La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

42. Dorian

—No quiero salir contigo —dijo Victoria al chico frente a ella, a un lado Stella esperaba sola en las jardineras, Franky y yo pasamos a un costado tratando de ignorar su reclamo—. Entiende, no me interesas.

—Vicky…

—Victoria para ti —espetó con un dedo enfrente.

—¿Acaso no lo ves? Víctor y Victoria, estamos destinados a estar juntos.

Rodeé los ojos. Qué incómodo y vergonzoso. Nos apresuramos a salir de los pasillos. Ya no éramos niños de primaria, ahora estudiábamos en los edificios de educación intermedia y lo mismo aplicaba con la cafetería, nos dirigían con alumnos de nuestras edades.

A diferencia de cuando niños, es que en los pasillos de educación intermedia encontrabas escenas así. Las chicas y los chicos comenzaban a atraerse y algunos intentaban llamar la atención de quien estaban interesados de manera muy… desesperada.

—Que vergonzoso momento, no lo cree, su alteza.

—Completamente —contesté.

Nosotros no éramos la excepción, sobre todo yo. Si de niño me seguían otros para hacerse mis amigos ahora me seguían las chicas para hacerse mis “novias”. Cosa que no me interesaba, siempre escuchaba de madre como a Donovan le llovían chicas solo por su posición y suponía que lo mismo querían de mí.

Aunque no negaré, que una que otra se veía más linda que el resto.

Tras terminar la hora del almuerzo regresamos a clase, el profesor no llegaría por asuntos personales, así que varios chicos decidieron descansar en los jardines, otros más estudiarían en el salón, incluyéndome con Franky.

Noté que Vicky y Stella salían, no les tome importancia, igual estaba más interesado en destacar en mis exámenes. Pronto vendrían la temporada intermedia de evaluación y si quería pertenecer al Consejo Estudiantil debía ser el mejor de mi clase. No solo sería un logro para mí, sino también para padre… o eso esperaba, que se sintiera orgulloso por mi desempeño en la escuela.

Franky siempre me acompañaba, no me dejaba solo y le agradecía que se comprometiera tanto conmigo y mis ideas. Era un gran amigo.

—¿Victoria Walworth es de esta clase? —preguntó un encargado de la escuela, también me distrajo de mis estudios, todos nos volvimos a ver hacía su mesa, ni siquiera noté el momento en que Vicky llegó, y por lo que veía, buscaba desesperada algo en su bolso.

—Soy yo, pero estoy ocupada —respondió como si nada, ¿Podía contestarle así a un superior?

—Acompáñeme a la dirección, quieren hablar con usted —ignoró el comentario el encargado.

—¿Ahora?

—Si.

—¿Es urgente?

—Sí.

—No puedo —exclamó, ahora que lo pensaba había llegado corriendo sin Stella.

—La solicitan ya mismo —insistió el encargado.

—Y yo no puedo ir, primero debo…

—Si no obedece será castigada con un reporte.

Vicky soltó una mueca de incomodidad, ¿Qué era tan importante como para no ir? Entonces buscó con la mirada a alguien, que, al parecer, no encontraba. Empezaba a hartarme de esta situación así que me acerque a ella.

—Ya vete, no querrás un castigo —le dije sin ganas.

—No puedo, antes debo ver a Stella.

—¿Dónde está?

Vicky se mordió el labio, no quería decirme y apretaba con sus manos la bolsa de papel que había sacado de su mochila.

—Señorita Walworth —insistió una vez más el encargado.

—Lo que sea, puedes dármelo yo se lo pasaré a Stella.

—¡No! —gritó ella escandalizada todos se volvieron a verla, incluso yo me sorprendí por su reacción, así que trató de tranquilizarse y me miró con resignación— Bien, pero dáselo a Vero, ella es de confianza.

—¿Qué es…? —estaba por abrir la bolsa cuando me dio un manotazo.

—¡No lo abras! —amenazó— Haz lo que te digo, dáselo a Vero y que se lo dé a Stella.

—¿Y dónde se supone que esta?

—Señorita Victoria…

—¡Ya voy! —Vicky se volvió a verme angustiada, se acercó a mi oído para susurrarme— En el baño, solo dáselo a Vero.

Y acto seguido salió del salón siendo guiada por el encargado.

¿Qué era tan importante para no ir a la dirección? Quizá Stella se había sentido mal y era medicina. O que sé yo. Estaba igual de confundido que todos que cuando me di la vuelta pregunté por Verónica.

—¿Alguien la ha visto?

—Me parece que se fue a casa —contestó una chica—. Se sentía mal y salió antes de clase.

Mierda. Ahora a quien podía darle esto. Si era a otra chica, seguro, Vicky me mataría, no es como que tratarán bien a Stella y Victoria, solían rechazarlas… se me ocurrió una idea, pero me abochorne de pensarla. Aunque creo que no tenía opción, así que llamé a Franky y le pedí que me acompañará.

—¿A dónde vamos jefe?

—Al baño —contesté sin importancia.

—Y… ¿Necesita que le cuide mientras caga? —preguntó sorprendido.

—No seas idiota, claro que no —respondí asqueado—. Vas a ayudarme a vigilar otra cosa.

—¿Qué quiere decir?

En cuanto llegamos a los baños, me acerque al de niñas solo para escuchar si había alguien adentro.

—Eh… jefe, ¿Qué hace?

—Shhh —lo callé, no me dejaba oír—. Tú me vas a ayudar a que ninguna niña entre a los baños y me vean.

—¡¿Qué?! —Franky se escandalizó.

Lo entendía, no sé por qué hacía esto y que ganaba, pero igual iba a cumplir con el recado de Victoria.

—Solo ayúdame.

Entonces esperamos a que salieran el par de niñas que estaban dentro acomodándose la falda y el cabello. En cuanto nos vieron me sonrieron, sí, seguía llamando la atención solo por ser un príncipe. No era algo de lo que me sintiera orgulloso, más bien acosado. Era molesto.

Me asomé desde afuera, era ahora o nunca. Así que le advertí a Franky que no dejará pasar a nadie y vigilará que tampoco me vieran.

—¿Entendido?

—Como diga jefe.

En estos momentos agradecía que hiciera lo que le pedía sin chistar. No había amigo más fiel que mi buen Franky.

Entonces entre. Sin duda eran más limpios que los niños. No sabía qué diablos esperar, pero me inmiscuí de poco y noté las puertas semiabiertas con interiores vacíos, la del fondo cerrada debía ser donde estuviera Stella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.