Los trazos gruesos en tonos marrones combinados con las finas líneas que proyectaban luz en el pelo, llamaron mi atención. El retrato que Roen estaba pintando se me hacía muy bonito.
—Me gusta —le dije desde mi lugar—. La combinación de trazos le dan un estilo único.
Roen me miró y agradeció con la vista.
—Tu pintura tampoco está nada mal. Es un paisaje muy bonito.
También sonreí. Una gran cabaña a casi orilla del lago, rodeado de árboles tupidos y el anochecer.
—Era la vista de mi casa en Rosnia —confesé con nostalgia.
—¡Wow! ¿Vivías a mitad del bosque?
—En realidad en los límites de un valle con el bosque y un lago. ¿Y tú a quien estás pintando?
—¿No es obvio? —preguntó orgulloso antes de hacerse un lado, al fondo, Vero realizaba una escultura con arcilla.
—Se verá hermosa —dije con sinceridad—. Últimamente pasan mucho tiempo juntos, ¿no?
—Igual que Dorian y tú.
Abrí y cerré la boca, sin emitir sonido alguno. Al mismo tiempo sentí calor en mis mejillas y reí nerviosa.
—B-bueno, nosotros nos conocemos desde niños — justifiqué tartamudeando.
—Vero y yo también, somos amigos desde hace más de diez años —explicó él sin dejar de mirarla—. Mi padre es el contador de la familia Dufré, —La familia de Vero— y pasábamos todos los fines de semana juntos en su residencia. A ella siempre se le ha dado bien hacer esculturas y no quería quedarme atrás, así que tomaba clases de arte a su lado y míranos, logré conseguir la beca para poder estudiar aquí con ella.
Roen era el más carismático del salón. Sencillo y ahora sabía que no pertenecía a las familias de más alto estatus, igual eso no le impedía que a todos en el grupo le agradara. Irradiaba alegría con solo cruzar un par de palabras, pero lo más lindo, a mi parecer, era la manera en que veía y hablaba de Vero, con total devoción.
—Qué suerte —contesté tras su relato—. Son muy unidos.
—Igual que Dorian y tú —repitió—. Cualquiera que les preste demasiada atención, se puede percatar de lo mucho que se apoyan. Llámame loco, pero me da la sensación que se complementan el uno al otro —confesó con un dedo rascando su cuello.
¿Esa era la percepción que dábamos?
Me emocionaba y me dolía. No quería llegar al punto de creérmelo cien por cien y tener que decir adiós, sin más nada, como hace cuatro años.
—Es hora muchachos —informó el profesor y comenzamos a recoger nuestros materiales—. Nos vemos la próxima clase.
—¿Tienes hambre? —alcance a escuchar que Roen le preguntó a Vero, esta asintió— Vayamos a comer, no quiero que te malpases.
Dorian hacía lo mismo conmigo. Sonreí al recordarlo llegar con sándwiches, fruta, yogur y más cosas.
A todo esto, quizá nos encontraríamos antes de ir a los dormitorios. Me emocioné.
Estaba por cruzar la puerta del taller cuando un pequeño ramo de rosas fue puesto frente a mí, retrocedí un par de pasos por inercia y luego miré bien. Alex se asomaba por el marco con rosas en mano.
—Ya que no puedes salir del colegio, me pareció adecuado traerte un bonito regalo —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Me llevé una mano al pecho y no supe qué decir. Eché un breve vistazo, no estaba Vicky cerca, pensé que la vería al salir. De igual manera, sería muy mal educado de mi parte rechazar su regalo sin una buena justificación.
—Gracias —comencé tomando el ramo con ambas manos—, pero no es necesario que me llenes de regalos.
—¡Claro que sí! ¿Cómo voy a conquistarte?
Estaba perpleja. Hice una mueca intentando ser amable.
—Me alagas, pero no creo que yo pueda…
—No lo digas —interrumpió él decidido—. Sé que me llevan un poco de ventaja, pero no quiero rendirme así de fácil. Al menos una vez acepta algo de mí y después decide. Quizá lo que comparten solo sea costumbre o quizá sea de verdad, no lo sabrás si no pruebas más allá de lo mismo.
¿Costumbre?
Jamás lo había considerado y de solo pensarlo, me disgustaba. No, estaba segura de que lo de Dorian y yo no era costumbre.
Alex se percató de que su comentario me dejó consternada porque intentó acercarse un poco a mí y estuvo a punto de tomar mi mano hasta que una voz interrumpió.
—¡Stella!
Escucharlo me sacó del trance. Me sentí como si acabaran de encontrarme haciendo algo malo y lo primero que pensé es que no quería Dorian malinterpretará las cosas.
Me volví a verlo. Tenía los brazos cruzados y no me veía a mí, veía a Alex completamente enojado. A su lado Victoria estaba disfrutando de su drama favorito.
—No… —me apresuré a decir, pero Alex se acercó a mí, me dio un beso en la mejilla y después me sonrió con socarronería.
—Te volveré a buscar. Esperaré tu respuesta.
El gesto de Victoria se engrandeció y el de Dorian también fue alarmante.
¡De ninguna manera estaba bien esto!
Alex se alejó casi brincando de alegría. Comprendí que cumplió su cometido. En cuanto a mí, me dejaba más en claro que mi decisión no estaba en duda.
—¡No es lo que creen! —me defendí con Vicky y Dorian, pero ninguno respondió.
En su lugar, el segundo príncipe se acercó a mí y me arrebato tanto las flores como la mochila, más no comentó nada.
—Andando —fue lo único que pronunció con notable irritación.
—Yo puedo llevar mi mochila —dije nerviosa.
—Vamos, Stella —sentenció.
Y sintiéndome aturdida caminé a su lado directo a los dormitorios. Miré de soslayo a Victoria que era la única que disfrutaba de la escena, ella se me acercó y me susurró al oído.
—¡Solo disfrútalo!
Le devolví una mala mirada, cosa que le causo gracia.
Como iba a disfrutar sus… celos. Detrás de ese enojo, entendí su miedo interior, fue lo mismo que experimenté cuando lo encontré cerca de Becca y también quiso justificarse aquella vez. De acuerdo, tenía que aceptarlo, Victoria había ganado y yo sonreí porque lo sabía. Lo de Dorian y yo no era costumbre, era un cariño genuino.
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Editado: 22.07.2025