La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

69. Stella

—Lamento que no encontráramos tu pulsera —dijo Dorian.

Suspiré hondo. Yo lo lamentaba más. Después de todo, había sido un descuido mío.

—Gracias por ayudarme —contesté sincera, pero abatida—. Y discúlpame por usar tu tiempo en tonterías mías.

—Stella…

Dorian no terminó de hablar porque una chica de melena ondulada color café claro llegó directo a abrazarlo. Fue tanto el impulso que logró desestabilizarlo por unos segundos, antes de mantener de nuevo el equilibrio.

—Dorian, querido, ¿Qué haces? —preguntó aferrada a su brazo, entonces me miró y escaneó de arriba abajo sin dejar de sonreír con superioridad— ¿Quién es ella?

Ella estaba demasiado cerca de Dorian que me había pillado por sorpresa. Apenas tuve unos segundos para analizar antes de responder.

—Yo...

—No es lo que piensas —interrumpió Dorian intentando zafarse de su agarre—. Stella, solo somos amigos —añadió con nerviosismo, la chica lo miró mal.

Muy amigos, pensé.

—Ya recordé, eres la extranjera, la nueva en el grupo —dijo la chica y asentí, incómoda, con la cabeza.

¡No dejaba de abrazarlo!

Dorian me veía nervioso y yo comenzaba a sentirme fuer de lugar y también irritable. Una gran necesidad de salir huyendo me estaba invadiendo.

—Tengo que irme.

—¿Ya te vas? —preguntó Dorian con ¿desesperanza? Para este momento acababa de soltarse de su agarre y se alejó un par de pasos, pero yo no quería seguir aquí.

—Sí. Tengo taller de artes y ya se me ha hecho tarde —contesté—. Además, no quiero interrumpirte con tu novia. —Dorian se sorprendió e hizo amago de explicar algo, pero se lo impedí, solo quería irme— Gracias de nuevo, nos vemos.

Y sin darle más réplica comencé a andar. Esto había sido tan, pero tan incomodó y si ya me sentía lo suficientemente mal por mi pulsera, la extraña cercanía de Dorian con esa chica me dejó un sabor amargo el resto de la tarde.

Suspiré e intenté distraerme pintando en el taller, pero acepto que me fue difícil. Resignada a no volver a ver mi pulsera y que hoy me faltaba inspiración, regresé a casa.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que al día siguiente olvide llevar conmigo mi capa del consejo estudiantil. Por suerte no habría sesión ese día, así que me salve de alguna reprimenda. Sin embargo, en la cafetería ocurrió un accidente que sería el primero en meterme en una serie de problemas con ella.

—Lo siento mucho —se disculpó la chica frente a mí. La reconocí enseguida como la “novia” de Dorian que vi el día de ayer, acababa de ensuciarme por completo el uniforme con su batido—. No te vi, perdóname.

—Descuida —contesté sin darle importancia, en realidad yo era quien iba sin fijarse.

—Déjame ayudarte —agregó bloqueándome el paso a los baños.

—Yo puedo, gracias —Ahora mismo estaba pensando cómo iba a limpiarme y lo incómodo que sería traer el uniforme empapado para el resto de la clase.

—Insisto —añadió—. Tengo un uniforme extra en la sala de alumnos, si me permites, puedo prestártelo.

La observé bien, Vicky aún no regresaba de su asesoría, así que no me quedaba más opción que aceptar su ayuda.

— Por cierto, me llamó Becca, ayer no pude presentarme como debía —dijo mientras me guiaba por los pasillos hasta la sala del consejo.

—Un gusto, Stella —le respondí sin emoción, algo no me hacía quedarme tranquila y ahí cometí el error de no creerme.

—Toma. —Me cedió un gancho con un uniforme— No sé si sea de tu talla, pero al menos espero que te ayude a salir de esta —me guiñó un ojo.

—Gracias —contesté tímida.

—¡Ay, no! Estamos para ayudarnos entre chicas —chilló emocionada, yo me preguntaba de qué—. Te dejo para que te cambies.

Becca salió de la habitación. Incluso mis guantes eran un desastre pegajoso que tuve que quitarme. Sin embargo, una vez puesta la falda me arrepentí de hacerle caso. No solo era suya, sino que era supercorta. Yo era ligeramente más alta que ella, así que la falda me llegaba poco más arriba de las rodillas.

¡De ninguna manera iba a salir así!

No solo iba a llamar la atención, también iba a verme… mal.

—¿Ya te cambiaste? —preguntó desde afuera.

—No —mentí, iba a utilizar mi uniforme empapado por más incómodo que fuese.

—Déjame ver.

Entonces Becca hizo caso omiso de mi comentario y entro de todos modos.

—¡Te ves estupenda! —Debe ser una maldita broma— No entiendo cuál es tu problema.

—Realmente no me queda —contesté sin tapujos—. Te agradezco la intensión, pero usaré mi uniforme empapado.

—¡Ay, no! No permitiría eso, anda regresemos a clase —intenté evitarla, sin embargo, me agarró de la mano y me jalo con ella, apenas pude tomar mi mochila y usarla como escudo a mis espaldas o, mejor dicho, tras mis piernas.

En cuanto me tocó, supe por qué desconfiaba de ella. No tenía ninguna buena intensión conmigo, en absoluto. Sentía su odio hacia mí y su falsa honestidad en el gesto, solo quería humillarme con el cambio de uniforme y yo había caído en su trampa.

Intente zafarme, pero me agarró más fuerte.

—Tranquila, ya casi llegamos a clase, nadie te molestará —dijo en un tono de fingida amabilidad.

No le creí ni respondí, en cuanto cruzamos los pasillos, miradas indiscretas nos invadieron, bien podían tratarse por dos formas. La primera porque me veían con Becca y la segunda, porque intentaban mirarme las piernas…

La vergüenza me invadió, pero intenté ser fuerte.

Apenas llegamos al salón quise ser rápida para sentarme a lado de Victoria y no volver a levantarme por el resto del día.

Becca no tuvo opción que soltarme mientras me veía con satisfacción.

—Perdona por apresurarte, supuse que no querías llegar tarde a clase.

—Gracias —contesté a secas, no le creía nada.

Becca estaba por acercarse cuando al fin llegó Vicky, se puso en medio de ambas y se cruzó los brazos.

—¿Qué sucede y qué quieres con mi amiga? Porque déjame decirte que ya tiene una mejor amiga y soy yo —amenazó Vicky, Becca rodó los ojos.




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