2 días antes.
—Quiero que te comportes —sentenció su padre—. Tu fama ya es lo suficiente mala.
—¿Por qué será? —cuestionó el joven príncipe.
—Stefan —advirtió su padre.
El príncipe le miró con seriedad antes de enderezarse sobre su lugar. Él tampoco quería que este viaje de improvisto se tornará estresante.
—Bien. Voy a cooperar, pero no me pidas cosas de las que no tengo conocimiento y que no puedo hacer.
—Solo tienes que sonreír y ser amigable —solicitó el rey como si nada, cosa que no le causo ninguna gracia a su hijo.
—Ser un títere.
Su padre guardó silencio por un instante. Ambos eran conscientes del apodo que tenía el rey entre rumores. “El rey títere” ese que no lograba imponerse sobre los allegados a su padre, “el rey tirano”.
El remordimiento fue instantáneo, por lo que Stefan se llevó ambas manos al rostro y suspiró arrepentido.
—Discúlpame, no quise…
—Está bien —interrumpió su padre, consciente que no fue apropósito—, es solo… solo intentaba explicarte que a tu hermano le funcionó.
—Y de todos modos lo mataron.
Otro breve silencio se hizo presente.
La muerte de su hermano seguía latente, pero era la presión y las constantes comparaciones las que le recordaban día a día que no estaría, quizá nunca, a la altura.
—Tu hermano era muy querido e hizo mucho por todos, él no quería que tú te preocuparas.
—Debiste escucharlo entonces.
—Stefan…
—Él te lo dijo, ese día poco antes de la coronación, que algo no estaba bien…
—No sigas.
—¡Su fuente era confiable!
—¡Ya hablamos de esto y no voy a retomarlo! Tu hermano dejó a la mitad un legado y espero que tú puedas completarlo, como es tu deber como el siguiente en la línea de sucesión.
El rey se levantó y encaminó a salir de la habitación. La guardia que estaba afuera advirtió los pasos y enseguida se irguió sobre su lugar. Eso había sido incómodo. Nadie tendría que escuchar conversaciones así.
Apenas el rey abrió la puerta, la guardia hizo una reverencia y este la saludo antes de caminar por el pasillo.
Entonces el príncipe apareció por el umbral y le echo un vistazo.
—Estás ahí, como siempre. —No fue una afirmación, ni una queja, quizá solo quería sacar un poco de frustración.
—A no más de tres pasos de la puerta, su alteza, como es mi deber.
Stefan la observó con los ojos entrecerrados, los brazos cruzados y recargado en el umbral. Le fastidiaba no tener privacidad, pesé a que entendía que después de los atentados, negociar su seguridad no era opcional.
—Apuesto a que escuchaste todo.
La guardia no respondió. Se sentía demasiado incómoda como para afirmarlo.
—No te culpo —añadió el príncipe acongojado.
Regresó a su habitación y le dio una señal para qué entrará con él.
—Yo hacía lo mismo. Escuchaba a mis padres afuera del despacho y de su habitación, siempre se gritaban, pero a mí nadie me informaba nada y ese era el único modo de enterarme de todo lo que estaba sucediendo —confesó con tristeza.
Esta vez, fue la guardia quien observó al príncipe alicaído sobre el sofá. Era joven, pasaba los veinte, pero aun así, la presión recayó en él de un día para otro. De algún modo, podía sentirse identificada y por eso suponía que podría comprenderlo.
—Patético, ¿no crees? —añadió con una triste burla en el rostro— Estoy seguro de que Edmundo tampoco hacía eso.
La guardia miró a un lado, pensando si haría bien, pero después de meditarlo, optó por hacerlo.
—¿Puedo ser franca? —preguntó la chica, saliendo un poco de su puesto como guardaespaldas.
—Adelante, aquí nadie lo es.
—No haga eso, no se compare. —El príncipe la miró— Usted no es su hermano y nunca lo será.
El rostro de Stefan se transformó en decepción, pero después la chica continuó:
—Y eso es bueno, porque creo que tiene otras habilidades más allá de solo mostrar una linda sonrisa.
—¿Cómo cuáles?
—Es analítico, observador y tiene su propio criterio. Le temen porque pasó más tiempo con su abuelo, que, con su padre, pero no se comporta como él, ¿sabe por qué?
—Hasta yo sé que tenía actitudes insanas —confesó—. No hizo muchas cosas bien.
—Exacto. Puede discernir lo que está bien de lo que está mal y obtener información con solo prestar atención. Creo que tiene más cualidades que no ha tomado en cuenta porque se concentra demasiado en compararse con alguien más. Sí se busca en otras personas, jamás se encontrará a sí mismo y no podrá demostrar de lo que es capaz.
Por primera vez, Stefan sintió como si le quitarán un peso enorme de encima. Un brillo en sus ojos y un poco de esperanza se hicieron presentes en él y eso le sorprendió, pero también lo agradeció. Todo él estaba atónito.
—No intente llenar unos zapatos que no son suyos, es una carga muy pesada.
Stefan la miró por última vez. Ni siquiera sabía qué responder o como hacerlo. ¿Gracias tal vez? Era muy secó. Entonces cayó en cuenta que ni siquiera sabía como dirigirse a ella más allá de llamarla guardia.
—¿Cómo dijiste que te llamabas?
La chica abrió los ojos por el cambio de la conversación y después sonrió.
—No se lo dije.
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Editado: 12.08.2025