La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

110. Dorian

No dejaba de dar vueltas alrededor del vestíbulo. Estaba seguro de que ya tenía hartos a Franky y Conner y todo aquel que estuviera cerca, pero es que los nervios y la ansiedad me estaban matando.

Después de que llamaran a mis padres, madre fue quien recibió la queja y creí que todo quedaría hasta ahí. De inmediato creyó en mí. Sin embargo, me dijo que padre también hablaría conmigo.

¿Por qué?

Nunca lo hacía, no le tomaba demasiada importancia, no desde aquella vez que Stella y yo iniciamos la guerra de comida cuando niños. No volvió a inmiscuirse en mis problemas escolares y aún estaba dolido de que le importará poco mis logros.

¿Qué me diría esta vez?

¿Estaría decepcionado?

Esperé un poco más.

—Dorian, deberías calmarte. Te va a dar algo si sigues así —dijo Conner mientras sacaba un pastelillo de su empaque—. ¿Quieres?

Negué con la cabeza.

—Gracias, pero no puedo calmarme. No sé qué esperar.

Franky hizo una mueca. Él había estado cerca la última vez que mi padre, no, que el rey habló conmigo en el campamento.

—Si te hace sentir mejor, iré a averiguar cómo esta Stella.

Me detuve. Ese era el otro punto por el que no podía mantenerme tranquilo. Mientras yo perdía el tiempo esperando una llamada, que quizá no llegaría, Stella debía estarla pasando mal con sus tutores y yo no podía hacer nada al respecto.

—Te agradezco —fui sincero—. Si está mal no la dejen sola, iré a verla en cuanto pueda.

Franky asintió y acarreó a Conner consigo.

—Le llevaré un pastelillo, quizá ella si lo quiera —mencionó este último.

Dos vueltas más. Aún nada.

Estaba por rendirme e ir a alcanzar a mis amigos cuando el teléfono al fin sonó. Me acerqué a la mesa y sí, del otro lado de la línea escuchaba a mi padre.

Sabía todo cuanto el director informó, más no sonaba furioso, cosa que creí que estaría.

¿Entonces para que la llamada?

—Debiste asustarte —mencionó, ¿en verdad le preocupaba?

—Sí —admití—, un poco, pero sabía que mi inocencia saldría a la luz.

Lo escuché suspirar al otro lado de la línea.

—Sé que lo eres. Pediremos que investiguen a fondo. Aprovechando, sería bueno que aprendas de esto y te alejes de esa niña.

¿Esa niña…?

El silencio en mí hizo que mi padre tuviera que añadir información para que pudiera entenderlo.

—Será expulsada. Ya no podrás verla.

—No, ella me salvó. Soy inocente, ella lo sabía y habló con la verdad —dije justificándola, porque era cierto.

—¿Cómo sabes que no fue ella quien hizo todo y al final se arrepintió?

—No, no fue así.

—De igual manera rompió una de las reglas del colegio. No debería estar cerca de ti.

Otra vez enmudecí.

¿Qué debía decir?

Sentía que no importaba que, no tenía suficiente autoridad para afrontarlo y me pesaba demasiado el tono de reproche que usaba.

—Estoy en deuda con ella —contesté al fin, con la esperanza de que con eso lo convenciera de cambiar de opinión.

—Da igual, porque ya no te vas a acercar a ella, ¿verdad? El compromiso con la hija de los Dufré ya se está dando a conocer, no es adecuado que tengas cercanía con chicas que no son tu prometida.

—No acordamos que darían la noticia antes de que acabará la escuela.

—La casa Dufré lo dio a conocer. Negarlo sería descortés de nuestra parte.

No es cierto, pensé. Ellos no serían los primeros en hablar sin la autorización del rey.

—No seré descortés —dije intentando sonar seguro.

—Te alejarás de ella.

—Es mi ami…

—Dorian —advirtió mi padre.

Hice otro silencio. No ganaría esta batalla hablando, no me quedaba más que ceder.

—Sí, pero no extiendan más la noticia. No estoy listo.

—De acuerdo. No obstante, si no cumples con tu parte, ella regresará a su país.

No podía estar hablando en serio.

—Sabes que puedo conseguir la manera de hacerlo —continuó como si hubiera leído mis pensamientos—. Obedecerás, entendido.

No, no lo entendía.

Pero estaba bien, yo también encontraría la manera de no dejarla ir, no iba a rendirme, no quería rendirme.

Me pregunté si estaba siendo muy obstinado. Quizá sí, pero es que no pretendía alejarme de Stella otra vez. Si mi padre ejercía presión es porque no tenía tantos ojos y oídos dentro de la escuela, tal como yo creía, lo mejor que podía hacer, era meterme miedo, ahora comenzaba a entenderlo.

Me sentía extraño siendo rebelde, pero estaba en mi naturaleza como joven, ¿no?

Al menos por una vez, quería hacer algo por mí y no por el que dirá de mi padre.

Inspiré hondo y me obligué a tomar valor.

—Sí —mentí.




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