La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

51. Stella

Cierto día, sucedió algo muy extraño. Sí bien desde el incidente de los gatitos, Dorian se había distanciado de mí, falsos comentarios rondaban entre los chicos de la escuela.

Había escuchado algunos rumores, pero Dorian llevaba semanas ignorándome, así que no entendía como es que se habían acrecentado.

Y como siempre, no podía salir libre de los malentendidos. Fueron precisamente un trío de chicas, conocidas por ser las “fans” de su alteza quienes me cerraron el paso uno de esos días.

—No puedo creerlo, ¿a esto es lo que el príncipe Dorian le presta atención? —juzgó una de las chicas, mientras las otras dos se reían.

—¿Perdón?

—Ya dinos, ¿qué le ofreciste al príncipe Dorian como para llamar su atención? —preguntó otra mientras me alzaba un mechón de pelo.

¡¿Qué diablos?!

—¡Oye! No toques a mi amiga —respingo Vicky arrebatándole mi cabello a la chica.

Desde que se habían puesto entre nosotras, no dejaba de tomarme del brazo, sabía que ella jamás me abandonaría.

—No tiene nada de especial, los rumores deben ser falsos —concluyó la tercera chica.

—Claro que lo son, Dorian y yo ni siquiera hablamos. Ahora, si nos disculpan, tenemos que irnos —sentencié y una vez más intenté seguir mi camino, esquivamos a las chicas, pero una de ellas me detuvo del brazo y me hizo volver a verla.

—No tan rápido. Ese suéter, es de su alteza.

Me miré rápido. Era cierto, el suéter que llevaba puesto no era el mío, sino el que Dorian me había dado el día de mi accidente en el baño. No se lo había devuelto y hoy fue lo primero que tome, sin darme cuenta, que era el que le pertenecía.

La D bordada con oro debajo de la manga lo delataba. Malditas locas, eran muy buenas observadoras.

—¿Por qué lo tienes tú? —cuestionó una de ellas.

—No les incumbe —gruñó Vicky y me tomó más fuerte del brazo—. ¡Vámonos Stella!

—Claro que no, ustedes no se van.

Y acto seguido, las tres intentaron tomarnos tanto a Vicky como a mí de los hombros e impedir que siguiéramos, pero nosotras insistimos en alejarnos. Poco a poco comenzábamos a llegar a los jardines donde nuestras voces empezaban a llamar la atención de todos.

No quería esto, aumentar más la repulsión que tenían sobre mí. Rosnia no había estado en buenos términos con Saltori y pocas veces había alumnos de intercambio, a menos que estos fuesen dignos de ser recibidos no sin dar algo a cambio, razón por la que a mi me despreciaban, porque yo no pertenecía a ninguna familia que pudiera beneficiar a el país.

Más allá de ser una huérfana becada sin beneficio alguno, no era digna de ser bien recibida, según muchos estudiantes de la escuela.

—¡Ahí viene su alteza! —gritó alguien detrás, solo entonces las chicas pararon los jaloneos, más no me dejaron ir.

—¡Su alteza! ¡Su alteza! —chillo de emoción una de ellas— ¿Podría venir un momento?

Dorian se acercó con pasó lento y entonces reparó en mi presencia y apariencia. Miró a las dos chicas que aun me tomaban, cada una del brazo mientras la tercera se acercaba a Dorian, pero este le esquivo el tacto cuando intentó tomarlo.

Reprimí una breve sonrisa de satisfacción.

—¿Qué es lo que quieren?

—¿Por qué esa extranjera tiene su suéter?

Dorian me miró con una ceja alzada, por supuesto que él tampoco se había percatado.

—Aquí —señaló la chica de mi izquierda levantando mi brazo y dejando ver la D bordada bajo la manga, solo entonces noté la cara de sorpresa de Dorian y posteriormente como intentaba recordar—. ¿Se lo robó su alteza? De ser así, debería…

—Yo se lo di —contestó él sin importancia, incluso yo parpadeé por lo que dijo.

—¿Cómo? —preguntó de nuevo la niña que no me tenía tomada.

—Así es, yo se lo di. ¿El accidente del baño? —me preguntó.

—Sí —contesté confundida—, yo…

—Bien. Si eso es todo, me voy.

Todas quedamos impresionadas por la reacción de Dorian. Incluso quienes comenzaban a conglomerarse alrededor susurraban mientras veían el espectáculo.

—¡Volvió a salvarla! —alcance a oír detrás de mí.

Franky que estaba detrás de Dorian se acercó a susurrarle algo y este frunció el ceño. No, no le agradaban tampoco los rumores, sin embargo, sirvió para que me soltaran. Él no había avanzado mucho cuando las chicas continuaron.




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