La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

71. Stella

Estaba sentada en las jardineras esperando la llegada de Vicky solo para contarle sobre mi pulsera. La clase aún no comenzaba, así que teníamos algo de tiempo antes de entrar. Observé mi muñeca, la rosa blanca, el símbolo de mi familia. Edmundo siempre me decía que cada vez que mirará una rosa lo recordará y lo mucho que me quería. Después de su muerte, cuando veía una me sentía acompañada por él.

Por alguna razón, tener esta pulsera en mis manos me hacía aún más feliz, mi corazón palpitaba fuerte al recordar a Dorian regresármela. Y sí, estaba sonriendo como tonta.

—¿Encontraste tu pulsera? —me preguntó Vicky al sentarse a mi lado.

—No —contesté sin dejar de sonreír.

Vicky me dedicó una mirada confundida.

—Entonces, ¿Qué es eso?

—Una pulsera casi idéntica a la mía.

—¿Compraste otra?

Eche una vista rápida, ni Dorian ni sus lacayos estaban cerca, aun así, baje la voz solo para que Victoria escuchará.

—Dorian me la regalo, supongo que creyó que no me daría cuenta, pero agradezco el gesto —dije abrazando la pulsera.

—¿Cómo sabes que no es la tuya? Es idéntica.

—Porque la mía tenía una S grabada justo debajo de la rosa. Mi hermano la personalizó para mí.

—Y Dorian te regalo una idéntica.

—¡Si!

Podía notar la mirada de Vicky en mí. Sabía que iba a decir, pero no me importaba, estaba tan feliz que dejaría pasar sus comentarios por esta ocasión.

—Quizá no sea tan malo como parece —agregó ella con una sonrisa de satisfacción, ahí iba de nuevo.

—Solo sintió lástima por mí, realmente me sentía muy triste — justifiqué—. Creí que había perdido lo último que me quedaba de mi hermano.

—Sigue mintiéndote.

—¡Vicky!

—¡Shh! no alteres el orden de la escuela.

Me reí, ella lo hacía apropósito. Después admiré de nuevo mi pulsera, sentí una oleada de nostalgia.

—¿Sabes? Cada que miró mi pulsera, siento que mi hermano aún está conmigo.

—¡Ay, Stella!

Vicky me abrazo, mentiría si dijera que había superado su muerte. La verdad es que aún me dolía bastante como para fingir estar bien todo el tiempo. Era consciente que esta no era la pulsera original, sin embargo, saber que fue un regalo, un gesto para aliviar mi dolor, me confortaba.

De pronto escuchamos unos gritos cerca de nosotras.

—¡Cuidado!

Nos volvimos hacia donde la advertencia, un balón de vóley venía directo hacia mí. Por instinto intenté cubrirme con mis manos y tanto Victoria como yo lanzamos un grito ahogado, pero le impacto nunca llegó.

—¡Vaya! Eso estuvo cerca. —Cuando alcé la vista me encontré con un chico alto, de complexión atlética, ojos claros igual que su cabello. Había detenido el balón porque ahora lo tenía en la mano— ¿Te encuentras bien?

Me sonrió. Una sonrisa amable y hasta podía describir tierna.

—Sí, gracias —alcance a pronunciar, tenía que admitirlo, el tipo era lindo y yo seguía pasmada por el casi impacto.

—No, mil gracias —chilló Vicky más efusiva que yo.

—¿Te asustaste? —preguntó inclinándose hacia mí, su gesto me tomo por sorpresa y reaccioné retrocediendo un par de pasos.

—Un poco —contesté tímida—. Tendré más cuidado la próxima vez.

—No tienes porque, yo soy quien debería ser más cuidadoso. No me sentiría bien si hiero a alguien tan linda como tú.

Vicky chilló emocionada a mi lado y de inmediato, una sensación de nerviosismo me invadió. ¿Acaso estaba coqueteando conmigo?

—No te había visto antes, ¿eres nueva?

—Sí, bueno no — tartamudeé—. En realidad, estudie aquí hace unos años, después me fui y acabo de regresar —contesté agarrando más confianza.

—Oh, pues, bienvenida de nuevo —dijo con una sonrisa que combinaba con su pelo despeinado—. Soy Alex —me tendió la mano.

—Stella —respondí correspondiendo el saludo—. Y ella es Victoria.

—O Vicky, como todos me dicen. Mucho gusto.

—Un gusto Stella. Me encantaría conocerte más, pero supongo que tu clase está por comenzar —añadió señalando hacia el salón, por la puerta iba entrando Franky sin Dorian o Conner— y yo tengo que seguir con mi entrenamiento. Espero volver a encontrarte.

Sin decir más ni dejarme despedirme me dio un beso en la mejilla y se fue.

Vicky chilló con júbilo a mi lado y yo no terminaba de comprender lo que acababa de pasar.

—¡Es lindo! —gritó emocionada.

—Contrólate y vamos —le dije tomándola de los hombros.

Me reí. Sí, era lindo. Nos dimos la vuelta para entrar al salón. Franky nos veía con demasiada curiosidad, más no dijo nada.

Pronto escuché las voces de Conner y Dorian que estaban llegando al salón. Los tres subieron a sus lugares y Vicky y yo hicimos lo mismo. Divisé por encima de mí, el príncipe me dedicó una mirada rápida antes de abrir su libro.

Dorian era más lindo.




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