La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

82. Dorian

Cuando esperaba que mi padre me prestará un poco más de atención, jamás creí que lo haría vigilando con quien me relacionaba.

Aprovechaba la oportunidad de no ser observado para reunirme como quisiera con quien quisiera y pensándolo mejor, la había librado demasiado hasta mi interacción con Stella.

¡Ja!

Maldita sea, ella era la única que me importaba.

Pasaban las tres de la tarde cuando llegamos al castillo. Ya nos esperaban para arreglarnos.

¿La razón? El rey de Rosnia y su hijo, el nuevo príncipe heredero vendrían de visita esa misma tarde.

Me irritaba todo lo que había sucedido. Es más, nadie me notificó esta visita hasta que mi padre me recogió en el campamento…

El rey entró a su despacho para hablar con mi hermano antes de todo y yo subiría a mi habitación. Acababa de enterarme de que tendríamos visitas y Donovan no estaba contento con ello.

—¿Tú que haces aquí?

Me interceptó mi hermano con un empujón unos pasos antes de la entrada del despacho. Me sentía fastidiado, así que estaba haciendo un esfuerzo por no devolverle el gesto.

—Padre me pidió venir.

—¿Te dijo algo más? —preguntó un momento antes de abrir la puerta— Espero que no te haya ofrecido el ducado de Tornés, ese me pertenece.

—No me ofreció nada —contesté de mala gana—. Solo preguntarme sobre la escuela.

—Bueno, tiene sentido —añadió riendo—. Es en lo único en lo que puedes destacar.

Apreté la quijada. Los ojos de mi padre siempre estaban puestos en Donovan y todo el tiempo escuchaba “Donovan esto”, “Donovan aquello”. Y yo quería ser igual de visto que Donovan para poder oír a padre sentirse feliz por mí… pero con cada año que crecía me daba cuenta de que el amor que mi padre le tenía a Donovan era ciego, lleno de justificaciones.

Incluso fue su idea que viviera en las residencias de la escuela y padre no dudo en enviarme lejos, aun cuando madre pedía que me quedará en el palacio.

—Donovan, no hagas esperar a tu padre.

De pronto apareció mi madre, su voz suave, pero firme nos robó la atención. Mi hermano le dedicó una mirada molesta y entró al despacho, eso era otra cosa que odiaba, podía soportar lo que sea, pero nunca que hiciera menos a mamá.

—No le hagas esas caras a madre —recriminé.

Él solo rodó los ojos y cerró la puerta.

—No importa hijo mío —me tranquilizo madre tomándome del brazo.

—Claro que importa, eres su madre, debe respetarte —replique, ella se limitó a acariciarme la mejilla, siempre había sido muy cariñosa, sobre todo conmigo.

—Cuando creciste tanto, ¿te he dicho lo apuesto que te has convertido?

Suspiré. Amaba a mi madre, pero ¿por qué se hacía menos con Donovan? Quería distraerme de mi enojo. No me gustaba que hiciera eso.

—Madre, no cambies de tema.

—Lo que haga tu hermano, que no te afecté. Tu padre no va a permitirlo.

—Padre le solapa todo.

—Menos faltarle a su familia.

La miré, ella sonrió con ternura. Bien, me convenció, yo tampoco iba a faltarle el respeto.

—Antes de arreglarte, acompáñame un poco. Me gustaría pasar tiempo con mi hijo. Te extraño mucho cuando estás en la escuela.

—Yo también la extraño, madre.

—Te debo una disculpa por interrumpir tu viaje escolar.

—No importa. Estoy aquí, es mi deber cumplir —respondí en un intento por restarle importancia, aunque en el fondo todavía me dolía.

—Pero cuéntame, ¿Qué tal iba tu excursión escolar?

Ya me sentía lo suficiente mal por como termino mi viaje, pero no quería que mi madre supiera lo terrible que la estaba pasando, así que fingí una sonrisa.

—Fue divertido la mayor parte.

—Y… sin embargo, hay algo que te preocupa.

Mi madre me veía atento con sus ojos color ámbar, los mismos que yo había heredado, al igual que el tono de su pelo. Yo me parecía a ella.

—No, es solo que. Bueno. Una amiga cayó al lago y yo la rescaté justo antes de que fueran por mí.

—Querías saber si se encuentra bien.

Asentí sin mirar a ningún lado.

—Hagamos esto, después de que termine la cena, llama a tus amigos y pregunta por ella, usa la línea de mi habitación.

—¿Puedo? —exclamé sorprendido.

—Es mi modo de disculparme, no pude convencer a tu padre de que te dejará en la excursión.

La miré un momento, me había conmovido. Ella era la única con quien podía sentirme tranquilo en el Castillo y la única que siempre me escuchaba. Por eso me sentía afortunado de tenerla en mi vida.

—Gracias.

Ella meneó la cabeza con ternura y me acarició la mejilla. Ya no era un niño, pero eso no iba a impedir que me siguiera demostrando cuanto me quería.

—No hay que agradecer. Al contrario, quiero aprovechar un poco que estás aquí, para pedirte un favor. Me gustaría que fueses una agradable compañía para el príncipe heredero.

—¿Yo?

—Si hijo. —Miró de soslayo alrededor antes de bajar un poco la voz— Temo de tu hermano, y lo que se dice del príncipe Stefan, yo… yo creo que tú eres más indicado para tratar con él.

—Pero yo no soy el heredero.

—No importa. Sé que al príncipe Stefan eso no le interesa. Hasta no hace mucho, él tampoco lo era.

La observé un momento. Es cierto, tras la muerte de su hermano, se había convertido en el siguiente en la línea de sucesión.

—¿Padre está de acuerdo? —tanteé antes de recibir dos advertencias del rey en el mismo día.

—Yo me encargo de tu padre, pero hazme ese pequeño favor.

No sabía por qué me lo pedía, solo sabía que no quería preocuparla más de lo que se mostraba, así que asentí y le prometí que haría lo mejor que pudiera.

***

Eran cerca de las seis de la tarde cuando la limusina de la realeza de Rosnia cruzó nuestro portal. Inevitablemente venían a mí los recuerdos de la última vez que los recibimos, antes de la muerte del entonces heredero, príncipe Edmundo.

Los procedimientos y protocolos eran los mismos, pero a diferencia de aquella ocasión, el nuevo príncipe heredero pasaría un buen rato acompañado de mí, esto a solicitud de nuestros padres.




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