La rosa blanca y el colibrí azul

Capítulo 11

Donde lo evidente se disfraza de amistad.

Durante el camino de regreso al castillo, Farah se animó a preguntarle a Stefan sobre sus gustos y en especial de astronomía. Una vez que el príncipe comenzó a hablar, la guardia tenía razón, no hubo vuelta atrás.

Habló y habló y habló de estrellas, asteroides y planetas y para Farah fue como escuchar a un niño emocionado. Le pareció encantador.

Nunca antes le había escuchado hablar demasiado y admitía que era sorprendente.

Pero al mismo tiempo, una pequeña oleada de arrepentimiento se instaló en ella. Le debía una a la chica guardaespaldas.

Apenas bajaron del auto, Stefan fue el primero en ayudarle brindando su mano.

—La pase bien —le dijo y Farah se sonrojo de la sinceridad, agradecía que fuese de noche y no lo notará—. Debes estar agotada, te dejaré descansar.

—Espera —pidió tomándolo del brazo—. Es un tanto pronto, pero, ¿podríamos volver a salir como hoy en un futuro? Puedes escoger el lugar que desees.

Stefan le observo un momento. Sus ojos color miel brillaban expectantes a su respuesta. No quería decirle que no, pero tampoco se imaginaba más días como esos.

—Bueno, supongo que sí…

—Genial —sonrió la princesa con ternura—. Como yo decidí en esta ocasión, tú puedes organizar la próxima… —pero las palabras quedaron en el aire cuando siguió la vista del príncipe que observaba detrás de ella.

La guardia estaba intercambiando un par de palabras con su soldado. Luego la vio acercarse a donde ellos. Farah se sintió un tanto indignada y giró para hablarle.

—Ya puedes irte. Hemos llegado con bien al castillo —soltó con una forzada sonrisa.

Valentina detuvo su paso y la miró con ojos bien abiertos.

—Ella tiene su habitación en el palacio —informó Stefan y Farah se volvió a verlo.

—Ah, ¿sí?

—Sí, de esa manera puede protegernos siempre.

—Ya veo…

—Yo me retiro, sus altezas —hablo Vale detrás y Stefan frunció el ceño de nuevo.

Hizo una reverencia y se apresuró a salir de escena. Ahora Farah lo tenía claro; no se acercaba a ellos, sino a la entrada. Sintió el bochorno subir a su rostro.

—No lo sabía —se apresuró a decir echándose aire con la mano.

—Descuida, es poco común que una guardia tenga una habitación en la misma área que los nobles del castillo —explicó Stefan—. Pero así me siento más seguro.

A Farah le costó encontrar las palabras para responder a eso. Entendía que su problema no solo era la constante cercanía de la guardia con él, sino también el vínculo y el hecho de que compartieran espacio en el mismo castillo.

Suspiro hondo. Las cosas saldrían bien. Después de todo, ella iba a renunciar.

***

De pie frente a la escalinata principal y con las manos en los bolsillos, Stefan observó cómo Farah era acompañada por su guardia al ala de invitados donde se hospedaba.
El pelo largo y castaño claro le ondulaba con el viento de una forma muy bonita.
Pero no era su figura la que permanecía en sus pensamientos en ese momento. Primero bajó la mirada y luego miró hacia el interior del castillo. Todavía tenía energía y estaba de buen humor. Podía hablar con ella.

Subió los escalones y se adentró al vestíbulo.

Pasó por los pasillos de siempre y tomó más escaleras hasta dirigirse a las habitaciones. Todavía había servidumbre que le daba las buenas noches a su paso y él, a diferencia del resto de su familia —salvo por Stella—, tenía la cortesía de devolverles el gesto.

Iba directo al lado contrario de su pasillo, justo donde Simón y Vale tenían habitaciones una frente a la otra, pero no llegó hasta ahí. El sonido proveniente de la habitación que se le había adaptado a la princesa Margaret lo detuvo. La puerta estaba abierta y, en el umbral, ella se encontraba de pie con los brazos cruzados y una mirada muy tierna.

Se escuchaba el sonido de la televisión, específicamente un programa para niños y un par de risas sinceras.

Por alguna razón se acercó, y apenas lo vio, la princesa le hizo una seña con los ojos para que mirara adentro.

La pequeña Sophie veía muy atenta su caricatura favorita. En sus brazos abrazaba un peluche de perro, el mismo personaje que estaba en emisión en ese momento, pero no era la única que se divertía.

A su lado, Vale se encontraba recostada boca abajo, con los pies ondeantes y las manos sosteniendo su cabeza. Ella también reía junto a la pequeña mientras veían la televisión.

—¡Oh, no! Se va a caer —exclamó jugando y Sophie le imitó.

—¡Cayó! —señaló Sophie con su dedo hacia la pantalla.

El perrito de la caricatura, efectivamente se cayó y las dos dieron un respingo divertido a modo de juego.

—Son como dos niñas pequeñas —susurró la madre del duque.

—Una es una niña pequeña —aclaró Stefan sin dejar de verlas. Admitía que le era tierno verlas divertirse juntas.




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