientras cruza los dedos para que Nicolás no se dé cuenta de ello. Por suerte, la presencia de Daniel juega a su favor.

-Es obvio que ya tenías planes. ¿Vosotros dos siempre vais juntos? -pregunta el pirata, quien empieza a creer que el pescador es más la sombra que proyecta la joven que una persona real.

Ninguno de los dos responde a la pregunta. La presencia de Nicolás arruina sus planes del día. ¿Pueden confiar en él para revelarle su secreto? 

-Te estuve esperando en mi casa -confiesa ella tras un corto silencio-. Por un momento se me olvidó que es mejor que no nos vean juntos en público.

-No pasa nada. No tienes que disculpare por ello -la tranquiliza él-. Yo también acabo de llegar. Este es el único lugar donde sé que nadie vendrá a molestarme.

-si estás buscando un lugar donde esconderte, nosotros conocemos uno todavía más secreto que esta playa -le confiesa Ana.

-¿A sí? Me encantaría conocerlo.

-¿Estás segura de que es buena idea mostrarle nuestro escondite? -le susurra Daniel a su lado.

-Es un amigo. Yo confío en él.

-Pero apenas le conoces, y es un pirata. No deberías fiarte de su palabra.

-Sin embargo, mi instinto me dice que puedo confiar en él. ¿Confías tú en mí?

Daniel asiente como respuesta y, sin perder más tiempo, los tres se dirigen hacia la entrada secreta en la roca.

                                                                                     

No hay muchos lugares donde esconderse en la gran playa de Alle, precisamente. Tres kilómetros de arena desde el puerto hasta el acantilado, que terminan en una pradera de baja hierba y campos de cultivo donde los árboles son más bien escasos.  

El único lugar desde donde se podría vigilar sin ser visto, es la cima del acantilado. Pero allí es donde se encuentra el palacio de los condes.  

 Aun así, Edward se las ha arreglado para poder espiar a su hermano. Sabía que ocultaba algo, pero nunca se habría imaginado eso. ¿Qué tramarán esos tres en esa playa semioculta por las rocas del acantilado?

Desde donde se encuentra solo puede verlos, pero no oírlos. Por desgracia, pues la conversación parece de lo más interesante. Tendrá que interrogar a Nicolás al respecto más tarde. 

Los tres muchachos se han colocado en corro, de pie sobre la arena, de modo que le es imposible distinguir sus caras. Aun así, no le cabe la duda de que uno de los miembros del grupo es una mujer, más bien joven y de buena familia. Mientas el otro chico es, a las claras, un pescador del pueblo.   

Nervioso comienza a morderse las uñas. Si pudiese acercarse más.... Pero eso podría descubrirle. 

De repente los tres chicos se acercan al acantilado y salen de su campo de visión.  

                                                      

-Ese pirata asesino está en la puerta –le anuncia Peter a su madre- ¿Le dejamos pasar, o alertamos de su presencia en el pueblo? Ten en cuenta que es el culpable de la perdida de varios barcos y marineros, de las mercancías que iban en ellos y, de otras tantas que no han podido ser cargadas por el miedo de las tripulaciones a ser atacados, lo que nos ha causado grandes pérdidas económicas. 

-No hace falta Peter. Déjale entrar. Veamos que tiene que decir, luego podemos encerrarle y denunciar que está aquí. 

-Si ese es tu deseo, madre. No tengo nada más que añadir -responde su hijo no muy seguro de que puedan encerrar al pirata hasta que llegasen las autoridades en el caso de tener que hacerlo.  

Peter va a buscar a Cristian, quien espera en el recibidor de la casa.  

-No sé a qué has venido, pero más vale que sea en son de paz o no saldrás de esta casa tan libre como has entrado –le amenaza sin miedo. 



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En el texto hay: romance, amor, piratas y tesoros

Editado: 04.10.2020

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