La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

8. Dorian

—No, con todo respeto profesor, me niego a aceptar —respondí tratando de no alzar la voz, quizá a veces les gritaba a algunos compañeros, o, mejor dicho, solo a Stella, pero al menos yo si sabía respetar a mis mayores.

—Eres el mejor de la clase y desde que estas inscrito no solo destacas en todas las materias, sino también eres de gran apoyo para alumnos rezagados. Le harías un bien a Stella.

—No.

—Necesita un tutor.

—Necesita amigos.

—También eso, quizá puedan volverse unidos si le das asesorías de matemáticas.

Me cruce de brazos, de verdad que mi paciencia estaba al límite, pero solo porque me habían enseñado modales y a comportarme como lo haría un príncipe no echaba a gritar. Yo jamás podría ser unido a la extranjera, ¡jamás!

—¿Por qué no le enseña algún otro profesor? Incluso Verónica es buena en la materia.

Quizá si desviaba la atención a alguien más me dejarían en paz.

—Porque Stella es la única que no te pidió como asesor, todos los demás niños te quieren por, bueno, tú sabes a que me refiero. —Interés.

—No llevamos una relación cordial —insistí amablemente.

—Es hora de que la tengan —sentenció el profesor.

Sí, para mi colmó, me volví asesor de matemáticas de Stella.

Trágame tierra.




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