Donde el cielo escucha lo que él no admite.
Stefan permaneció en el pasillo, inmóvil.
—Ah, el título… —murmuró para sí mismo—. Solo lo usas cuando estás enojada.
Durante unos segundos solo pudo mirar la puerta cerrada, con la respiración inquieta y un nudo en el pecho.
No lograba entender que acababa de suceder.
Quizá lo mejor si sea irse a dormir.
De pronto la puerta de enfrente se abrió. Por el umbral apareció Simón, con un pantalón de pijama y un suéter tejido color azul cielo.
O quizá no.
—¿Todo bien? —preguntó el secretario.
Stefan respiró hondo, intentando recuperar la compostura.
—Sí… solo fue un malentendido.
Simón se recargó en el marco y lo observó de arriba abajo, notando el gesto tenso y la mirada perdida.
—No lo parece.
—¿Estabas escuchando?
—Discutieron frente a mi puerta.
—No fue una discusión —atajó el príncipe, pero Simón alzó una ceja.
Stefan esbozó una sonrisa.
—¿Te gustaría acompañarme afuera? El cielo está despejado esta noche.
—¿A ver las estrellas? —preguntó Simón.
Stefan se encogió de hombros.
—A ver algo arriba que me recuerde porque tengo que regresar a trabajar mañana.
El secretario le imitó y cerró la puerta de su habitación.
***
—Sin mí no habrías sobrevivido ni dos días como sucesor de la corona —espetó Simón y eso provocó una ligera risa en Stefan—. Parecías un cachorro asustado en tu primer día aprendiendo lo que Eddy aprendió durante años.
Stefan alejó la vista del telescopio y miró de soslayo a su mejor amigo.
—Imagina que renuncio a mi derecho y decido dejarte la corona. Seguramente también hubieras puesto la misma cara —dijo Stefan volviendo a mirar por el lente.
Simón meneó la cabeza.
—La diferencia entre tu y yo, es que yo conocía muchas de las normas. Incluso antes de convertirme en el secretario de tu hermano.
—Y como no. Pareciera que naciste para el puesto.
Simón sonrió ante el comentario.
—Me gusta lo que hago —confesó—. Me gusta estar aquí. Aprendí de mi padre, pero para mí es divertido trabajar a tu lado. ¿No crees igual?
De nuevo, Stefan dejó de mirar para observar a su amigo. Una sonrisa salió de sus labios.
—Me alivia saber que cuento contigo.
—Pero no te gusta lo que haces.
Stefan no respondió. Irguió la espalda y luego paso a cambiar de posición sentado sobre el pasto. Sus dedos arrancaron un poco de césped, enrollando pequeñas tiras verdes, pellizcándolas y hasta lanzando en trocitos una a una. Se había hecho la misma pregunta una y otra vez, siempre tratando de encontrar la respuesta, pero solo podía justificarse sin convencerse.
—Es solo que… nunca imagine que algún día me pondría la corona —mencionó lento—. Ni siquiera imaginaba cual podría ser mi futuro. Siempre pensé que mi vida estaría atada a las paredes de este castillo y cuando hubiera sido grande, quizá heredar un ducado y luego encerrarme de nuevo entre cuatro paredes, pero de otra mansión. Sin más motivos o esperanzas. Únicamente cumplir con lo que mi padre o mi hermano pidieran.
Esta vez fue Simón quien hizo un silencio antes de responderle. Le hubiera gustado decirle que lo comprendía, pero la verdad era que no. A diferencia del príncipe, siempre estuvo interesado en lo que su papá hacía y aprendió con solo observarlo. Y si su padre no dejaba su puesto, estaba seguro que seguiría a Stefan hasta el puesto que le correspondiera, solo porque le gustaba jugar con él. Porque era su mejor amigo y porque siempre que tuviera la oportunidad, sería su mano derecha.
Pero una parte de él, también era consciente de las muchas veces que sentía a Stefan perdido, cumpliendo por cumplir y no negaba que hacía un trabajo excelente, pero, a veces deseaba verlo sonreír como cuando la magia existía en sus ojos.
Siempre recordaba cuando eran niños y Stefan le hablaba de las estrellas, planetas y constelaciones. De verdad creyó que se volvería un erudito del tema… hasta que su abuelo, el “rey tirano” quemó sus libros y le dejó en claro que su deber era con el reino y no con el espacio.
Al crecer, se sintió feliz de verle reunir de poco en poco una colección nueva de libros de astronomía y hasta un telescopio consiguió, pero el miedo a salir de esas paredes nunca lo abandonó.
—Para no haberlo planeado, no lo haces nada mal —dijo al cabo de unos minutos, no estaba seguro si era lo mejor decirle eso, pero al menos quería que lo supiera—. Eres muy bueno en esto.
—Tengo que serlo.
—No, enserio. Lo digo no por ser tu mejor amigo, sino porque de verdad lo veo. No tienes nada que envidiarle a Eddy. —Una ligera expresión de sorpresa se asomó en el rostro de Stefan y eso hizo que Simón continuara—: Claro, que él siempre fue preparado para convertirse en rey y tenía una gran pasión por este país, pero tú no te quedas atrás. Estas haciendo las cosas mejor que el resto.