La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

65. Dorian

—¡Hey, Dorian! Tú que eres un príncipe, ¿qué tan cierto es el rumor de que existe una tercera princesa en el reino de Rosnia?

Roen, era uno de los chicos más populares de la clase, pero su carisma no se basaba solo en su cara bonita, sino en su personalidad que impedía que te cayera mal.

Le miré mientras subía hacia mi asiento y me reí por su pregunta. Aquí ibamos de nuevo con "el príncipe o la princesa de los rumores".

—Más falso que los te quiero de tu novia —contesté jugando.

Quienes escucharon se echaron a reír y Roen no lo tomó a mal, una carcajada suya me indicó que disfrutó de mi respuesta.

—¡Oh, vamos! No abuses de tu posición conmigo, las chicas te adoran —respondió igual de alegre.

Meneé la cabeza. Era cierto, pero no significaba que sus sentimientos fuesen sinceros.

La clase pronto comenzó y desde ya podía notar el nivel de exigencia de los últimos grados de estudio. La verdad es que me sentía ansioso. Ya había alcanzado entrar como parte del consejo estudiantil y era el más joven contendiente para ser presidente de la misma. Un logro que nadie había obtenido hasta ahora, pero yo iba a hacerlo, estaba seguro de ello, no por nada me esforcé los últimos cuatro años.

Había alumnos nuevos entre nosotros. Incluyendo a Stella que, si bien algunos ya la conocían, para otros tantos era la primera vez que la veían.

Por ese motivo, el profesor incitó a una actividad por equipos y sí ya sabía yo…

—Stella Maltes, Dorian Lastroke y Verónica Lockbell —mencionó el profesor—. Equipo seis.

Me jalé de los cabellos. Claro que me lo imaginaba, no iba a ser tan pacífica mi última racha escolar. Ya me veía gritándole en plena clase por hacer bajar mis notas…

—Ya lo veía venir, mi mala suerte tenía que regresar con ella —dije para mí, pero tanto mis amigos como algunos otros compañeros alcanzaron a oírme.

Stella miró hacia mí y entrecerró los ojos.

¡Sí, estaba hablando de ti!

Para cuando subió a mi mesa, ella tomó el asiento de Conner, yo el de Franky y Vero se sentó en medio de ambos. La verdad era mejor así, por lo menos Vero sería intermediaria de los dos para cuándo llegará el momento de regañar a Stella.

—Bueno, estos son los ejercicios —comenzó Vero sacando su cuaderno—. ¿Les importa si nos dividimos tres cada uno?

—Estoy de acuerdo —dije miré a Stella, estaba seguro de que pondría objeción, matemáticas no era su fuerte.

—Yo también —contestó animada.

—Más vale que no te equivoques —amenacé con el dedo.

Stella entrecerró los ojos y me sacó la lengua. ¡Qué infantil! Vero solo se limitó a no intervenir con ninguno.

Cada uno contesto en silencio, mientras resolvía las integrales, no dejaba de esperar el momento en que Stella comenzará a distraerse o que pidiera ayuda a Vero o que simplemente me molestará porque quería para hacerme fallar…

Espere, espere y espere, pero el momento no llegó.

—Cinco minutos —anunció el profesor—. Él ultimó equipo que entregue tendrá un ejercicio extra.

—Tenemos que apresurarnos —les dije a ambas en voz baja.

—Yo ya terminé —anunció Vero mirándonos a ambos.

—Yo también —añadió Stella, levante mi rostro, ¿cómo?, ¿ella?, ¿terminar?, ¿matemáticas…? Mentía— ¿Qué?

—Tú, ¿terminaste? —enarque la ceja.

—¿Acaso estás sordo? Ya-ter-mi-né.

—No te creo. —No podía ser, a mí aún me faltaba el último resultado— Déjame ver.

Stella me sonrió burlona y me paso su cuaderno. Revise los ejercicios… si, ya había terminado, pero eso no ameritaba que estuviera bien.

—Dos minutos —avisó el profesor de nuevo.

—¿A su alteza no le falta su último ejercicio? —me dijo Stella burlona.

La miré indignado, le devolví el cuaderno y me enfoqué en el mío. A mí no me iba a venir a decir si debía o no terminar. Coloque el resultado final y me levante a toda prisa tomando los cuadernos de Stella y Vero, y los lleve al escritorio, por suerte no éramos los últimos.

Cuando volví a mi asiento, ellas estaban regresando a los suyos y mis amigos conmigo, noté que Stella se reía con Vicky.

¿Se estaba burlando de mí?

Gruñí y presté atención a las calificaciones, más le valía que estuviera bien, pero no podía evitarlo, sentía nervios, Stella siempre había sido malísima en matemáticas, ya me estaba preparando para una baja nota por culpa de ella…

No Dorian, tranquilízate, aún podemos subir de nota.

Y no me equivoque…

—El equipo seis: Stella, Dorian y Vero. Tienen nueve.

¿Nueve? Hubo un resultado mal… y seguro era de Stella.

—Deja de preocuparte, no está mal tener un desliz de vez en cuando —susurró Conner.

—Así es, además, es muy probable que los ejercicios que hiciste son los que estuvieron bien —añadió Franky.

—Sí, eso es seguro —contesté cruzándome de brazos.

Miré hacia abajo, Stella y Vicky se felicitaban chocándolas. ¿Por qué festejaba sino obtuvimos la nota alta gracias a ella? Rodeé los ojos.

Para cuando el profesor termino de dar resultados, le pidió a Stella y Vicky devolvieran los cuadernos a sus compañeros. Ambas iban caminando entre los pasillos con las libretas.

Se acercó a mi mesa compartida con Conner y Franky y paso el cuaderno de este último, después entregó el de otro compañero en la fila y finalmente el mío. Sin embargo, lo noté, la burla en su rostro y le complacía verme molesto.

—Buena suerte la próxima. —Y bajo las escaleras tratando de contenerse.

—¿Por qué dijo eso? —preguntó Conner.

Yo seguía confundido, eche el vistazo a mi cuaderno, el error no había sido de ella. El error había sido mío…

¡No podía ser!

Miré hacia al frente y después a mi libreta y así repetidas veces. Stella seguía sonriendo con Vicky mientras le enseñaba algo.

—¿Cuándo se volvió tan buena? —cuestionó Franky.

—¿Quién? —preguntó Conner.

—La extranjera. La chica rubia que recién llego, era nuestra compañera de clase cuando éramos niños. Un día de pronto se fue y no la vimos durante cuatro años, pero ahora volvió al instituto —explicó Franky mientras yo solo la observaba.




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