La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

62. Stella

—Fíjate por donde caminas —me respondió Dorian quitándome el libro de la mano.

Yo entrecerré los ojos, tomé mis cosas y me levanté.

—No has cambiado nada.

No le di tiempo de responder porque entonces lo esquive y camine a lado de Vicky. Ni siquiera me moleste en ayudarlo a ponerse de pie.

¿Quién se creía? Había sido un accidente.

—Es un idiota —susurré.

—Nunca ha dejado de serlo —afirmó Vicky tomándome del brazo.

Y, sin embargo, miré de soslayo por encima de mi hombro, él ya caminaba a lado contrario con sus amigos.

Fue un segundo. Uno solo en que me pareció ver brillo en sus ojos cuando me disculpe. Un segundo en el que mi corazón se acelero cuando lo reconocí.

Era más grande, más alto, más guapo. ¿Me superaba en estatura? Parecía que sí.

Y mi pulso seguía acelerado porque nos habíamos reencontrado, porque mi cuerpo recordó la emoción que sintió aquella noche en las gradas. Porque quizá, no lo había superado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.