La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

109. Stella

Me enviaron a mi habitación, pero para ser honesta, no me confine como me pidieron, había cierta complicidad con algunas chicas de mi salón que vivían en las residencias, que me cuidaban de no ser vista por los superiores en los pasillos y vestíbulo.

Ahora sabían que había salvado a Dorian, pero también que sería castigada.

No tenían tantos detalles, solo lo principal si lo conocían.

—¿Crees que no te permitan ir al baile del fin del festival? —me preguntó Caro, una de mis compañeras.

Sabía que no, pero aún no quería que lo supieran.

—No lo sé. Estoy nerviosa.

—¡Ay, Stella! —Vicky me abrazo— Tienes que asistir, este baile lo preparó Dorian con mucho esmero para que todos lo disfrutáramos.

Las chicas asintieron. Según ellas, los años anteriores el festival terminaba con bailes aburridos, competencias sin sentido o con una cena fastidiosa. Desde que Dorian estaba a cargo había mejorado varios aspectos de la convivencia escolar y es que, al pasar tanto tiempo con él, podía percatarme de cuanta atención le prestaba a las preocupaciones de los estudiantes y a sus peticiones.

Dorian hacía un gran trabajo planificando para mejorar las solicitudes de los alumnos.

—No me haré ilusiones para no terminar decepcionada —conteste fingiendo una sonrisa.

—Yo si estoy ansiosa por ir, pero si te lo impiden, bien podríamos idear un plan para colarte —propuso Mel, otra de las chicas.

Eso me hizo reír un poco.

—Estoy de acuerdo —coincidió Vicky.

—Yo también —dijo Caro—. Sería una lástima que te perdieras el baile de Dorian y Vero.

Alce la vista. Mel y Caro que estaban un escalón arriba nos miraron con inocencia.

—¿Cuál baile? —preguntó Vicky por mí.

—Pues yo supongo que tendrán uno —mencionó Caro—. Me enteré por el hijo del marqués de Vales, que Vero es la prometida escogida por los reyes para Dorian. Ustedes son muy amigas de él, ¿no lo sabían?

Como si me hubiesen arrojado algo encima, de pronto me sentí sin aire y mareada. ¿Dorian lo sabía? Debía saberlo, según Franky, ya estaba enterado de los tratados, pero a mí no me dijo nada en ningún momento. O es que no valía la pena que yo lo supiera…

—Vero, ¿es verdad?

Cuando escuché la voz de Vicky volví al presente, Vero estaba frente a nosotras con ojos avergonzados. Era verdad, y no había dicho nada porque sabía de mi conexión con Dorian, así como era consciente de la suya con Roen.

—B-bueno… —tartamudeo buscando las palabras correctas, pero no supo qué decir.

Llevaba su bolso con material de escultura en brazos, supuse que llegó justo a la mitad de la conversación cuando se dirigía a las habitaciones.

—¿Vas a tu habitación? —le pregunté quitándole tensión a la chica— Yo también.

Me levanté y le di el paso libre en los escalones.

Después comencé a subir.

Detrás escuché a Vicky llamarme, pero solo necesitaba un momento a solas.

Estabas enterada, me repetí, ya sabía que él estaba obligado a un compromiso, pero no me acostumbraba, quizá si me expulsaban sería lo mejor, dejaría de ser un obstáculo para él y su deber con su familia.

Esperé en mi habitación. Ahora también me sentía bastante preocupada porque Doris no desaprovecharía la oportunidad para molestarme. Y de solo pensar que pasaría días en casa con Octavio, me ponía en alerta.

No, no podía ir ahí.

Por eso cuando me encontré con Pam, no lo dude e hice la llamada, las dos en realidad.

Ella se emocionó, hablaba desde la escuela, pero al menos ahora sabía de mi paradero. La segunda llamada, fue la más complicada porque no obtuve respuesta y eso me preocupaba. Pam no era de las que mentían, así que algo más debió suceder para que no me contestasen.

Pronto tocaron a mi puerta, era hora de ver a mis tutores. Las manos me sudaron, Doris estaría insoportable, eso seguro, pero suspiré hondo. Yo podía con esto y más.

Puedo hacerlo.

Salí de los dormitorios, acompañada de uno de los superiores y entré a la sala de visitas, el encargado nos dejó un momento a solas. El joven que vi ahí sentado no ocultó su sorpresa al verme y yo tampoco. No lo conocía.

Tenía el pelo oscuro y bien peinado, piel clara que contrastaban con sus ojos azules y usaba gafas. Cuando cerré la puerta tras de mí, él se levantó lentamente.

—El parecido es innegable —murmuró anonadado.

Levanté una ceja. ¿Cuál parecido, con quién?

—¿Quién eres? —cuestione con cautela.

Él se percató enseguida de que me sentía fuera de lugar, porque se acomodó las gafas e hizo una pequeña reverencia.

—Princesa Stella, permítame presentarme: soy Simón, el secretario real de la casa De Vires. La casa a la que pertenece.

¿Simón, ese Simón del que tanto había escuchado hablar a Eddy?

—Sé que no nos conocemos —siguió—, pero…

—He escuchado de ti — pronuncié despacio pero igual de sorprendida—. ¿Si tú estás aquí, donde están mis tutores?

—No es necesario que ellos vengan, me hice cargo de todo —explicó—. Pero tampoco tenemos tanto tiempo, debí suponer que te escondieron bajo el apellido de tu madre. Siempre fue riesgoso ocupar el de tu padre.

—¿Estuviste buscándome?

—¡Sí! Admito que me costó mucho trabajo, pero todo se lo agradezco a Pam que tampoco se rindió en venir a Saltori, solo por encontrarte. Tú y tu hermano sí que tienen tanto en común. Les encanta jugar a las escondidas.

¡Mi hermano!

—¿Está vivo? —pregunté esperanzada.

—Eso creemos —dijo y por el tono firme de su voz, no era un decir—. Aunque no puedo afirmar si sabe de ti, tu padre iba a contarle y después del atentado perdí todo contacto con él y el reino está vuelto loco sin un heredero, si no aparecen tú o Stefan en las próximas semanas, darán por sentada una nueva elección a familia real. Por eso he venido a buscarte, necesito que vengas a Rosnia.

—La gente no sabe de mí.

—Lo sabrán —afirmó Simón—. Ya me he hecho cargo para presentarte y protegerte aparezca o no Stefan.




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