—La pedí personalizada para ti, espero que te guste —mencionó mi hermano con demasiada emoción.
Lo vi de soslayo con una mirada intrépida, ¿Qué sería tan especial?
En cuanto abrí la caja, no pude más y solté un gemido de felicidad, la pulsera era hermosa.
—Debió costarte mucho —atine a decir dentro de mi sorpresa.
—Para nada, si se trata de ti nunca debería escatimar —contestó acercándome a él y dándome un gran abrazo—. Recuerda siempre eso, si algún chico alguna vez desea salir contigo, vales muchísimo y mereces siempre lo mejor, ¿de acuerdo? No te conformes con migajas.
—De acuerdo —respondí con bochorno.
Desde que había cumplido catorce, y mi hermano se enteró de la disculpa que cierto compañero de secundaria me había preparado con fuegos artificiales, no paraba de decirme que más valía que no recibiera migajas de nadie que quisiera salir conmigo. Aunque a este paso, estaba segura que antes de salir con alguien, el valiente tendría que pasar el filtro más importante de todos: Eddy.
Pero si era honesta, me gustaba saber que era protegida por mi hermano, al menos no me sentía sola. Me separé un poco de él y estiré mi mano, esperé a que él colocará la pulsera alrededor de mi muñeca.
.—Sabes que te quiero mucho, ¿verdad? —Yo asentí con la cabeza, estaba por decirme algo importante, siempre hacía eso cuando iba a tocar temas serios— Pronto debo irme y es probable que no regrese en un buen tiempo
Lo miré sería, yo lo sabía, era cuestión de tiempo para qué tomará posesión por completo de la presidencia… pero no estaba lista para verme alejada de él.
—C-cuando… ¿Cuándo le contarán a nuestro otro hermano de mi existencia? —pregunté.
Hasta no hacía mucho, padre y Eddy me contaron la verdad, tenía otro hermano, uno que no sabía de mí…
Al principio para mí fue un shock porque hasta ahora mi vida solo habían sido ellos dos en un ir venir, y de pronto, saber que había sido ocultada incluso de otro miembro de mi familia, me dolía. Eddy suspiro antes de tomarme con ambas manos, ahí iba esa mirada cargada de lastima…
—Pronto —contestó—. Lo he platicado con padre, está de acuerdo que apenas tomé posesión, hablaremos con él y le diremos la verdad. Tu existencia ya no será más una mentira.
—O un rumor —añadí, ya no era una niña a la que se le escapaban estos detalles, estaba al tanto de que mi existencia era un mero rumor para muchos.
—Sí… te prometo que pronto acabara esto.
No dije más, asentí aceptando su respuesta. Al tocarlo sabía que era honesto, pero también sabía que los nervios lo consumían. No quería poner más tensa la noche, así que cambiamos de tema y esperamos en la terraza que nos sirvieran la comida.
Eddy siempre mandaba a acomodarlo para que pudiera pintar mientras pasaba tiempo ahí.
Mis lienzos, pinturas, brochas, mesas y más estaban acomodadas en un pequeño espacio donde podía cogerlos y pintar mientras pasaba tiempo en el invernadero. Cada uno de mis cuadros, Eddy los mandaba a enmarcar y decía que adornaban los pasillos de los palacios más bonitos del reino, incluido el de la familia real de Rosnia.
Cuando me contaba eso, primero me preguntaba como habían llegado a parar mis cuadros hasta allá, después conocí la respuesta y me emocionaba saber que mi arte era valorado.
Sin embargo, pintaba porque amaba hacerlo, no porque esperaba reconocimiento. Aunque debía admitirlo, se sentía bien poder ser valorada.
Nunca iba a olvidarlo. Aquella noche, fue una de las más bonitas de mi vida, cenando junto a mi hermano mayor, admirando la noche estrellada y contándole sobre mis avances académicos a pesar de la dislexia. Ver a Eddy orgulloso de mí, mirarme con cariño y consintiéndome con postres y regalos, pero eso no era lo mejor, claro que no, lo mejor de todo, era que podía pasar tiempo a su lado, sentirme en familia.
Yo no había conocido a mi madre y mi padre era en su mayor parte intermitente, pesé a que me demostraba cuanto me quería, seguía ausente muchas veces, pero Eddy, él trataba de sacar tiempo con tal de no abandonarme.
Por eso, cuando toqué sus manos el día antes de que se fuera… me desplomé.
***
Una semana después, aquella noche escuché mucho alboroto en la casa. Me sentía tan inquieta desde que me había despedido de mi hermano, que no lograba conciliar el sueño. No podía soportarlo más, así que decidí bajar las escaleras, algunos sirvientes iban y venían nerviosos y apenas me veían hacían de cuenta que se retiraban a descansar, yo lo sabía, algo había sucedido y eso incrementó mis temores.
Al acercarme a la cocina, encontré a Pamela recargada sobre la mesa, lloraba desconsolada y eso me inundó de miedo…
—Pam, ¿Qué sucede? —pregunté apenas la vi.
Ella alzó la cabeza con sorpresa y trató de limpiarse las lágrimas, pero era demasiado tarde, ya la había visto.
—Princesa… —contestó queriendo disimular el dolor.
—No me mientas, ¿Qué sucede? —pedí aguantando la desesperación.
Pamela me miró y no pudo más, las lágrimas volvieron a salir y se acercó a mí para darme un abrazo, sollozó en mis hombros y acaricio mi cabello.
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Editado: 25.04.2025