Donde una pequeña conversación desata muchos pensamientos
Después de llorar tres veces y pedir un par de antojos, Stella y Dorian finalmente partieron del castillo rumbo a Fairspren, donde pasarían su luna de miel.
Stefan ya estaba en su despacho, observando desde la ventana cómo el auto de ellos se alejaba.
Ese día no estaba destinado a trabajarlo, pero era el príncipe heredero, y siempre había algo que lo hacía meterse en el despacho.
Levantó la comisura de sus labios solo de un lado y admiró, satisfecho, la felicidad de su hermana.
Algo bueno después de los años complicados en los que tuvo que entregarla como prometida de Donovan Lastroke. Menos mal pudo recuperarla y salvar su vida.
Un toquido se escuchó. Sin mover más que los ojos, observó la puerta y dio permiso para que entraran.
Simón iba llegando con su usual portapapeles en brazos. Tenía la mirada serena, pero firme, símbolo de que se trataba de un tema urgente.
—¿Qué sucede? —preguntó el príncipe antes de que el secretario llegara hasta él.
—Una urgencia en la frontera —explicó—. Un grupo armado atemorizó al pueblo de Zafrán, y los marqueses y vizcondes que colindan la zona quieren una audiencia contigo para tratar el tema. Sé que habías pedido el día de descanso después de la boda de la princesa, pero esto…
—Entiendo. Organiza todo para que la reunión se lleve a cabo en dos horas.
—De acuerdo.
—¿La guardia real ya está enterada?
—Ese precisamente es el tema —informó Simón con un tono dubitativo que llamó la atención del príncipe—. Algunos comandos se desplegaron, pero los nobles no quieren que ellos se hagan cargo.
—¿Cómo?
—Creen que atemorizarán a la gente.
—Si la guardia real no se hace cargo, ¿quién creen que lo hará?
—Valentina.
Se hizo un silencio tenso.
Los ojos de Stefan se entrecerraron y su mandíbula se endureció.
—¿Quién lo pide?
—El marqués de Rabbiel y el vizconde Hutch.
Stefan se pasó una mano por la nuca y luego suspiró hondo.
—¿Dónde está Valentina?
—En el lago. También tenía el día libre.
—Llámala. Quiero que esté presente en la audiencia —ordenó, dándose la vuelta para mirar por la ventana una vez más.
—Como pidas —finalizó Simón y salió del despacho.
Stefan observó un poco más por la ventana. Sí, siempre había algo que hacer estando a cargo del reino. Pero bueno, después de todo, el día anterior no había sido su boda y él no estaba casado, así que no había excusa. Su atención y compromiso estarían siempre con su nación.
***
Una hora más tarde ya estaba bajando los escalones directos a la entrada principal. Aún tenía buen tiempo, pero él siempre tenía un gusto por ser el primero en llegar. Iba acomodando su reloj en la muñeca cuando la voz tranquila de Farah le hizo frente.
—Su alteza, es un gusto verlo, pero ¿puedo preguntar a dónde tan apurado?
Stefan se volvió a verla. Por un momento olvidó que era una invitada en el palacio después de la boda, y que estaría de visita un par de días más. Anoche, platicando durante el baile, comentaron algo sobre visitar el bosque aledaño. Sin embargo, al parecer no iba a ser posible.
Se regañó mentalmente por su descortesía.
—Saludos, princesa Farah —se apresuró a decir—. Lamento mi falta de memoria. Surgió un asunto importante y requieren mi presencia para solucionarlo.
—Oh, comprendo. Cosas del reino —dijo serena.
—Cosas del reino —confirmó Stefan, más aliviado—. Pero siéntase bienvenida; la princesa Margaret seguro será una excelente compañía.
—Por supuesto. Mi tía es maravillosa —atinó a decir mientras se acercaba a él—. Si no es mucho pedir, y si se desocupa pronto, estaría encantada de pasar una velada con usted.
—¿Conmigo?
Farah asintió y Stefan se sintió inquieto.
—Hay muchas cosas más divertidas en el reino que encerrarse en este palacio conmigo.
—Entonces pasemos la velada fuera del palacio —propuso, y Stefan se arrepintió de haberle dado la idea—. Como amigos, por supuesto.
Él le analizó los ojos claros y la sonrisa entusiasta. No negaba que era linda, pero, por alguna razón, no creía que estar a solas fuera de un evento social fuese lo mejor.
—Yo…
—No acepto un “no” como respuesta. Soy su invitada y me gustaría conocer un poco más del reino al lado de quien lo dirige. ¿Quién mejor que su alteza para conocerlo?
Claro, sería lo más lógico, pensó Stefan, de no ser porque ni siquiera yo lo he recorrido a solas. Y cómo hacerlo, si había vivido la mayoría de su vida encerrado en ese palacio por orden de sus padres. Pero no se lo dijo para no desilusionarla.
Resignado, se limitó a asentir.
—De acuerdo —dijo, tratando de sonar convencido—. Me… agrada la idea. Pero en este momento no puedo asegurarte un horario de vuelta.
—Oh, no hay problema —respondió inclinándose un poco hacia él, pero el príncipe se alejó unos centímetros—. Ya lo dijo antes, su alteza, mi tía es una excelente compañía.
—Hasta entonces.
—Hasta entonces, su alteza —se despidió de él con una caricia en el brazo.
Farah pasó a su lado y se dirigió hacia el comedor, donde se encontraba la princesa Margaret acompañada de la pequeña Sophie y Alondra, la nana de la bebé.
Stefan se giró para verla avanzar, pero se sorprendió al encontrar la bajita figura de Valentina haciendo una reverencia para la princesa Farah cuando pasaba frente a ella.
La princesa saludó de soslayo y no se inmutó en su andar.
Luego, Vale levantó la vista y sus ojos castaños coincidieron con los de Stefan. Este se sintió paralizado solo por un instante, hasta que la vio caminar hacia él.
—¿Hace cuánto estás ahí? —escrutó al tenerla de frente.
Valentina se encogió de hombros. Stefan notó que tenía la nariz ligeramente roja y los ojos más brillosos, pero no indagó en ello.
—El tiempo suficiente —respondió serena.
—¿Cuánto es “el tiempo suficiente”?
—El tiempo suficiente —repitió con un tono burlesco.
Stefan bufó, meneó la cabeza, chistó la lengua y comenzó a andar. Valentina sintió ganas de reír, pero esperó a que el príncipe avanzara un poco para poder alcanzarlo.
—Camina. Tenemos prisa.
Valentina apresuró su paso con la sonrisa en la cara, pero la tensión en el cuerpo.
Stefan continuó su andar con una mueca en el rostro y el pulso acelerado.
Ninguno de los dos habló de cómo realmente se sentían.