La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

76. Dorian

—La próxima semana habrá una excursión al bosque —anunció el profesor.

La mayoría de mis compañeros exclamaron contentos, otros celebraron más tranquilos, yo me limite a observar, sería una gran carga de trabajo ordenar el grupo para la excursión.

—Por tanto, entrego los permisos que deberán firmar sus padres o tutores para que puedan acudir a la excursión.

Observé como el profesor le pasaba las hojas a Vicky para que repartiera. Stella se mantuvo en su lugar garabateando algo. ¿Qué estaría pensando? Llevaba la pulsera en la mano. Me hacía sentir bien que la usará.

—¡Dorian! —escuché, Vicky estaba con la mano extendida cediéndome el permiso, se lo arrebaté y miré de soslayo a mis amigos, ambos me observaban asombrados.

¿Había hecho algo mal?

—¿Qué sucede?

—¿Te encuentras bien? —preguntó Conner.

—Sí.

Y guarde el papel en mi carpeta. No quería que me siguieran inspeccionando con la mirada. Últimamente me distraía más de lo normal y eso era molesto.

—Dorian —volví a escuchar, esta vez era el profesor—, ¿puede prestar atención? — sentí bochorno en mí— Le comentó que se quede al final de la clase para la planeación de la excursión.

—Sí profesor —contesté apresurado.

¿Qué me pasaba? Por instinto miré hacia abajo, Stella también me veía, entonces yo desvié la vista.

La clase termino y después de que el profesor me diera indicaciones para organizar el papeleo de la excursión, estaba seguro que estaría más ocupado que otros días. Solo debía concentrarme en ello. Recargue mi mochila sobre el escritorio y termine de guardar mis cosas cuando un par de manos cayeron sobre la madera.

—¿Me vas a seguir ignorando? —Alcé brevemente la vista. Becca estaba frente a mí.

Miré de soslayó a mis amigos, ellos entendieron que podían adelantarse. El resto del salón también acababa de salir, así que esperaba que nadie escuchará nuestra conversación.

—Ya te lo dije, este ciclo escolar estoy muy ocupado —le explique restándole importancia.

—Para mi no tienes tiempo, pero la pequeña florecita extranjera puede disfrutarte por las tardes —se quejó en un tono juguetón, entendí que su plan era provocarme.

—Stella y yo pertenecemos al Consejo, es por eso nos vemos más seguido.

Becca me miró analizando mis expresiones. Intenté ser estoico. Entonces se acercó a paso lento a mí, puso un dedo en mi pecho e intentó empujarme sobre el escritorio.

—Se me ocurre, que podrías faltar a una de esas tutorías y dedicármela a mí, como antes. ¿Qué dices? —susurró mientras la tenía cada vez más cerca de mí— ¿Podrías enseñarme anatomía de nuevo?

Un estruendo proveniente del pasillo nos hizo saltar a ambos. Aproveche para quitarme a Becca de encima y tomar mi mochila. Ella abrió la boca y yo me di la vuelta sin darle tiempo de respingar

—Quizá en otra ocasión —me excuse alejándome de ella.

Eso había estado cerca. Y si bien, no sentía la misma emoción de antes, seguía siendo humano y no estaba dispuesto a caer en provocaciones.

Salí del salón y en ese instante sentí que el alma se me caía al suelo.

Stella estaba afuera.




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