Alex estaba ahí, en la bodega de deportes realizando inventarios. Había olvidado que era parte del Consejo dentro de los estudiantes destacados en deportes y, por tanto, le tocaba realizar el de balones, y ahora era mi turno de recolectar su parte del trabajo.
He de decir que no esperaba que nos encontráramos pronto sin que Stella estuviera presente, pero sucedió cuando me noté que tendría que revisarlo.
Supongo que se percató de mi mal humor desde que me vio llegar porque en todo el rato que estuvimos a solas no dijo nada.
Mejor para mí.
Ya estaba por acabar cuando no me fije y un balón de básquet rebotó saliendo de la bodega y llegando a la cancha. Le seguí con la mirada antes de acudir a recogerlo, pero al final no fue necesario.
Alex apareció tomando el balón y lanzándolo a la canasta. Encestó.
—Perdón, quería hacer eso —dijo, no contesté—. ¿No le gustan los deportes?
Suspiré y reprimí las ganas de ignorarlo. Intenté ser amable.
—No mucho.
—¿Pertenece a un equipo? —insistió en conversar mientras recuperaba la pelota y lanzaba un nuevo tiro.
—No, soy el presidente del Consejo Estudiantil, me encuentro ocupado con la escuela.
—Entiendo. Debe ser difícil no poder tener suficiente tiempo libre.
Alex atrapó el balón y me lo lanzó. Pensé en guardarlo, pero primero quería saber que trataba de insinuar.
—Sé organizarme —contesté haciendo un lanzamiento, di en el borde de la canasta.
—Por supuesto —dijo yendo por el balón—. Pero si necesita despejar su agenda, yo podría ayudar a Stella con la escuela. Tal vez acompañarla a la biblioteca, ya sabe…
—No.
Fui cortante no porque se tratará de él. Bueno, quizás sí. Pero sobre todo porque no tenía ganas de fingir cortesía.
Me observó un segundo. Su sonrisa fue una provocación.
—Solo quiero ayudar.
—No es necesario, Stella y yo coordinamos nuestros horarios.
Supongo que, para este punto, debió comprender una parte de mi negativa, porque pese a que sonreía con interés, me di cuenta de que también analizaba mis reacciones.
—No me malinterprete. Escuché que Stella y, su alteza, son muy cercanos… pero no salen. ¿Amigos desde niños, cierto?
—¿Qué es lo que quieres? —encaré irritado.
Sonrió y volvió a lanzar. Encesto de nuevo.
¿Era tan necesario que me dejara en claro que también era bueno en básquet?
—Stella es muy linda y me dijeron que solo considera como amistades a Vicky y a usted, tanto así que suelen ahuyentarle los prospectos —explicó encestando de nuevo en la canasta, después me pasó el balón—. Ya que Vicky desea mantener el misterio, decidí preguntarle a su alteza sobre los intereses de Stella. Gustos, hobbies, ¿algo con lo que pueda impresionarla? Creo que las flores funcionaron.
Soporta Dorian, soporta.
—Stella no pierde el tiempo con desconocidos.
—Perfecto, porque pronto dejaré de ser un desconocido.
Apreté la pelota. Estúpido engreído.
—Quería ganarme a sus amigos, pero veo que su alteza es más difícil de roer que la señorita Vicky. Así que solo quiero dejarle en claro que no pienso hacerme a un lado.
Y dicho esto se acercó a mí, me quitó el balón y jugueteó un poco antes de encestar, una-vez-más. Festejó con el puño levantado y tomó su mochila.
—Espero que no seamos rivales, su alteza.
—¡Ja! —La ironía salió de mí con una clara burla— Jamás podrías ser rival mío.
Alex se detuvo y me miró.
—Sea realista. Un príncipe en su posición no podría relacionarse libremente con Stella. Sería como utilizarla —explicó y yo reí escéptico—. Las noticias vuelan rápido entre las casas de la nobleza. ¿Cuánto tiempo cree que le queda para que toda la escuela se entere de que Verónica Dufré es su prometida?
Me tensé un poco, el muy estúpido tenía más información de la que esperaba.
—¿Pertenece a la nobleza? —pregunté cruzándome de brazos.
—De Rosnia. Soy el hijo de un marqués, pero las noticias vuelan rápido allá y acá.
—¿Y consideras que Stella si puede relacionarse contigo? —me burlé.
—Al menos yo no estoy en la línea de sucesión de la corona. No la harán menos a mi lado.
—Conmigo tampoco —afirmé.
Solo yo sabía la verdad de Stella y aun si ella no tenía un título, eso jamás había sido impedimento para quererla.
—Suena muy confiado.
—Lo estoy.
—Confianza no es lo mismo que tener razón. A veces, lo nuevo también tiene su encanto —añadió con una sonrisa—. Las personas cambian. Incluso sus sentimientos.
Pensé un poco en mi historia con Stella y lejos de sentirme preocupado, comprendí por qué yo tenía razón. Más tranquilo, me agaché, recogí el balón y lo giré un poco entre mis dedos.
—Hay cosas que se ganan con tiempo y lealtad. No con tiros de canasta y flores —respondí orgulloso e hice un último lanzamiento. Esta vez sí enceste—. No tienes idea de lo mucho que Stella y yo hemos compartido juntos, pero déjame aclararte algo: no es costumbre.
Cuando alcancé el balón para guardarlo, Alex seguía ahí, me dedico una última mirada antes de irse y yo saboree el gesto.
Suspiré hondo.
Estaba consciente de lo que implicaba, pero esto me incitaba aún más a pelear por Stella.
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Editado: 23.07.2025