—¿Por qué dices que no vas a tomar la reunión de hoy? —pregunté exasperado.
—Porque tengo asuntos que resolver —contestó nerviosa.
—¿Qué asuntos?
—Unos importantes.
—Las inscripciones a los clubes ya terminaron y lo mismo con el papeleo de control escolar. ¿Qué es tan urgente como para no tomar la sesión de hoy? —insistí. Acababa de cancelar algunas cosas para darle prioridad a ella…. A la asesoría obligatoria que me impusieron en dirección y me cancelaba de la nada.
Stella se mordió el labio, lucía nerviosa y podía decir que hasta ¿triste? No entendía qué estaba sucediendo.
—Prometo compensártelo —contestó evadiendo mi pregunta.
—Eso no fue lo que pregunté.
—Pues no puedo tomarla, de acuerdo. Hoy no. Pero prometo compensar tu “valioso” tiempo.
Stella intentó darse la vuelta y yo alcance a tomarla del brazo para después obligarla a mirarme a los ojos.
—¿Qué sucede?
—No te voy a decir.
—Entonces pasaré un reporte por tu falta de cumplimiento en la materia.
Ella abrió la boca y luego mostró indignación ante mi comentario.
—¿De verdad no puedes dejarlo pasar por una sola vez?
Me crucé de brazos, aquí íbamos de nuevo con las peleas.
—Tienes que aprender a ser responsable.
—Y tu más flexible, te estoy pidiendo un favor.
—En primera no estás pidiendo un favor, estás evitando tus responsabilidades. En segunda, sé que jamás has vivido rodeada de estúpidos protocolos y, por tanto, no entiendes que significa cumplir al pie de la letra, pero no puedo dejar pasar las reglas así nada más y en tercera, no deberías jugar con el tiempo de las personas de esta manera.
—¡Fue un imprevisto!
—Imprevisto un carajo. ¿Me vas a decir o no?
—No. Te vas a burlar de mí.
—No haría eso.
Stella alzó una ceja, ok, si me conocía bastante bien. Debía darle un punto.
—De acuerdo, prometo no reírme.
Antes de contestar, dio un largo suspiro y jugueteo con sus dedos. Al parecer era serio.
—Perdí algo que es importante para mí y necesito encontrarlo.
—¿Qué cosa?
—Una pulsera.
Rodeé los ojos. Ella bufó y volvió a reclamarme.
—¿Lo ves?
—No me estoy burlando —me defendí.
—No, pero hiciste ese gesto, sabía que no ibas a entenderlo.
—Una pulsera puedes comprarla en cualquier parte Stella, no es de vida o muerte.
—¡Esta no es una pulsera cualquiera!
—No seas ridícula y concéntrate.
Me di la vuelta para acomodar mis cosas, nuestra conversación no iba a ningún lado, así que le daría la palabra y otro día tendríamos la asesoría y más le valía reprogramarla con tiempo.
No escuche objeción alguna de su parte, pero en cuanto tomé mis cosas y levanté el rostro, pude ver en ella ojos llorosos y nariz roja. ¡Oh, no!
Al parecer me había pasado de la raya porque a leguas parecía que en cualquier momento comenzaría a llorar.
—Eeh… Ste…
—Eres un idiota —contestó y salió corriendo del aula.
Me apresuré a seguirla y tomarla del brazo.
—¡Espera!
—Déjame en paz con mis preocupaciones ridículas.
—Yo no dije eso.
Ella se dio la vuelta, tenía los ojos llorosos, pero el gesto furioso en su rostro… en definitiva, me odiaba en estos momentos.
—No lo entenderías porque nunca nadie te ha regalado algo con tanto cariño. Sé que son cosas mundanas para “su excelentísima alteza”. Así que déjame en paz.
¡Auch!
¿Qué sabía ella de cosas mundanas?, ¿Qué sabía ella de que nadie me regalaba nada con cariño? Cuando dijo eso recordé algo y de pronto me puse en su lugar.
¡Maldita sea! Me había pasado de la raya.
Ella siguió caminando, así que me apresuré a levantar la voz.
—Disculpa, quizá no lo entiendo, pero, ¿puedo ayudarte a buscarlo?
Stella se detuvo. Sí, había oído bien, me estaba ofreciendo para buscar su preciada pulsera.
—¿No interrumpe tu valiosísimo tiempo?
—Igual ya no vamos a tener la asesoría hoy, así que supongo que por lo menos puedo unirme a la búsqueda de tu pulsera.
Primero me miró confundida, después se secó las lágrimas y por último se relajó.
—Gracias. Estuve un buen rato en el jardín, aún la tenía al salir de la cafetería, pero después se debió haber caído en algún lado entre el trayecto hacía acá.
Comenzamos a caminar a donde ella creía que pudo habérsele caído. A todo esto, yo seguía sin conocer la dichosa pulsera, así que le pregunte antes de continuar.
—Es de oro como este collar —me enseñó la cadena alrededor de su cuello—, pero tiene una rosa blanca en el centro, una rosa de cristales.
Primero me imaginé la pulsera, pero después de analizarlo bien me sorprendí. ¿Acaso…?
—¿Una rosa blanca con cristales como pétalos?
Ella asintió.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Podría tratarse de una coincidencia. No había posibilidades, ¿o sí?
—¿Es muy importante para ti? —pregunté como si nada mientras revisaba entre los arbustos, aunque por dentro moría de curiosidad.
—Mucho —contestó.
—¿Por qué?
Ella pareció pensárselo antes de contestarme.
—Fue un regalo de alguien que era muy importante para mí.
—Entiendo…
Seguí buscando, pero me sentía demasiado nervioso. Recordé al príncipe Edmundo y la pulsera que consiguió con mi ayuda. Era idéntica a la descripción de Stella, no podía ser coincidencia. Él también había dicho que era para alguien a quien quería mucho… sería acaso… Pero Stella era demasiado joven para él, por lo menos diez años.
No mencione más, mi mente divagó buscando posibles opciones. ¿el príncipe habrá tenido interés en chicas mucho más jóvenes que él?, ¿eso era normal?
De imaginarme a Stella con alguien mayor… No, no podía ser. Él había dicho que la quería como una hermana, a menos…
Para cuando paso el tiempo, no encontramos rastro alguno de la pulsera, ni en la cafetería, ni preguntando entre alumnos y Stella cada vez más se sentía triste.
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Editado: 25.04.2025