La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

81. Stella

El día que volví del campamento, me encontré con la sorpresa que mi padre estaba en casa conmigo. Había llegado esa misma noche, lo que me hizo feliz después del extraño desenlace en la excursión.

De pronto, me sentía tan contenta que quería contarle todo cuanto me había pasado en la escuela... salvo por el incidente del uniforme y la recién caída al lago. Sin embargo, en su lugar terminé hablándole de lo bien que me estaba yendo gracias a las enseñanzas de Eddy. También que era parte del consejo estudiantil y que volví al taller de pintura.

Claro, todo eso hubiera podido contar de no ser porque estaba en un viaje de estado y venía a saludarme antes de tener que distanciarse otra vez.

—Sabes que te quiero mucho, ¿no? —me dijo entre sus brazos, ahí estaba de nuevo, la misma frase que Eddy usaba cuando iba a decirme algo importante— Hoy vengo rápido, pero la próxima vez te prometo que hablaremos a detalle de todo esto.

—Lo sé, padre —contesté tratando de fingir que no me dolía.

—Por cierto —añadió y miró a Doris y Octavio, ambos entendieron que nos darían espacio, esto llamó mi atención.

—¿Qué sucede?

—Creo que llego la hora —mencionó, al principio no entendí, pero después me puse tan nerviosa que mi boca solo se abría y cerraba sin pronunciar nada—. Edmundo tenía en mente muchos planes contigo, esperaba que de verdad pudiéramos llevarlos a cabo los cuatro.

—¿Cuatro?

—Edmundo, tu otro hermano, tú y yo.

No pude responder. ¿Mi otro hermano?, ¿al fin le habían hablado de mí?

—Él… ¿Él ya sabe de mí? —pregunté con miedo.

Padre me contempló con vergüenza. No lo sabía. Reconocía esa mirada.

—Aún no, pero pronto. Llegó la hora de darte a conocer, hemos venido juntos, es solo que lo he dejado donde será la reunión de hoy.

—¿Lo dejaste solo? — pregunté sorprendida, desde lo de Edmundo y el último atentado contra él, sabía que procuraban no perderlo de vista.

—No, lo acompaña un guardia contratado. Sé que está en buenas manos, por eso es que pude venir a verte, pero te prometo, que la próxima vez que venga, Stefan vendrá conmigo. Él te conocerá y en cuanto lo sepa, sé que te querrá tanto como Edmundo lo hacía.

Tenía mis dudas. Stefan captaba la atención por ser lo opuesto a Eddy, era llamado el legítimo heredero del rey tirano… muchas veces me pregunté como es que Eddy le quería y apoyaba tanto si tenía tan mala fama.

Nunca había tratado a Stefan, pero me daba miedo como fuera a reaccionar.

—De acuerdo —contesté al final con resignación, igual no podía hacer nada.

Padre me tomó de la cabeza y me acercó para darme un beso en la frente. Yo lo abracé, aún no quería que se fuera.

—Por cierto. —Este era el momento, ahora que estaba aquí podía hacer uso de mis encantos como su única hija mujer— Me gustaría vivir en los dormitorios.

Padre me miró confundido, por lo que enseguida tuve que añadir algo más para que no se preocupara.

—Es que me toma mucho tiempo regresar en el bus. Estoy en los últimos años escolares y las tareas y la complejidad me absorben demasiado. Así que pensé… que quizá… podría empezar a vivir en los dormitorios, con Vicky. Claro, si tú estás de acuerdo.

No sabía si iba a creerme, pero esperaba que sí. Pareció pensarlo y yo comenzaba a ponerme nerviosa, hasta que hablo.

—De acuerdo —dijo y sentí un gran alivio en mi interior—. Pero con la condición que te comuniques con Doris cada tercer día para asegurarse que estás bien.

—Así será papá.

Y llena de felicidad y alivio, abracé a mi padre… por última vez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.