La rosa blanca y el colibrí azul

Capítulo 6

Mientras la princesa Margaret no dejaba de abrazar a los recién casados, Stefan se limitaba a cargar en brazos a la pequeña Sophie; la niña huérfana que Dorian había cuidado durante el tiempo que fue Duque de Tornes en su natal Saltori.

Estaban por partir en su luna de miel y un buen viaje y mucha felicidad era lo que más les deseaban. La pequeña Sophie alzo los brazos hacia Dorian y él la recibió muy animado. Ya que no cargaba más con ella, Stefan aprovechó para acercase a su hermana y brindarle un abrazo.

La princesa le aseguro que estarían bien y el príncipe no dudo de su acompañante.

Desde el portón, Simón observaba todo en su papel de secretario real, aunque en el fondo se sintiera igual de emotivo que el resto. Quien no aparecía en escena era Valentina. La chica no había querido salir de su habitación. Odiaba las despedidas así fueran amigables, aunque ese no era el motivo exacto por el que no se encontraba abajo.

Recostada sobre el piso de su habitación, solo podía observar el techo lleno de detalles barrocos y el candelabro moderno que extrañamente hacía juego con la estética antigua.

Tenía los brazos estirados a ambos lados y su mano derecha sostenía la canción sin terminar.

Lo había olvidado. Con todo el tema de la boda y el disfrute de anoche, por un momento olvido que día era, pero la canción la trajo a la realidad de golpe.

¿Cuánto tiempo le quedaba? Ni siquiera lo sabía.

Debía haber vuelto a casa hace meses, pero estuvo haciendo tiempo intentando no pensar en el momento en que tuviera que despedirse.

¿Cómo iba a decírselo? No tenía idea.

Algunas veces alardeo con que su tiempo en Rosnia era temporal, pero ahora no tenía el valor de lanzar el tema sobre la mesa.

Un suave toquido a la puerta la distrajo de sus pensamientos.

Alzó levemente la cabeza y con los ojos fijos en la entrada dijo:

—Adelante.

La puerta se abrió y por una pequeña rejilla, la princesa Stella apareció asomando su cabeza.

—Vale —saludo con esa sonrisa tan característica de ella—. ¿Puedo pasar?

—Siempre —contestó la guardia, dándose la vuelta sobre el suelo y luego levantándose de poco en poco—. ¿Ya es hora?

—Sí, pero hice un poco de tiempo para venir a verte —explicó y se adentro a la habitación, buscando asiento en la orilla de la cama—. Me sorprendió no verte abajo.

Valentina se acercó a ella. Le acompaño sentándose a su lado.

—Me disculpo por eso. No me sentía bien —explicó—. Cosas mías.

No esperó a que la princesa le dijera algo más. Dejó que ella le pasara el brazo por la espalda y colocará su cabeza sobre su hombro.

La princesa usaba guantes en las manos, pues su don para leer personas con solo tocarlas a veces solía marearla si no tenía cuidado. Ella conocía mucho sobre su guardia, tal vez incluso más que Simón —quien la conoció en un momento crucial al contratarla— o que Stefan, —a quien le tenía mucho cariño—. Valentina se había dejado leer por Stella para asegurarle que podía confiar en ella y por ese motivo conocía sobre varios de sus secretos, incluidos esos que le carcomían por las noches.

Ver a su guardia desanimada, solo le hacía comprender que era uno de esos días en los que el pasado le pesaba y le dolía.

—¿Qué es eso? —preguntó Stella al ver la hoja doblada entre los dedos de Valentina.

—¿Esto? —observó el papel y lo desdobló para enseñárselo—. No la he terminado.

—¿Tu la escribiste? —exclamó la princesa perdida entre las letras— Es hermosa.

—No. Es dolorosa.

Stella bajó lentamente la hoja y observó a Valentina mirar a la nada.

Le hubiera gustado decir que la comprendía, pero la verdad era que no. Hubo un tiempo en que parecieron entenderse en su dolor, con la diferencia que Vale hizo hasta lo imposible para que su historia no se repitiera en la de la princesa y ella pudiera ver a Dorian vivir.

Pese a que Stella le estaba agradecida, a veces sentía la necesidad de apoyarla en sus heridas invisibles, aunque no estaba segura de cómo.

—Lo siento mucho —pronunció bajito y una sonrisa triste se plantó en la guardia.

—Algún día estaré bien —confesó y apretó su mano enguantada— Pero no hablemos de mí. Mejor cuéntame, ¿estas emocionada por tu luna de miel?

Stella le observó un par de segundos. Lo estaba haciendo de nuevo. Se mostraba vulnerable y luego la culpa se instalaba en ella, haciendo que cambiara de tema para que pudiera ocultar sus verdaderos sentimientos.

Para Stella hubiera sido fácil quitarse el guante y leerla, pero así no funcionaba su dinámica y sería una falta de respeto a la confianza que se tenían. Así que la princesa, simplemente esperaba que algún día, abriera su sentir, tal como ella lo había hecho durante el tiempo que creyó que perdería a Dorian.

Suspiró un poco y decidió corresponder con un gesto más animado.

—Estoy feliz —pronunció la princesa—. Pero si he de confesarte algo, me preocupa más Dorian.




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