La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

98. Dorian

Desde aquel incidente, Vicky y yo decidimos no dejar sola a Stella, ni siquiera si quería mirar la luna fuera de los dormitorios.

Me había encargado de que la seguridad fuese más estricta, pero aún me daba miedo que algo le sucediera.

Así que casi siempre andaba por los pasillos en compañía mía saliendo de clases y camino a las sesiones del consejo, en las mañanas y noches con Victoria y hasta en ocasiones Franky y Conner hacían de guardaespaldas.

Poco a poco comenzábamos a unirnos cada vez más.

Hoy salí de la reunión y lo primero que hice fue buscarla. En su lugar me encontré con Vicky sentada fuera del salón. Apenas me miró, me hizo uno de esos gestos de fastidio.

—¿Dónde está? —pregunté con la misma vibra que ella.

—En el taller de artes, hoy tiene clase —respondió poniéndose de pie—. Justo voy para allá, no tarda en salir.

—Yo voy —le dije comenzando a andar.

—Ni se te ocurra. Últimamente estás acaparándola mucho, yo también quiero una tarde con mi amiga —se quejó mientras me seguía.

—Tú la tienes todas las mañanas y noches en los dormitorios de las chicas. Solo puedo verla un rato durante la tarde —repliqué.

—Yo soy su mejor amiga, tú no.

—Ese no es impedimento para dejar de verla.

Vicky me sacó la lengua.

—Por desgracia no. Y a todo esto, ¿hasta cuando vas a pretender actuar como su novio? No le has hecho la pregunta y Stella no te va a esperar toda la vida.

Me volví a verla con ojos entrecerrados.

—¿Qué? —espetó— Sabes que tengo razón.

—No te incumbe, Victoria.

—Claro que sí. Es mi mejor amiga, no quiero que juegues con ella.

—No seas tonta, no estoy jugando. Jamás le haría eso. —Alcé un poco la voz y algunos alumnos que pasaban a nuestro lado nos observaron por unos segundos, pero nosotros seguimos avanzando— Además, estas de acuerdo que no era un buen momento mientras Stella viviera el luto de su padre.

—Te doy la razón por ese punto, pero ya pasaron algunas semanas. ¿Cuánto tiempo más planeas seguir esperando, idiota con corona?

Cruzamos los jardines. Ya no me molestaba que me vieran con Stella o con Victoria, al contrario, cada vez era más común que pasáramos tiempo juntos a los cinco: Vicky, Franky, Conner, Stella y yo.

—El festival — murmuré disgustado.

Vicky me miró expectante.

—¿Qué dijiste?

—El festival —repetí, esta vez avergonzado—. La semana en que celebramos el aniversario de la escuela. Estuve pensando que eventos organizar y quiero terminar los festejos con un baile más moderno, no como las aburridas fiestas de años anteriores.

—¿Música movida, bebidas, dulces?

—Sí, y quiero… —esperaba no arrepentirme de esto, así me acerqué para que solo ella pudiera oírlo— pedirte ayuda como aquella vez de las gradas.

Victoria se llevó una mano a la boca. Sí, la había sorprendido.

—¿Dorian Lastroke, el segundo príncipe de este reino, me está pidiendo ayuda? —se burló, y yo rodé los ojos.

—Eres la única que puede hacer algo igual de especial que Stella.

—Eres un maldito cursi. Haces que me arrepienta de haber dudado de ti —se quejó sacudiéndose, era mutuo, yo tampoco podía creer que estaba pidiéndole ayuda—. Pero lo haré. Ya no soporto seguir alejando a Alex de Stella.

—Espera, ¿qué?

Detuve un momento su paso. Creí que ya había quedado el asunto resuelto con ese tipo.

—No se ha dado por vencido —explicó Vicky—, hace poco se dio cuenta de que Stella estaba decaída y ya intentó dos veces invitarla a salir fuera del colegio. Para tu buena suerte, rechazó ambas invitaciones porque aún tiene miedo de estar a solas y… —suspiró un momento, reconocí el gesto, fue el mismo que hice minutos antes de pedirle ayuda— y yo también te estuve favoreciendo al no dejarlo solo con ella.

—Gracias, por tus servicios a la comunidad.

—Lo hago por ella.

—Igual me sirve.

—Ahora que he confesado, hay que darnos prisa, antes de que él llegue a recogerla al taller de arte.

Le tomé la palabra. No me gustaba que Alex siguiera buscando a Stella. Me olvidé de él mientras pasaba parte de mi tiempo con ella acompañándola y cuidándola.

De pronto nos cruzamos con Vero y Roen a nuestro lado, ellos también estaban en el taller de arte. Ella nos vio a ambos y nos dirigió una sonrisa.

—Hola Dorian, hola Vicky —saludó.

—Hola Vero, ¿sabes si ya salió Stella? —preguntó Vicky.

—Sí, justo está afuera del taller, acompañada del chico de la otra clase.

Vicky y yo nos miramos y apresuramos el paso.

—Gracias Vero —le dije a mi compañera, pero antes de seguir me detuvo del brazo.

—Espera, si tienes tiempo más tarde, me gustaría hablar contigo —pidió como si estuviera asustada. Vero era la chica más tranquila de la clase, la más empática y una de esas pocas personas de confianza, incluso para mí, sin temor a equivocarme podía considerarla dentro de mis amigos cercanos—. Es muy importante.

—¿Pasó algo?

—Creo que ya te imaginas.

Mierda. Sí, sí que lo hacía. También pertenecía a las familias más cercanas a la realeza…

—Te busco más tarde —prometí.

—Gracias.

Se dio la vuelta y corrió a alcanzar a Roen. De un tiempo acá, ellos dos siempre estaban juntos.

Hice lo mismo, pero en dirección contraria. Vislumbre a Vicky antes de girar hacia el pasillo y me vio con seguridad.

—Te toca interrumpir —me dijo.

Asome la vista a donde ella vigilaba. Ese idiota le estaba regalando flores a Stella.




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