—Los Altos de Pimes —contesté muy segura de mí misma—. La respuesta es Los Altos de Pimes.
—¿Está segura? —me preguntó mi institutriz, yo asentí con la cabeza.
—Completamente. Hasta ahora son la tribu más grande que no le han rendido tributo a ninguna otra familia en el reino.
Pamela, mi institutriz sonrió. ¡Lo sabía! Historia era pan comido.
—No tengo más por enseñarte, tu hermano se ha encargado de acabar con todo mi material. —Yo me reí, era cierto que Eddy era buen maestro, pero no pasaba demasiado tiempo con él… ¿o si?— No se ría. Deberé revisar de nuevo mis planeaciones antes de la siguiente sesión.
—Por cierto —cambie un poco de tema—, ¿sabes cuando regresa mi hermano de su viaje de trabajo?
Pam me miró con decepción. Eso me respondía todo. Pronto se cumpliría un mes desde que se fue de viaje de negocios. Eddy me había prometido estar para mi cumpleaños, pero no fue así. Aunque llamó para disculparse, no quiso decirme si regresaría pronto o no… lo extrañaba mucho.
—Señorita Maltes, sabe que su hermano es un hombre ocupado…
—Solo tenía curiosidad —interrumpí, si me dolía, pero no iba a demostrarlo.
—Quizá pueda llamarle para preguntar.
—No lo molestes, él llamará cuando se desocupe —contesté apresurada, no quería interrumpir a Eddy en una de sus tantas juntas de negocios.
Desde que papá había enfermado, Eddy asumió muchas responsabilidades de la empresa y prácticamente ahora era el presidente. Estos tres años, Eddy había contratado una institutriz para mí, me había llevado a todas y casi todos los lugares a donde iba y pasaba mucho tiempo conmigo, aun cuando no vivíamos juntos.
Era mi mejor amigo, confidente y la persona en la que más confiaba. Eddy era el mejor hermano del mundo, y eso a papá le daba gusto. Mi mundo, eran ellos dos…
Cuando tenía dudas con mis aprendizajes, Eddy era un gran maestro. Siempre me decía que, si no era porque debía heredar el negocio familiar, sin duda hubiese sido un gran docente.
—Está bien, ¿la señorita desea comer en la terraza o en el comedor? —preguntó Pam cambiando de tema.
Lo medite antes de responder.
—Que tal en la terraza, la noche es muy bonita como para desperdiciarla —escuché decir a alguien detrás de mí.
Al volver mi vista, Eddy estaba recargado sobre el umbral de la puerta.
¡Había llegado!
—¡Eddy! —Corrí a abrazarlo, él me tomó tan fuerte con sus brazos que me alzo y me dio una vuelta en el aire— ¡Volviste!
—También me emociona verte, princesa —contestó igual de contentó, siempre me llamaba así, decía que yo era su “princesa favorita”— Perdón por no haber estado en tu cumpleaños —añadió bajándome—, pero te traje un regalo.
Antes de dármelo, Pamela reverencio a mi hermano y estaba por salir de la habitación cuando Eddy la detuvo.
—Espera —llamó mirándola, dejo de observarme para prestarle total atención a ella—, me gustaría hablar contigo más tarde. —Yo sonreí disimuladamente, tenía mis sospechas, pero no había querido indagar, aunque igual eran obvios— Claro, si no estas ocupada.
Pamela sonrió abochornada y después me miro, entonces fingió no sentir nervios.
¡Lo sabía!
—Estoy libre lo que resta de la tarde —contestó amable y se dio la vuelta.
Observe a mi hermano, quien no la perdió de vista hasta que desapareció por el pasillo. Solo entonces me miró de nuevo, el color en sus mejillas lo delataban y solo se pasó la mano por el cuello.
—Es sobre ti y tus avances —se justificó.
Yo que no había dejado de verlo con una sonrisa en el rostro me reí de sus gestos.
—No le puedes mentir al corazón, mucho menos a mí. Son muy obvios.
Eddy comenzó a reír, podía confiar en mí. Pam era muy linda y siempre me trataba con mucho cariño, estaba segura que sería buena con mi hermano.
—Bueno, pero no es de mí de quien hablaremos hoy. ¿No quieres ver tu regalo?
Asentí feliz y esperé ansiosa. No iba a negarlo, amaba los regalos de Eddy, no tenía idea de cómo, pero siempre atinaba a mis gustos. Entonces él se dio la vuelta y tomó una bolsa de papel, de ahí sacó una cajita y me la cedió.
Hasta ahora, era el regalo más hermoso que había recibido, al menos de tangiblemente… luces de colores en una tarde de verano en las gradas de la escuela vinieron a mi mente.
¿Por qué lo recordaba?
Menee la cabeza, no era el momento te recordarlo. Así que me concentré en el presente y leí la inscripción de la cajita.
Tenía la leyenda “La joyería más fina de Saltori”.
#2726 en Novela romántica
#535 en Fantasía
#369 en Personajes sobrenaturales
romance, princesa realeza romance principe, enemytolovers romance odio amor
Editado: 25.04.2025