A Víctor lo castigaron con tres reportes; uno por mentir en dirección, otro por ofender a dos compañeras y el tercero por el golpe que recibí. No obstante, aparte sería sancionado con dos semanas suspendido.
De verdad estaba satisfecho por haber ayudado, se sentía bien y me molestaba que intentará pegarle a una chica, sobre todo a… el punto es que no lo dude dos veces y me interpuse en ambos. Si a mí me había dejado marca, no quería ni pensar que hubiese pasado con ella… porque no deja de ser mi compañera de clase.
A pesar de que en enfermería me revisaron y dijeron que pasarían el reporte a mis padres, solo madre se preocupó por lo que me paso… padre no me llamó a la escuela ni un solo día.
¿Estaba haciendo algo mal? Entonces me cuestioné si había cometido un error. Aunque Franky me alababa y dijo que fue muy heroico de mi parte, seguía sintiéndome… vacío.
El mismo sentimiento mezclado con satisfacción de proteger a Stella y Victoria me dejaba una sensación agridulce. No me sentía al cien, así que me alejé un poco de todos y decidí enfocarme en mis estudios, me recordé que quizá por eso, padre no había llamado, porque no se trataba de mis excelentes calificaciones.
Los exámenes los aprobé con facilidad, era la nota más alta de toda la clase y eso me hacía sentir, por un lado, feliz, pero por el otro, aún me faltaba algo.
A Stella no le había ido muy bien, en realidad nunca le iba del todo bien, sabía que aún batallaba con la dislexia. Sin embargo, debía admitirlo, hacía el esfuerzo por sobresalir y Vicky le era de gran apoyo.
Sonreí.
No me necesitaba por ahora.
***
El otro vi a Stella correr tras el edificio central. Mi deber era ignorarla, una plebeya extranjera no merecía mi atención, pero al mismo tiempo… no podía. Algo me pedía ir tras ella, ¿Qué diablos hacía? Estos no eran sus horarios dentro de la escuela.
Suspiré.
Me lamentaría después si terminaba en problemas por su culpa.
La curiosidad fue más fuerte y la seguí.
—¿Qué haces? —La escuché decir, no era para mí, ni siquiera tenía vista visible hacia ella— ¡Detente! —pidió mientras reía— ¡Eres tan lindo!
Una sensación de pesadez me golpeo en el pecho. ¿Con quién hablaba? Me sentí incómodo y mi respiración se volvió pesada.
Acaso… ¿Acaso tenía novio a escondidas?
Pero hasta ahora no había escuchado a nadie más.
Las manos me sudaron, quería saberlo, así que me acerqué, obligándome a ser valiente y la vi arrodillada dándome la espalda.
—Tus mordiscos no son muy fuertes.
Volvió a reír. ¿Estaba loca?
—¿Con quién hablas? —pregunté, ella se sobresaltó y se levantó tan rápido que casi tropieza en el acto, sus manos las llevó a su espalda, yo arqueé una ceja— ¿Qué escondes?
—Nada —se apresuró a decir mientras daba un paso hacia atrás.
—Entonces responde. ¿Qué estabas haciendo a esta hora y hablando sola detrás del edificio?
Ella miró la pared, analizando donde se encontraba y se encogió de hombros, aun sin mostrar sus manos.
—Nada. Solo paseaba por la escuela.
—Mientras hablas sola.
—¿Sabías que hablar solos estimula la mente?
—No, esas son estupideces.
Ella hizo una mueca de fastidio. Seguía sin mostrar sus manos, así que quise acercarme, pero retrocedió un paso.
Bien podía usar esto a mi favor para molestarla un rato. Sonreí de lado, sí, eso haría, me divertiría un poco con la extranjera.
—¿Qué escondes? ¿Alguna carta de un tonto enamorado? Te aseguro que no puede ser más que una broma, nadie te tomaría en serio.
Su rostro enrojeció de coraje, más no mostró sus manos.
—¿Su alteza no tiene cosas más importantes que hacer?
—A veces tengo tiempo libre —me burlé.
—Demasiado, diría yo. Por algo aún no es parte del Consejo Estudiantil.
Esta vez fui yo quien se sintió ofendido.
—¡Muéstrame lo que escondes!
—¡No!
¡Miau!
Ambos nos paralizamos. ¿Un maullido?
Miau, miau.
Stella cerró los ojos y yo me sentía confuso.
—¿Qué es…?
Dejé la pregunta al aire, ya que ella puso frente a mí a un pequeño gatito de color negro que estaba acurrucado entre sus manos.
—Es un gato —mencionó ella.
—Claramente es un gato. Reconozco uno cuando lo veo —aludí, Stella rodó los ojos—. Si sabes que está prohibido traer animales a la escuela, ¿no?
—No es mío, lo encontré aquí y no es el único, tiene hermanitos que están escondidos tras los arbustos.
Miré hacia esa dirección, noté pequeños pares de ojos que brillaban entre la oscuridad de las ramas, sus orejas igual de diminutas sobresalían por muy poco.
Stella se acercó a ellos y depositó al pequeño de negro con sus hermanitos, uno de color blanco con manchas grises salió para dejarse acariciar por ella. Inclusive alcance a escucharlo ronronear mientras otro más, color gris atigrado le pasaba por las piernas.
—Son muy lindos —dijo tras mostrar una sonrisa al tacto del gatito.
Stella los veía con ternura, claro que se notaba encantada con los pequeños. Nunca la había visto así, pero me parecía que ella hacía juego dentro de la escena con los mininos de una forma hermosa y tierna al mismo tiempo…
Sacudí mi mente. ¿Qué diablos pensaba?
—Los encontré hace unos días mientras venía de la biblioteca. Los escuché llorar y no me resistí, así que les di un poco de comida.
—¿Y su madre? —pregunté para disipar los extraños pensamientos.
Ella levantó su vista y me miró con esos grandes jades que tenía por ojos, ¿Por qué se veían más bonitos hoy?
—La habían atropellado. —Señaló hacia la carretera, esta parte de la escuela separaba la vía pública de los salones solo por unos barrotes— Supongo que quiso cruzar la calle en busca de comida, pero un auto le paso encima.
Su gesto se entristeció, el mío se suavizó. No era indiferente a los pobres gatos. Me acerqué a ella, el pequeño de gris también me paso por los pies, cosa que me tomó por sorpresa, su tacto era… era afable.
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Editado: 12.08.2025