La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

106. Dorian

Nunca había tenido una semana tan pesada como esta. El tema del aniversario del colegio vaya que me absorbió por completo. Lo más horrible de todo es que desde que Stella salió de la enfermería ni siquiera había podido verla.

Las responsabilidades me consumieron. Algo oí de mis amigos que Alex sí fue rechazado por Stella.

No voy a mentir, me sentí aliviado.

Y, aun así, buscaba el modo de verla, saber cómo estuvo su día, pero siempre me terminaban llamando.

Hacia el final de la semana, me sentía tan agradecido de haber acabado todo que solo deseaba descansar en mi habitación.

Conner y Franky decidieron terminar de guardar cosas por mí y así adelantarme a una pausa. Les debía una, no podía más conmigo.

Quedaban un par de días del festival y en ese instante agradecía más que nunca haberle pedido ayuda a Victoria con la sorpresa.

Finalmente, llegué a mi habitación, estuve tan ocupado que ni siquiera me percaté que no puse llave en la puerta aquella mañana. Que importa, igual el día ya se había acabado.

Me recosté en mi cama. Me preguntaba como estaría Stella y si ya se encontraba durmiendo en su habitación. Si tan solo pudiera verla, sin tener problemas por acudir al dormitorio de las chicas.

Quizá si descansaba ahora, mañana podría buscarla antes de las actividades del día.

Eso me animó un poco más. Sin querer saber nada, me perdí en mis sueños.

Sentí que había dormido demasiado hasta que alguien tocó la puerta.

Eran las doce de la noche. Nadie interrumpía a estas horas. Extrañado, me puse de pie. Conner y Franky quienes también ya estaban descansando, se sentaron sobre sus camas, bastante adormilados, tratando de entender que es lo que sucedía.

—Alumnos Lastroke, Klegan y Davis, soy el director, haremos una inspección de rutina — escuché del otro lado de la puerta.

¿En serio? ¿A esta hora?

—¿Está todo bien? —pregunté con la voz ronca.

—Recibimos un reporte y estamos revisando las habitaciones.

Miré a mis amigos, ambos se encogieron de hombros y después, me puse de pie. Prendí la luz y abrí la puerta. No tenía nada que esconder.

—No entiendo —dijo Conner una vez que entró el director y un par de maestros para revisar nuestras cosas y a nosotros mismos—. ¿Era necesario hacerlo mientras dormíamos?

—Recibimos un reporte de robo de un compañero —informó un profesor—. Una cadena de oro. Así que estamos verificando a todos los alumnos.

—Comprenderán que debemos revisar antes de que partan mañana por la mañana los alumnos que se van a sus casas.

—¿También despertaron a las chicas? —preguntó Franky.

—Toda la escuela —respondió el director.

Dejamos que verificarán, a final de cuentas no teníamos nada que ocultar. Estaba bastante adormilado y aún no me recuperaba del cansancio de la semana. Quizá la idea de salir con Stella temprano ya no se llevaría a cabo, pero aún podía invitarla por la tarde. Algunas confiterías abrían pasadas las cuatro…

—¿Qué es esto? —preguntó uno de los maestros sacándome de mis pensamientos, estaba revisando en mi cómoda, cuando sacó una pequeña bolsa con polvo blanco, eso no era mío— Dorian, ¿es tuyo?

—No —negué a toda costa, incluso el sueño desapareció de mí.

—La cadena está aquí —anunció el director.

Los chicos se miraron confundidos y después me buscaron con los ojos. Yo tampoco entendía qué estaba sucediendo. ¿Cuál cadena? Una que yo nunca había visto y esa bolsa con polvo blanco.

—Dorian, ¿Qué puedes decir al respecto?

—Nada —respondí con seguridad—. Yo nunca había visto esa cadena.

—Qué hay de esta bolsa —añadió el profesor.

—No es mío.

—Estaba entre tus cosas.

—Pero no es mío, ni siquiera he estado en mi habitación mientras duró el aniversario del colegio. Ustedes me vieron ir de aquí para allá —me defendí, prácticamente estuve con el director todos estos días, tenían que creerme.

—El resto de las horas, sueles pasar mucho tiempo en tu habitación —inquirió un profesor.

—Igual que en la biblioteca y en el vestíbulo de los dormitorios. Incluso he salido de la escuela, he ido al castillo con mis padres. Soy el alumno de mejor promedio, no pueden dudar de mí.

Más que un reclamo, estaba pidiendo que me creyeran. Esto iba más allá de mi imagen de alumno prodigio, también afectaba mi imagen como segundo príncipe del reino y de paso a mi familia. Si esto salía de las paredes de la escuela sería un escándalo… con qué cara vería a mis padres.

—Su alteza tiene razón —insistió Franky—, nunca ha faltado a las reglas. Alguien debió aprovechar que no estábamos en nuestro cuarto para hacer esto.

Uno de los profesores miró a Conner y Franky, los dos me apoyaban y sus expresiones eran firmes, defendiendo nuestra imagen.

—Ambos siempre están con su alteza —agregó el segundo profesor—, ¿cómo saber que no mienten para proteger?

—No tendrían porque, les estamos diciendo la verdad —volví a insistir.

—Calmados todos —intervino el director—. Dorian, ¿Qué hiciste hoy en la tarde tras terminar la última actividad?

¡Mierda!

Salí antes solo para descansar y había testigos de que no me quede a guardar los materiales. De nada serviría mentir, tenía que ser honesto.

—Vine a mi habitación a descansar, Conner y Franky me ayudaron guardando los materiales de la última actividad.

El director suspiró y tomó la bolsa de polvo blanco. Al observarla bien, la expresión en su rostro me decía que estaba en graves problemas por algo que yo no había hecho.

—Quiero confiar en ti…

—Hágalo entonces. No tendría por qué ocultar algo que no hice.

—Tengo que llevarlos a los tres a dirección y dejar que los profesores terminen de revisar el lugar.

Conner se llevó las manos al rostro y Franky a la cintura. Claro que estaban asustados y molestos, yo también lo estaba, pero si quería que me creyeran debía cooperar, verme tranquilo y demostrarles que era inocente.




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