14. Dorian

Al día siguiente llegue como cualquier mañana a mi primera clase. Stella ya estaba ahí, pero apenas me vio, pidió permiso para salir al baño.

¿No podía aguantar hasta medio día?

Las clases estaban por comenzar… en fin que decidí restarle importancia.

El problema sería de ella y yo no me prestaría a darle mis apuntes.

Ocupe mi lugar y busque debajo de la mesa algunos de mis útiles que solía guardar cuando no hacía cambio en la mochila…. Pero no había nada.

Ni lápiz, ni la libreta de la primera clase, menos el dulce que escondí solo para mí.

—Vamos a comenzar —dijo el profesor y yo me asusté.

—No, no, esperé —pedí—. Mi libreta no la encuentro.

—Deberías ser más cuidadoso —resopló Victoria por detrás.

El profesor le pidió que se callará y yo bufe en mi asiento.

Pronto llegó Stella con una sonrisa de oreja a oreja y se sentó a mi lado.

—¿Todo bien, su alteza? —preguntó en un tono condescendiente.

La miré un momento, algo no era como siempre y el hecho de no encontrar mi libreta debía ser su culpa.

—¿Dónde está? —pregunté con fastidio.

—¿Qué cosa?

Entrecerré los ojos y la observé con atención. Esa sonrisa de autosuficiencia era prueba suficiente para mí.

—Odio que toquen mis cosas.

Stella pareció parpadear y acto seguido se encogió de hombros.

—También yo. —Y se giró con vista al frente.

—¡Devuélvemelo!

—¡Dorian, silencio! Si no has traído el material de la clase lo dejaré pasar por esta ocasión, pero no habrá segundas oportunidades.

—Pe… pero…

—Ahora por favor, siéntate y trabaja en otro cuaderno.

Hice lo que me pidió a regañadientes, pero sabía que había sido Stella la culpable.

—Odio que toquen mis cosas —susurró fingiendo que prestaba atención a la clase.

Muy bien, quizá yo había comenzado, pero su golpe no sería el más fuerte.