La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

111. Stella

Cuando veía a lo lejos a Dorian, dando órdenes y pasándose la mano por su cabello quebrado, no podía evitar sonreír. Ese gesto lo hacía cuando estaba tenso, después fruncía un poco el ceño, ponía sus manos en la cintura y se recargaba en la pierna izquierda. Verlo, aunque sea de espaldas me emocionaba.

Me gustaba mucho.

Juguetee con mis dedos mientras veía su silueta desde la ventana del vestíbulo en el dormitorio de los chicos.

Había terminado mi plática con Simón y con el director. Era oficial, quedaba fuera de la escuela. Simón abogó por una oportunidad para volver y existía una posibilidad, pero me darían resolución después de los exámenes finales.

Así que por ahora debía despedirme y… me iba a doler. No era así como me imaginaba tener que decir adiós. Una pequeña parte de mí decía que era lo mejor.

Mi posición era extraña y él estaba comprometido, lo mejor era alejarnos antes de que este imposible creciera más y nos lastimará demasiado.

¿Por qué me dolía tanto saber que podría no volver a verlo?

Se asemejaba a cuando me fui durante cuatro años, pero más doloroso.

Me di la vuelta solo para ir a los dormitorios. Les aseguré a Franky y a Conner que me encontraba bien, ellos pasarían el recado y Dorian no tendría de que preocuparse. Vicky había salido, según palabras de Caro y Mel. Lo agradecí, tampoco estaba lista para explicarle todo y tener que despedirme.

Me senté en la cama y saqué el pequeño sobre que me dio Simón.

—¿Cómo podría confiar en ti?

Recuerdo que le pregunté mientras seguíamos esperando en la sala de visitas antes de ser recibidos por el director.

Quería leerlo, necesitaba leerlo, pero no sabía como hacer el movimiento sin que fuese extraño y sospechoso. Sin embargo, fue Simón quien se levantó el cuello del chaleco y saco un pequeño sobre cuadrado del bolsillo de su camisa.

Me lo cedió, esté tenía el sello de una rosa con símbolos como ramas y más rosas pequeñas formando una corona alrededor.

Le pasé el dedo encima, era hermoso.

—Es el sello de la familia real, la Casa a la que perteneces —explico—. Puedes abrirlo.

Eso hice, adentro estaba un pequeño broche con una rosa blanca hecho de diamantes y jades haciendo el tallo. El círculo sobre el que reposaban era de oro y la parte de atrás tenía algo escrito.

Princesa Stella De Vires, leí. Mi nombre real.

—Es tu emblema, todos los hijos del rey deben tener uno. Me emociona al fin entregártelo.

Alce la vista, sin duda era hermoso y auténtico, pero aún tenía que leerlo.

—¿Puedes enseñarme a ponerlo?

Simón asintió y se acercó a mí, tomó el broche con sus dedos, en ese movimiento rozo su mano con la mía y por un instante logré leerlo. Después colocó el broche sobre mi suéter.

—Del lado del corazón es donde debes portarlo —me indicó—. Y de preferencia a la vista en eventos oficiales. El resto de los días puedes ocultarlo bajo tu suéter o abrigo.

Interesante.

Moví la cabeza como si entendiera, bueno, si lo hacía, pero también estaba asimilando lo que leí. Todo lo que Simón me decía era verdad, se trataba de un chico muy honesto, comprometido con su trabajo y completamente leal a mi familia. Me sentía más tranquila en cuanto a él, pero lo otro…

—Ahora que me has encontrado, ¿cuándo nos iremos a Rosnia?

—Me gustaría que partiéramos esta misma noche.

Desvié la vista. Demasiado pronto, pero tenía sentido, me han suspendido de la escuela.

Tocaron la puerta, el director había vuelto a su oficina, listo para atendernos, así que nos levantamos. Después de esa plática, Simón me dio las últimas indicaciones.

Nos veríamos más tarde y me daría el resto del día para guardar mis cosas y despedirme si así lo deseaba y ese era precisamente el problema.

¿Cómo decirles a todos que tenía que irme de nuevo?

Como explicarle a Vicky que ya no saldríamos juntas hoy por la tarde, como despedirme de los chicos, de Conner y Franky a quienes también les había cogido cariño. Y Dorian… como decirle, como alejarme, no iba a soportarlo, si lo veía no iba a querer separarme de él.

Me quité el broche y lo giré. Recordé el de Dorian, él también debía portar el suyo, pero después de la disculpa en las gradas nunca se lo regresé. Me levanté y acerqué a mi mesa de noche, abrí el cajón, aún conservaba su broche con el símbolo del ruiseñor.

Sonreí y acaricié la pieza.

—Espérame un poco —susurré para después darle un beso al ruiseñor.

Sí, tenía que irme y sí, me dolía, pero esta vez haría las cosas diferentes.

Después de un par de horas donde guardé parte de mis pertenencias, al menos las indispensables, escuché pasos afuera. Me sequé las lágrimas que cayeron mientras ordenaba mis cosas y corrí hacia el baño.

No quería que Vicky me encontrará mal.

Me lavé la cara con agua fría, esperaba que no se me notaran los ojos rojos.

—¡Stella! —escuché a Vicky entrar a la habitación—. ¿Estás en el baño?

—Si —grite desde dentro disimulando mi voz ronca.

—¡Apresúrate, quiero enseñarte algo!

Hice caso, dejé esperar un par de minutos para prepararme y salí del baño. Vicky observó con confusión la maleta en el piso y mi mochila a un costado, pero en cuanto me vio, una gran sonrisa de emoción genuina escapo de ella. Sobre mi cama encontré un hermoso vestido azul celeste.

—Vicky, ¿qué es esto?

—Un vestido y lo mejor. ¡Es para ti! —gritó emocionada.

—No —dije—. No, no puedo.

—Claro que sí, es para mañana en la noche —contestó, la miré confundida, así que tuvo que explicarme—. ¡Irás al baile!

Era hermoso, tenía que admitirlo, pero esto solo complicaba las cosas y Vicky se dio cuenta de ello.

—No pongas esa cara. Ya lo pensé y llevaremos a cabo el plan para llevarte al baile sin ser vista —insistió muy decidida—. ¡Irás a ese baile!

—No puedo —dije y me dejé caer en la cama—. En serio no puedo.

—Si es porque te suspendieron, Franky, Conner, Vero, otros chicos del grupo, yo y, sé que por supuesto, Dorian, haremos todo lo posible para abogar por ti, te dejarán regresar el próximo ciclo. Confía en mí Stella, lo resolveremos.




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