Corrimos por toda la escuela, dimos vuelta por algunos pasillos y nos alejamos un poco de las residencias con tal de perder de vista al perseguidor. Cuando me pareció que estábamos a salvo, nos detuvimos cerca de la sala del Consejo Estudiantil y abrí la puerta.
—¿Cómo es que tienes fácil acceso? —exclamó ella.
—Soy el presidente, tengo llaves de las principales aulas. —Guiñé un ojo, Stella rodó los suyos— Vamos, entra.
Deje que pasará primero y yo detrás, no sin antes afirmar que nadie nos hubiese seguido. Apenas entre, cerré la puerta y dejamos nuestras cosas sobre la mesa. Me era extraño ver la sala del consejo a oscuras y vacía. Procuramos no hacer ruido para que nadie se diera cuenta de que estábamos ahí.
—¿Estás bien? —pregunté tras unos minutos, yo me abrí pasó para sentarme sobre el sillón de la sala, Stella se mantuvo de pie a un costado de la mesa— ¿Qué hacías sola en los pasillos a esta hora?
—Estaba en la biblioteca y el tiempo pasó volando —respondió.
—Te quedaste dormida —inquirí, la conocía bastante bien.
—¡Solo un corto tiempo! —Se quejó cruzando los brazos— ¿Y tú que hacías a estas horas fuera? Creí que pasabas las noches estudiando en tu habitación.
—Me encontré con Vicky y me dijo que no habías vuelto de la biblioteca. Pensé que estabas por saltarte otra comida, así que fui a buscarte.
—Que falta de confianza, ya estoy comiendo bien, para que lo sepas —reclamó.
Si gesto de indignación me causo ternura, pero no era el momento. Otra cosa estaba sucediendo justo ahora.
—¿Qué hay del tipo? —pregunté más serio.
—No tengo idea, iba caminando cuando de pronto escuché sus pasos y cada vez que volteaba se ocultaba, pero vi… —hizo una pausa, aturdida y tratando de recordar que había sido con exactitud— vi algo brillando…
—Un arma —interrumpí.
—Eso parece.
Stella se abrazó a sí misma, yo la observé. No me gustaba verla en ese estado, asustada, temerosa. No era ella, agradecía haberla encontrado a tiempo, y por arrogante que sonará, quien mejor que yo. Miré el sillón, lo que tenía en mente iba a tomarla por sorpresa, pero yo era el príncipe segundo del reino y presidente del Consejo Estudiantil, así que bien podía utilizar este poder a mi favor.
—Quedémonos a dormir aquí —propuse.
—¿Qué?
—Es probable que nos haya querido seguir hasta los dormitorios y de ser así, volver sería arriesgado. Tú no puedes entrar a la residencia de chicos y yo no puedo entrar a la de chicas.
—¿Por qué razón entraría a la residencia de chicos?
En ese momento enmudecí y el calor subió a mis mejillas.
¡No era eso lo que quería insinuar!
¿Qué diablos le pasaba por la cabeza?
—Porque… bueno… ¡Solo era para asegurarme que estarías a salvo en la residencia de chicas o de chicos! —traté de encontrar las palabras correctas.
—Es decir, ¿Qué tenías planeado entrar a la residencia de chicas, solo para dejarme hasta la puerta de mi habitación? —Stella alzó una ceja, le divertía la situación.
—Sí, como sea —bufé.
Desvié mi vista y Stella observó su alrededor, la sala de consejo no estaba mal, ella podría dormir en el sillón y yo, bueno, quizá las sillas no sean tan incómodas.
—Uniré dos sillas y dormiré en ellas —dije aclarando sus dudas—. Usaremos las capas como cobija.
—Gracias —susurro Stella más tranquila.
Ya no lucía nerviosa, de nuevo era cálida. Una sensación de paz me invadió el cuerpo. Sí, me sentía feliz de haber sido yo quien encontrará y auxiliará a Stella. No sabía cómo hubiera reaccionado si cualquier otro se atrevía a quedarse con ella a solas… la idea de que eso hubiera pasado me puso de malas y me revolvió el estómago. Yo nunca le faltaría el respeto a Stella y por supuesto, que no la dejaría con cualquier imbécil a solas…
¡No!
Negué con la cabeza, de solo pensarlo me daba coraje, ¿Stella con alguien más?, pero más allá de eso, me preocupaba el hecho de que existiera un atacante dentro de la escuela. Y, ¿por qué sobre ella?, ¿tenía algo en especial o solo había escogido una víctima al azar?
Si no hubiese llegado a tiempo, muy probablemente Stella habría sufrido daño y de solo pensarlo, me ponía fatal.
—¿En qué piensas? —preguntó de pronto sacándome de mis pensamientos.
Levanté la cabeza, ella se acercó y tomó asiento a lado mío.
—¿Pudiste identificar al sospechoso? —pregunté.
Stella negó con la cabeza.
—¿Crees que te perseguía por algo en específico o que haya escogido al azar?
Estuve atentó a los gestos de Stella, noté que se puso tensa. Al parecer había dado en el blanco.
—Stella. ¿Qué sucede?
La chica pareció dudar, pero al final confeso.
—Es probable que se trate de… de mi tutor.
—¿Qué quieres decir? —pregunté preocupado.
Decidí escucharla, no iba a juzgarla. En realidad sabía poco sobre su familia adoptiva. Hasta ahora no había ahondado sobre su padre el difunto rey de Rosnia que la entrego a un par de tutores y que estaba muy dolida por su muerte y la de su hermano mayor. Más no creí que tuviera una mala relación con ellos.
Ahora que lo pensaba, había muchos rumores sobre la mafia que comercializaba en la frontera de ambos países, ¿y si sus tutores eran parte de la mafia? ¿El rey había vendido su protección a ellos? ¿Ahora que ya no estaba el rey la querían para algo?
—Tus tutores… —Fui cuidadoso con lo que iba a preguntar— ¿pertenecían a la mafia?
Stella me miró y después soltó una carcajada, su risa me hizo feliz, sin duda me había equivocado, pero verla así me provocaba calidez.
—¡Claro que no! —contestó al cabo de un rato, dejó de reír y su mirada se perdió— Es otra cosa.
—¿Qué podría ser?
La chica jugueteó con sus dedos, parecía dudar demasiado.
—Bueno, no sé cómo comenzar, pero sé que mi tutor quería hacerme daño —dijo con firmeza.
—¿Te hizo algo? —pregunté alarmado, ella se acomodó y negó con la cabeza.
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Editado: 12.08.2025