Aquí iba yo, camino a los aposentos del príncipe Stefan para invitarlo al observatorio del palacio. Tal como le había prometido a mi madre, iba a poner de mi parte para acompañarlo, así que hice una investigación rápida y supe que era amante de la astronomía. Por suerte un tío cercano había dejado parte de sus afinidades astronómicas en el pequeño observatorio que alguna vez fue suyo.
Pedí a mis sirvientes que prepararan el lugar. Me sentía extrañó, como un niño queriendo hacer amistad con alguien más grande.
Si lo pensaba mejor, quizá es lo que estaba haciendo. La amistad entre la realeza debía ser común, ¿no?
La verdad es que no lo sabía. Toda mi vida había vivido en el Colegio y mis amistades no tenían el mismo estatus que yo, así que no hice amistad con alguien igual.
Esperaba que todo saliera bien.
Toque la puerta. La guardia fue quien abrió, viéndola más de cerca, era ligeramente más baja de estatura que yo.
Me seguía cuestionando como podía defender al príncipe así.
—Buenas noches — saludé, ella dio una reverencia.
¿Qué se supone que debía decir a continuación?, ¿puede su príncipe salir a jugar conmigo?
—Me preguntaba si el príncipe Stefan estaba interesado en salir un momento —expliqué.
La chica miró hacia atrás. El príncipe se asomaba a la puerta, un poco extrañado. Éramos dos, ahora mismo comenzaba a preguntarme por qué ideé este plan.
— Es una noche agradable y tenemos un observatorio en buen estado… —añadí.
—Acepto, me estaba aburriendo en mi habitación —dijo sin importancia mientras tomaba su saco—. ¿No hay problema si mi guardia nos acompaña? Comprenderá que no tengo permitido salir sin ella. Ni tampoco que se aleje de mí a más de tres pasos.
—No hay ningún problema.
—Perfecto. —Acto seguido cerró la puerta e inició su camino— Y bien, dígame. ¿Dónde se encuentra el observatorio?
Lo, guíe hasta el otro lado del palacio. Pesé a que pasaban generaciones, algunos de sus habitantes solían dejar cosas, en el caso de ese tío, primo de mi padre, consiguió telescopios y muebles nuevos donde sería su residencia y abandonó los que tuvo alguna vez aquí en el palacio.
No sabía mucho de astronomía, pero esperaba que fuese de su agrado.
—¿Y qué tal su viaje? —pregunté queriendo entrar en confianza.
—Si soy honesto, un tanto cansado. El tren que conecta ambos reinos es grandioso pero agotador.
—No he tenido oportunidad de ir a su país.
—No se pierde de mucho. Saltori tiene más turismo y ha estado más abierto al mundo que Rosnia.
Entendí por qué lo decía. Cuando su abuelo asumió la corona encerró a su país y le ocasionó un retroceso. Con su padre y su hermano, Rosnia comenzaba abrirse de nuevo al mundo.
—Aun así, estoy seguro de que debe tener cosas maravillosas.
—Supongo que sí. Admito que buena parte de mi vida la viví únicamente en el castillo, creo que usted me entiende, príncipe…
—Dorian.
—Príncipe Dorian. ¿Acaso no se sintió alguna vez solo en estas paredes?
Ahora que lo pensaba, el haber vivido la mayor parte de mi infancia y adolescencia en el Colegio se sentía una bendición a comparación de la soledad del palacio. Una jaula de oro donde la atención era únicamente para Donovan.
A mi mente vinieron Franky siendo mi primer amigo, Vicky que, a pesar de todo, a veces disfrutaba de nuestras peleas, Conner que se volvió parte de mis amistades más confiables y por supuesto, esa rosa blanca que siempre me sacaba de mi zona de confort, Stella.
Sonreí.
—La verdad es que viví en el colegio casi toda mi vida y pocas veces venía al castillo.
—¡Ah! Vida de estudiante. Lo envidió. Yo tuve que conformarme con las paredes del palacio día y noche… ¡Wow!
Detuve mi paso, apenas estábamos llegando al observatorio, el príncipe Stefan vislumbró desde el ventanal el telescopio que yacía en medio. Sin querer, ya estaba apretando el paso para alcanzarlo y entrar junto con él.
—Perdón que lo haga correr —dijo él—, pero este modelo de telescopio lo sacaron del mercado hace años. Mi abuelo incluso llegó a prohibirlos y quemó el par que alguna vez hubo en el palacio. ¡Es increíble!
Acto seguido giró un par de manijas y echaba un vistazo, la emoción rodeaba su rostro y de nuevo me recordaba a ella, con los mismos gestos, la misma sonrisa y la misma intensidad.
—Era de un tío mío —expliqué—. Después de que se mudó lo dejó aquí.
El príncipe dio un rápido vistazo por todo el lugar. Tenía un estante de libros, mapas de estrellas en las paredes y una mesa con más artefactos que yo desconocía.
—Este es el tipo de cosas que anhelo construir en mi reino, una vez que sea rey —confesó absortó en el espacio—. No quiero que todos los apasionados a las artes y las ciencias tengan que emigrar de nuevo.
—¿No están permitidos? —pregunté intrigado, el príncipe negó con la cabeza.
—Mi abuelo hizo muchas cosas mal. Entre esas vetar a artistas, profesores y científicos. Mi hermano mayor era muy bueno con las palabras, amaba aprender y enseñar, mucho de lo que yo sé, fue gracias a él —explicó mirando con nostalgia el telescopio—. Mi gran pasión es la astronomía, es magnífico conocer cada vez más del universo y todo lo enorme que es el espacio más allá de nuestro planeta. ¿Puede creerlo? Afuera, no importa si soy el heredero o no, si era la primera, segunda o tercera opción, simplemente, no somos más que polvos de estrellas.
Sonreí. Más allá, de que hablaba con una felicidad muy parecida a cierta persona, era agradable escucharlo.
—Creo que le entiendo la emoción, yo soy un poco más de plantas y flores —dije acercándome al banco más cercano—. Aunque casi no tenga tiempo para mi hobby.
—Entiendo. La escuela debe absorberlo. —Asentí— ¿Qué piensa hacer cuando se gradúe?
No tenía idea. Hasta ahora mi objetivo era ser parte del Consejo Estudiantil y lograr ser presidente del mismo, porque esperaba así obtener la admiración de mis padres… pero después ¿Qué?
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Editado: 31.07.2025