En ese momento no éramos más que dos niños tontos a mitad de un invernadero lleno de hermosas flores y un ambiente tan relajante que no necesitábamos de nada más que nosotros mismos.
Sin dejar de verla acariciaba la piel de su rostro, queriendo grabarme todo de ella. No estaba listo para separarme de mi princesa, al menos necesitaba atesorar este momento.
Stella me sonrío con ternura. Nada me importaba más en ese instante que estar a su lado. Era tan feliz que no sabía cuánto lo reflejaba. De pronto bajo sus manos a mis costillas y se aferró a mi suéter, cerró los ojos y suspiró
—Dorian —llamó nerviosa—, tengo un futuro incierto en la posición de mi familia y tú eres el segundo hijo del rey… —Supuso que yo no entendí a que se refería porque me miro nerviosa antes de seguir— lo que quiero decir, es que…
Cansado de excusas, tome su rostro con mis manos y la bese. La callé a besos mientras ella se aferraba a mí. Tenía un sabor dulce y sus labios eran suaves, fue un beso tierno, cargado de todo lo que sentía por ella, quería decirle eso y más, cuanto me importaba y que no se preocupara.
Nos separamos apenas unos centímetros para tomar aire antes de volver a poseerla, esta vez más desesperado, más apasionado. No sabía cuánto la amaba hasta ese momento. Entonces sus manos pasaron de mi pecho a rodear mi cuello y yo de apenas tocarla a abrazarla por la cintura.
No existía nadie más para mí en ese momento que Stella y era lo único que yo necesitaba. Cuando nos separamos le bese la frente y me apoye en ella, tenía los ojos cerrados.
—No quiero tu título —expliqué— y aun si no lo tienes, yo tengo el mío para tenerte a mi lado.
Stella se aferró más fuerte a mí, sin duda le correspondí, ella era todo lo que estaba bien y yo era feliz teniéndola a mi lado.
—¿Y si no vuelvo? —peguntó con temor.
—Yo iré por ti —contesté muy seguro.
—¿Y si me convierto en reina?
—Entonces me propondré como consorte. Estoy seguro de que a mi padre le gustará tener dos hijos reyes.
Stella se rio y yo con ella. No iba a perderla.
De pronto sentí sus manos tocando mi suéter, haciendo movimientos y cuando se alejó encontré un broche con una rosa blanca de diamantes sobre la tela.
—Espérame un poco —pidió—. Quédatelo, me lo devuelves cuando nos volvamos a ver.
Me reí. Yo le había dado mi emblema cuando chicos y nunca me lo devolvió, pero no me importaba, porque significaba que no dejó de pensarme en todo este tiempo.
Y si tenía dudas de donde lo guardo, se levantó uno de los lados de su suéter y ahí estaba el mío. Sonreí.
—Te esperaré —añadí dándonos confianza a ambos, yo también necesitaba creérmelo, iba a ser difícil dejarla ir, acuné su rostro en mis manos y pegué mi frente a la suya—. No tardes demasiado que te necesito.
A Stella se le humedecieron los ojos, no quería verla llorar, así que volví a besarla. Este beso, era uno que deseaba le quedará grabado cuanto la quería, cuanto me importaba y cuanto iba a extrañarla.
Stella encajaba tan bien conmigo, en la forma en que me abrazaba, la manera en que me correspondía. Toda ella era especial para mí. De ahora en adelante íbamos a estar juntos, a pesar de los riesgos de su familia, a pesar de los caprichos de la mía. Solo ella y yo, solo Dorian y Stella, no más.
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Editado: 01.08.2025