Donde cumplir con el deber también puede doler.
Dos años atrás.
Caminar entre los pasillos del castillo de Saltori le daba una sensación de incomodidad. El ambiente era distinto a los peores días en Rosnia cuando todos querían matar a Stefan. Existía tensión y luego calma. Pero aquí, este lugar era como si la frivolidad y las mentiras escarmentarán en el ambiente.
La princesa Stella acompañaba a su hermano en el salón principal, a la vista de todos los invitados y probablemente de su estúpido prometido.
Al menos en esta ocasión no había asistido la princesa Farah de Fairspren. Cada vez que tenía oportunidad acaparaba a Stefan poco más de la mitad de la velada y ella se limitaba a observarlos a lo lejos, cuidando de él o de ambos.
Siempre era amable con ella, pero le preocupaba lo mucho que analizaba una posible alianza con la princesa, porque, aunque le agradará y la consideraba la más apta para el puesto, Stefan no se veía completamente feliz.
Y si había algo que Valentina siempre procuro por encima de sí misma, era ver a sus amigos y hermanos felices.
La poca emoción que veía en Stefan quiso atribuirla al hecho de que su hermana estuviera viviendo con el enemigo, bajo quien sabe que amenazas y terribles tratos. Al menos tenía la palabra de la reina Margaret como garantía de que cuidaría de ella como si fuera una hija suya.
Pronto llegó a donde los planos que memorizó le decían que estaba el cuarto de archivo. Abrió la puerta con un pasador y se adentró. Frente a ella había varios estantes con carpetas. Algo importante debían de guardar ¿no?
Ya se había infiltrado muchas otras veces a oficinas, palacios de gobierno y otros edificios importantes en su país y en Rosnia y si algo tenían en común es que los documentos importantes siempre estaban escondidos a la vista de todos.
Tanteo entre los anaqueles, observo el lugar, los nombres y demás. No había nada que realmente le fuera de utilidad.
No.
Ahí no estarían. Un cuarto menos.
Miró su reloj. Se encontró con que era momento de volver al gran salón antes de que notarán su ausencia y sospecharán de Stefan.
Salió como entró. Caminó entre las sombras y cuando estuvo cerca apareció en el pasillo. A nada de girar hacia el salón, una sombra que vislumbro por el rabillo del ojo la puso en alerta. Giró con rapidez y detuvo una mano a escasos centímetros de su hombro. Era el príncipe heredero de Saltori; Donovan Lastroke.
—Impresionante —mencionó con admiración—. Ni siquiera me miraste antes.
Vale entrecerró los ojos y le soltó la mano. Más no le hizo ninguna reverencia.
—No me disculpare. Así son mis reflejos —dijo y giró directo al salón.
—¿Buscabas algo? —preguntó Donovan detrás.
Vale negó con la cabeza sin detenerse, así que el príncipe le siguió. Cuanto más se adentraba al salón, más buscaba con la vista a Stefan.
No quería ponerse nerviosa, pero Donovan Lastroke tenía ese algo que siempre le dejaba alterada.
Tan pronto llegó a mitad del salón, encontró a su príncipe… bailando con la princesa de Fairspren.
Al menos llegó a tiempo antes de que el vals acabará, pensó.
Todavía esa mañana lucía enojado y hasta desesperado por ver a su hermana y asegurarse que se encontraba bien, pero ahora, ahora se veía radiante, sonriendo y charlando con la princesa.
Sonrió de lado.
Al menos podía distraerse de todo lo que le aquejaba.
Apenas se detuvo en la orilla de la pared para observar, el príncipe Donovan volvió a ponerse a su lado.
—¿Entonces, saliste del gran salón para no verlo bailar con alguien de su nivel?
Vale alzó una ceja. Bueno, era mejor que pensará eso a que supiera donde estuvo realmente.
—Me aburren estos eventos. —Escuchó la risa de Donovan y Vale rodó los ojos.
—¿Arrepentida de haberme rechazado? —volvió a insistir para provocarla y la chica soltó una sonrisa burlona.
—Mucho. Míreme. Soy un mar de tristeza —ironizó, pero a Donovan no le hizo gracia.
El príncipe se enderezó. Los dos buscaron con la mirada a la princesa Stella. Cuando Vale la encontró acompañada de la reina sintió alivio. Donovan en cambio no le resto mayor importancia, se acabó su copa de una sola y dejó que el mesero se la llevara en la bandeja.
—Hagamos un trato —mencionó de pronto—. Cancelo el compromiso de la princesa y ella vuelve con su hermano si tú te quedas.
Valentina lo observó por un segundo. Como deseaba tener la habilidad de su hermano Noa para leer mentes en ese instante.
—¿Cuál es la garantía que me dará para creer en su palabra? —tanteó Vale, y escuchó el aire en forma de satisfacción que salió del príncipe.
—¿Por qué mentiría? Desde un principio he tenido interés en sus increíbles habilidades. Contigo a mi lado, nadie dudará de mi palabra en el reino.
—Debe ser un pésimo heredero si cree que con alguien como yo van validar su palabra —soltó la chica sin vergüenza y dicho esto el príncipe apretó bien los puños, cosa que Vale percibió—. ¿Quiere golpearme, o amenazarme? Adelante, demuestre quien es verdaderamente —provocó—. Sabe que no le conviene en público, ¿verdad? Lo que más ansía es mantener esa fachada de príncipe impecable y dejar de ser objeto de comparaciones. Pero, ¿sabe algo? cada palabra suya, cada acción que realiza, solo es una condena más a la cuenta.