La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

101. Stella

El festival escolar era la semana en que celebrábamos el aniversario del colegio, así que mis actividades, como miembro del Consejo Estudiantil, eran más que las de costumbre.

Los exámenes habían pasado y se aproximaban las vacaciones, tener un poco más de tiempo para mis amigos y para Dorian se volvía complicado en este periodo.

Sin embargo, pesé a que asumí el rol de jefa de grupo cuando Dorian se volvió presidente del Consejo, habíamos encontrado momentos para compartir entre tanto ajetreo.

Por ejemplo, las últimas noches lo esperaba junto al árbol contiguo a los dormitorios. Dorian siempre llegaba con un par de yogures, galletas, fruta, algo para compartir conmigo y platicábamos de nuestro día y nuestras ocupaciones.

Faltaba un día para iniciar el festival y podía notar los nervios de Dorian al hablar de todo lo que estuvo planeando.

Lo tranquilicé tomándolo del brazo.

—Todo va a salir bien —aseguré—. Has trabajado muy duro. Lo haces perfecto.

—Es porque soy perfecto —bromeó.

—Y arrogante.

Dorian soltó una carcajada.

—Quiero que le pidas ayuda a Vicky la última noche del festival —dijo cambiando de tema.

—¿Por qué?

—Solo hazlo.

Después me dio un beso en la frente, pero cuando se alejó me miró preocupado.

—Estás muy fría.

—Está un poco fresco —reconocí.

—Entra, no quiero que te resfríes.

—Estoy bien. —Aún no quería despedirme, pero él se levantó y me ayudó a también hacerlo— En serio.

—No vamos a discutir, además el grupo tiene partido mañana temprano.

Hice una mueca. Lo había olvidado, todos los grupos participaban en diferentes deportes y nosotros iniciábamos el primer día.

—Bien —respondí resignada—. Te veo en clase.

—Descansa —se despidió él con un beso en la mejilla.

Habría querido un beso en los labios, pero el muy tonto supo esquivarme. Llevaba varias ocasiones haciendo eso. En algunos pasillos me tomaba de la mano, me daba besos en la frente y a veces se perdía observándome hacer nada, pero no lograba volver a besarlo. No lo entendía, parecía que estuviésemos saliendo, pero sin serlo realmente.

Y cuando hablaba con Vicky, primero lo maldecía y después me seguía la plática con picardía. Estaba segura de que sabía algo, pero no quería decirme.

Odiaba más el hecho de que no pudiera leerlo y una vez intenté leer a mi amiga, pero es demasiado lista y enseguida se percató de mis intensiones.

Suspiré. Me tocaba ser paciente.

Al día siguiente, iniciábamos las competencias de vóley entre grupos. Desde temprano pude notar el incesante calor que hacía dentro del gimnasio. No dormí bien y durante la mañana no me sentía mejor, pero tampoco podía faltar a nuestro primer partido, así que decidí presentarme con todo y el dolor de cabeza que sentía.

Llegó un punto donde no sabía si era yo o hacía demasiado calor, pero la partida de voleibol nos estaba favoreciendo, así que ahora menos que nunca podía rendirme.

Estábamos jugando en conjunto con compañeros de otro grupo, el de Alex, para ser específicos y nos habían combinado para igualar ambos equipos.

De pronto uno de los balones cayó cerca de mí, empezaba a sentirme mareada por lo que no lo alcance, aunque no fue necesario, Dorian que se encontraba en mi equipo golpeó la bola antes siquiera de darme cuenta.

—¡Concéntrate! Van a ganarnos si te quedas ahí parada —dijo jugando, pero después de observarme con detenimiento, su rostro cambio— ¿Estás bien?

Asentí y sonreí para calmarlo.

—Un poco agotada.

Regresé a mi lugar, podía sentir su mirada. Una segunda tirada dirigida hacia donde yo estaba estuvo a punto de golpearme, esta vez Alex se interpuso en frente para protegerme.

—¿Te sientes bien? —preguntó al ver mi rostro acalorado.

Si debía ser honesta, no lo estaba, pero no quería perder así que me limité a también sonreírle. A pesar de mi mal estado, dos lanzamientos directos a mí no eran coincidencia y podía darme cuenta de ello, traté de enfocarme y del otro lado de la malla eran Becca y Jorge los que buscaban provocarme. Debí haberlo sabido antes, pero el cada vez más incesante dolor de cabeza me impedía concentrarme.

Me moví para hacer recepción del siguiente lanzamiento, pero una vez más Dorian se atravesó.

—Si no estás en tu mejor momento, pide tiempo —comentó mientras me daba la espalda después de golpear la pelota.

—Aún puedo —contesté.

Dorian me echo un rápido vistazo, la cara de tranquila de hace un momento pasó a ser una de preocupación y antes de poder preguntar algo, escuché un “cuidado”. Después recibí un fuerte impacto sobre mi cabeza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.