La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

54. Dorian

La incomodidad me estaba matando, más allá de la moral que mucha falta me había hecho. La culpa de ver humillada a Stella y sobre todo verla llorar me consumía lenta y dolorosamente.

El par de chicos que habían realizado la broma se chocaron las cinco, mientras el resto disfrutaba del espectáculo. No tenían nada que ver con Stella y aun así la tomaron de su objetivo.

El solo verlos me enojaba y no me había percatado de que tanto hasta que, a consciencia, relaje el puño que tenía cerrado.

—Su alteza, ¿no le pareció divertido? —preguntó una voz femenina.

Al volverme hacia ella, la reconocí como una de las chicas que acorraló a Stella el día que comenzó todo esto.

No. El día que cometí el error de volverla su objetivo.

—Espero que ya estés contento —soltó una enfurecida Vicky a mi costado al tiempo que me hacía a un lado para alcanzar a su amiga.

—Su alteza… —insistió la chica.

Observé hacia donde se dirigía.

—Su alteza…

Sí era rápido podría alcanzarla.

—¿Su alteza?

—¡Cierra la boca! —grité irritado— Si no tienes nada más que hacer, consíguete una vida sin necesidad de afectar a los demás.

Todos alrededor enmudecieron con mi arrebato, pero se sentía tan bien sacar parte de la frustración que tenía dentro, que no iba a parar.

—¡Me equivoqué! —volví a gritar— Quizá Stella, no es de mi agrado, pero eso jamás justifico que le hiciera daño. Y lo mismo para todos ustedes, no se ha metido con ninguno, así que no logró entender el bullying hacia ella.

Nadie dijo nada con palabras, pero eran sus posturas las que me indicaban que la mayoría comenzaba a sentirse avergonzados, al menos frente a mí.

Me di la vuelta, demasiado molesto. Iría a buscarla tenía que acabar con esto.

—La próxima vez no seré condescendiente —sentencie antes de irme.

Y así comencé mi búsqueda por ella.

—Franky, ¿Quiénes son ellos?

Mi amigo comenzó a hacer memoria, no sin antes haberme dedicado una vista rápida.

—Sé que son del salón continuo al nuestro.

—Investiga sus nombres, las cosas no se quedarán así.

Mi amigo asintió con la cabeza mientras se colocaba a mi par.

—¿Qué piensas hacer?

Me detuve por un momento y pensé en mis posibilidades.

—Las cosas bien.

La busqué por casi toda la escuela.

Edificio por edificio, jardín por jardín y no fue hasta que Vero, nuestra compañera de clase quien vio todo, me indicó que Stella se había cambiado he ido a almorzar algo con Vicky.

Según sus palabras, ahora se encontraba más tranquila, así que me dirigí hacia allá, no sin antes agradecerle.

Al llegar a la cafetería, pude sentir una que otra mirada juzgadora. Sí, de nuevo rumores comenzarían a sonar, pero ya no me importaba. Estaba seguro de mí y lo que debía hacer que hice caso omiso en cuanto encontré a mi objetivo.

Al fondo la melena rubia, junto a la castaña comían tranquilamente el horrible puré de la cafetería.

—¿Su alteza va a disculparse? —preguntó Franky.

—Por mi honor y como el príncipe que soy, reconozco mis errores y claro que lo haré —dije.

—Eso es admirable —añadió.

A veces en verdad me daba miedo el único amigo que tenía, pero lo que había dicho era cierto, reconocía mis errores y como el caballero que estaban formando mis padres no tenía permitido pasar de largo. Enmendar mis malas acciones eran mi deber.

Me acerqué lento, pero seguro a donde Stella y enseguida Victoria volteo a verme. El verdugo más fuerte era ella, si su mirada fueran dagas, ahora mismo estaría muerto, pero por suerte, no era así y aún podía pedir disculpas.

Entonces Vicky se levantó y puso sus brazos en jarras.

—¿Qué es lo que quieres? —exclamó molesta— ¿No tienes suficiente?

Trague saliva, de verdad estaba furiosa, pero lo que más me dolía era que ni siquiera Stella me miraba. Me daba la espalda y su indiferencia me hacía sentir fatal.

—Vine… vine a disculparme —agarre valor.

—¿Su “perfecta majestad” reconoce que se equivocó?

Asentí.

Vicky lucía confundida, era claro el porqué estaba muy brava, supongo que esperaba más de mi parte y ponerme a la defensiva, pero la verdad es que no tenía motivos para hacerlo. Ya había hecho suficiente mal como me comporte

Vicky miró a Stella, la chica ni siquiera se inmutó. ¿De verdad no iba a dirigirme a palabra… nunca?

—Yo…

—No deberías disculparte aquí como si…

—Vicky —llamó Stella aun sin mirarme.

Victoria se calló y aproveché para hablar.

—Vine a disculparme. —Stella seguía dándome la espalda.




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