La Rosa Blanca

La advertencia de Rosa

Rita acude al recibidor para atender a Cristina. Su visita es toda una sorpresa. Y, más aún, que Guillermo la acompañe. 

-¿Dónde está Ana? -pregunta el muchacho nada más entrar.  

-Ha salido –responde la anfitriona-. Simplemente se aburrió d esperar a que viniese. 

-Oh, lo siento. Me olvidé de que le prometí que vendría. 

-No se preocupe. No tardará en llegar. Si lo desea puede esperar en el salón. Arriba, mano izquierda. 

-Muchas gracias –responde él y se despide. 

-Bueno, nosotras iremos a la salita. Es más cómodo -añadió Rita dirigiéndose a Cristina. 

Dicho y hecho. Las dos mujeres se sientan en los cómodos sillones de la acogedora salita de la planta baja. 

-No tenía planeado venir –confiesa Cristina- pero era la excusa perfecta para traer a Guillermo. Su padre y yo opinamos que debería prestar más atención a Ana, aunque sea por mantener las apariencias. 

-En eso estamos de acuerdo. ¿Qué dirá la gente si nunca los ve juntos? 

-Exacto, Rita. Pero centrémonos en lo importante. He traído algunas muestras para el vestido de Ana. Estoy segura de que te gustarán. 

-¿No es un poco pronto para centrarse en el vestido? -pregunta Rita mientras la condesa extiende sobre la mesita los pedazos de tela- ¿No hay cosas más urgentes e importantes en las que centrarse? 

-Oh, no. El vestido tarda un tiempo en ser confeccionado y, ya han pasado dos meses desde la pedida. Créeme que no es pronto para pensar en ello. 

-En ese caso, déjame las muestras y te diré cuál me gusta. 

-En realidad, yo estaba dudando entre estas –comenta Cristina señalando dos telas completamente opuestas. Una es de seda, delicada y un poco transparente y vaporosa. La otra lisa, opaca y firme. 

-¿Y si las combinamos? -Pregunta la madre de Ana a quien ambas telas le parecen perfectas. 

-Podría quedar bien. Entonces decidido. Mañana mismo pediré las telas y comenzaremos con los bocetos del modelo. 

En ese momento se escucha la puerta de la calle. Ana se asoma a la salita al ver que tienen visita. 

-Hola mamá, hola Cristina –saluda. 

-Hola Ana. Estamos mirando telas para tu vestido –le confiesa su madre. 

La joven se acerca a la mesita y las mujeres le muestran las telas que han elegido. Realmente son perfectas. Por una vez Cristina ha acertado con su criterio.  

-Por cierto, Guillermo está arriba con tu abuela –le informa Cristina- tenía entendido que hoy habíais quedado. 

La muchacha le da las gracias y se dirige a las escaleras para reunirse con su prometido. E había olvidado completamente de Guillermo. Pobre Rosa, sola con él a saber cuanto tiempo. Sube los escalones de dos en dos para poder liberar lo antes posible a Rosa de su invitado. 

                                                                                               

Guillermo entra en el salón.

 Rosa está sentada junto a la ventana. No parece percatarse de su presencia.  

El joven mira a la fantasmal mujer. ¿Estará viva?  Siempre le ha parecido un poco rara, pero nunca había estado a solas con ella. 

Él se sienta en un sillón cerca de la puerta a la espera de que su madre y Rita terminen su reunión. 

-Ana no está -le informa la mujer sin volverse.

-Lo sé -responde él-. Me ha dicho Rita que la espere aquí.

-Verás Guillermo, no me ces nada bien. Tienes suerte de que no sea yo quien decide con quien se casa mi nieta. Ella me cuenta cosas. No te creas que no me entero de nada. Como se te ocurra hacerle daño, me aseguraré de que lo pases realmente mal -le amenaza Rosa con una voz tan tranquila y pausada que carece de emoción alguna.

Guillermo guarda silencio. ¿Qué le habrá contado Ana a su abuela? ¿Sabrá lo de sus flirteos en las fiestas del alcalde?, o tal vez sea porque no le hace mucho caso. ¿Le habrá contado lo que pasó en la última fiesta? Decide no darle importancia. Se tata de una mujer mayor, deprimida y delicada, es decir, totalmente inofensiva. ¿Qué podría hacerle ella a él, un chico joven y mucho más fuerte? Sin embargo, hay algo en esa mujer que transmite respeto. El chico se limita a mirar al infinito esperando a que Ana regrese pronto. Mientras, en la habitación se ha instalado un incómodo silencio que ninguno de los dos parece dispuesto a romper.

Tras un rato que se le hace eterno, unos pasos en la escalera le alertan de que alguien se acerca. Él se incorpora con el deseo de que sea Cristina. Tener a esos fríos ojos grises vigilándole le empieza a dar verdadero terror. 

-¡Ana! -exclama al ver entrar a la muchacha- menos mal que has llegado. Tu abuela me estaba empezando a asustar. 

-Hola Guillermo. Ya no esperaba que vinieses –le saluda ella desde la puerta intentando que no se note que no esperaba verle allí. 

-No pude venir antes –miente- tenía que ayudar a mi padre con unos asuntos familiares. Por cierto, tu madre me dijo que habías salido. 

-Sí, vengo de dar un paseo. Como no venias decidí tomar un poco el aire.  

-Estuviste con Daniel, ¿verdad? -pregunta él intentando no parecer celoso.  

-La verdad, no te importa con quien estuviese. Es mi vida. Ya te lo he dicho, puedo pasar mi tiempo con quien quiera. ¿Vamos a discutir otra vez por eso?  Te hice venir para hablar sobre el control de tu madre sobre la boda, no sobre mis amistades –le recuerda ella irritada. 

-En realidad sí que me importan tus amistades. En pocos meses serás mi esposa –Ella suspira harta de esa escusa-, y me veré afectado por ello. Y respecto a mi madre, solo quiere ayudar. Así que no voy a decirle nada –responde él para llevarle la contraria. 

-¿Me estás pidiendo que deje de ver a Daniel? -pregunta Ana incrédula. 

-Eso mismo. Aunque en realidad no es una sugerencia, es más bien una orden –responde el joven con tono tranquilo. 



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En el texto hay: romance, amor, piratas y tesoros

Editado: 04.10.2020

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