La Rosa Blanca

El rescate

-Hola Daniel -saluda Rita al abrir la puerta-. Si buscas a Ana, no está.  

-Lo sé, ya me enteré. Lo siento mucho Rita, seguro que al final todo se arregla. En realidad, venía a ver a Rosa. 

-¿A Rosa? -pregunta la mujer, sorprendida. 

-Sí. Sé que ella y Ana estaban muy unidas y... -intenta buscar una excusa creíble. 

-Pasa –le indica Rita para ayudarle a salir del apuro-, se alegrará de verte. Espero -añade casi en un susurro. 

Daniel sube al salón de Rosa, no está muy seguro de qué le dirá al llegar. Sin embargo, debe hablar con ella.

La mujer se encuentra junto a la ventana, como siempre, sentada en su sillón con la mirada perdida en algún punto del infinito.  

-Rosa, ¿está bien? -pregunta él acercándose a la anciana-, ya me enteré de lo que le pasó a Ana. Por eso he venido. Lo siento, de verdad. Espero que la encuentren pronto.

-Hola Daniel –saluda ella sin volverse-, gracias por haber venido. ¿Te lo ha contado Rita?  

-En realidad no ha sido ella, ha sido… Bueno, no importa quien fuese. En realidad, estoy aquí porque tengo un plan para rescatarla y necesito su ayuda para rescatarla. 

-¿Ha sido ese chico, verdad? Ese que ha venido a verla alguna noche, con el que la vieron hablado en casa del alcalde. ¿No es así?

Daniel no responde. La anciana, pese a aparentar estar en otro mundo, parece alguien muy perspicaz.

-¿Y en qué consiste tu plan? –pregunta ella curiosa.  

-Pues, la verdad…. No puedo contárselo Rosa. Lo siento. La eficacia de un plan de rescate está en el factor sorpresa. Solo venía a ver como estaba y, a pedirle que no acepte el chantaje de los piratas. No debe acudir mañana a la cita.

-¿Cómo sabes que quieren verme? –pregunta la anciana sorprendida. 

-Me lo ha comentado Rita cuando he llegado a su casa–miente intentando salir del apuro. 

-Ya veo -comenta Rosa sin creerle del todo-. No es tan sencillo, Daniel. Supongo que imaginarás que, si no acudo a la cita, eso traerá consecuencias para mi nieta, ¿no?

-Lo sé, pero no debe preocuparse por eso. Ya le he dio que tengo un plan.

-Eres valiente, Daniel. Agradezco tu ayuda, pero tu solo no puedes enfrentarte a ellos. No tengo más remedio que aceptar sus condiciones por el bien de mi nieta.

El joven permanece callado un largo rato reflexivo. No duda de la valentía de la anciana, pero debe convencerla de que no cometa semejante locura.

-Entonces, ¿les dará a los piratas lo que quieren? -pregunta rompiendo por fin el silencio-. Ana me lo ha contado todo. Se que es valiente, qe ha tenido trato con piratas con anterioridad y, me puedo imaginar que quiere el capitán Nis de usted. ¿Puedo preguntarle algo?

-Adelante – es todo lo que responde ella.

-¿Puede proporcionarles a los piratas aquello que le han pedido a cambio de la libertad de Ana?

-No, no puedo.

-Entonces no sirve de nada que vaya usted. Confíe en mí. Lee devolveré a su nieta sana y salva.

La seguridad del joven pescador en que su plan de rescate dará resultado, conmueve a Rosa. Él tiene razón, ¿qué cambiaría el ir a la cita, o no acudir, si no puede darles lo que quieren? Solo se estaría poniendo en peligro a si misma y a su nieta. Además, Peter tampoco se lo permitiría. El plan del chico es su única esperanza de recuperar a Ama.

-Daniel, por favor, tráela con vida. Eres mi única esperanza –cede ella consciente de que él no va a revelarle nada más. 

-Te lo prometo.

Rosa observa al joven salir del salón con paso firme y seguro. Cuanto ha crecido, ya no es un niño. ¿Logrará cumplir su palabra? Pobre chico, no sabe donde se mete. Lo más probable es que los piratas acaben con él. Pero es su única esperanza. No confía en que el conde les ayude, y su hijo no tiene nada que hacer contra los piratas. El joven pescador no es un rival para Cristian, pero, si está tan seguro de su plan, será porque tiene un as bajo la manga. Ahora solo le queda esperar y desearle toda la suerte posible.

                                                                                                               

Falta poco para el amanecer cuando la puerta de la despensa se abre.

Ana se encuentra dormida apoyada entre varias cajas de fruta.

-Ana despierta, es la hora –la llama una voz familiar mientras alguien la sacude suavemente. 

-Nicolás, ¿qué pasa? -pregunta ella todavía medio dormida. 

-Es la hora -repite él.  

-¿Ya? ¿Tan ponto? -pregunta ella desorientada.

-Nos están esperando. He convencido a mi padre para que me dejase venir a buscarte. Quiere verte en su camarote.

-¿Me vas a dejar sola con él? -pregunta ella preocupada.

-Tranquila, no te hará nada. Solo debes cumplir tu papel.

-¿Podemos repasar el plan una última vez? -pregunta Ana buscando ganar algo de tiempo.

-Por supuesto. Has de convencerle de que estas dispuesta a colaborar, que tienes las respuestas que busca y que piensas contarle lo que sabes.

-Pero, ¿eso no es contarle la verdad?

-¿Y? La verdad consiste en un barco medio hundido en una cueva secreta, lleno de cadáveres de roedores y polvo. ¿Qué más da si lo sabe o no?

-Pero era nuestro lugar secreto -se queja ella.

-Lo sé. Pero, ¿Qué importa más, tu vida o nuestro secreto?

Ana abre la boca para protestar, pero no puede replicar ese argumento.

-Vamos -le apremia Nicolás-. Te están esperando.

Ana suspira. Intentando controlar sus nervios le sigue por el barco hasta el despacho de Cristian.  

Fuera la noche empieza a clarear. No hay luna, pero aun así se ve perfectamente sin necesidad de una vela. 

Nicolás entra en el despacho sin llamar. Su padre se encuentra de pie contemplando la maqueta de su preciado navío.

-Padre, ¿no querías ver a nuestra invitada? -pregunta el joven para llamar su atención.



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En el texto hay: romance, amor, piratas y tesoros

Editado: 04.10.2020

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