3. Stella

Pasaron un par de días, descubrí el nombre del niño tonto, mejor dicho, lo escuché en clase. Sí, para mi desgracia acudíamos a la misma, era mi compañero y por supuesto que iba a enterarme de su nombre. Muchos lo trataban con respeto y otros más se notaba lo lambiscones que eran a su alrededor, la verdad no entendía el porqué, solo era un niño rico y arrogante.

Dorian Lastroke era su nombre, ese que siempre lo acompañaba lo llamaba “su alteza”, ni que fuera el rey de este país. La primera impresión sí que fue mala, pero yo no me había dejado intimidar.

Sin embargo, aún no me hacía de amistades. Algunos niños ya me llamaban “la extranjera” y aunque tenían razón, igual era extraño de escuchar. Yo acababa de llegar del país vecino, Rosnia. Mi padre me había enviado a estudiar aquí a Saltori.

Lo extrañaba mucho, a él y a mi hermano mayor, pero debía acostumbrarme.

Mientras entraba a la cafetería, analizaba cuál sería el mejor lugar para sentarme a comer. Los días anteriores había preferido hacerlo afuera, pero en esta ocasión ya no podía seguir ocultándome de todos, así que busqué con la mirada algún asiento.

La mayoría de los alumnos estaban acompañados por sus amigos, yo era nueva y no conocía a nadie. Pude observar una bolita de niños alrededor de Dorian, rodé los ojos.

¿Cómo podían seguirlo? Ni que fuera tan importante.

Al acercarme por mi bandeja escogí el menú más sencillo, no estaba acostumbrada a cargar con ese peso y mantener el equilibrio. Siendo sinceros, acababa de empezar a conocer lo que era estudiar en una escuela y no en casa.

Ahora solo tenía que llegar hasta el otro lado de la cafetería para poder sentarme, pero antes debía atravesar la jungla de alumnos y unos cuantos aduladores de “su alteza, Dorian”.

Camine con seguridad, esperando pasar desapercibida, pero sí, mis piernas me traicionaron y ese solo fue el inicio de las desgracias.