La rosa blanca y el pájaro ruiseñor

116. Stefan

3 Días atrás.

—¿Dónde está Simón? —preguntó el príncipe al resto de su personal.

—Salió, su alteza. Hace días que no ha regresado —contestó una de las criadas.

—Entiendo.

Conocía a Simón, debía estar haciendo su labor en alguna parte del reino. No iba a preocuparse y esperaría su regreso.

—¿Quién sabe que he vuelto?

La ama de llaves miró al mayordomo.

—Solo el personal de esta casa, su alteza.

Stefan asintió. No quería volver al castillo, no sin antes investigar el terreno al que estaban llegando. Por ahora su casa en Valle Alto serviría como guarida.

—Manténgalo secreto por favor, no le informen a nadie.

—¿Ni a su madre? —preguntó el mayordomo.

—No, aún no. Yo me haré cargo de hacerle saber.

—Como ordene, su alteza —contestaron los sirvientes.

Stefan les pidió que se retirarán y uno a uno salió del despacho. Cuando se quedó solo suspiró fuerte. De ahora en adelante no sabía a qué se enfrentaría, pero debía mantener la cabeza en calma. Pronto tocaron a la puerta, un pequeño golpe seguido de tres más; se trataba de Valentina.

—Adelante.

La chica entró con documentos en mano y acompañada de otro de los secretarios que resguardaba algunos archivos importantes.

—Tienes que leer esto —mencionó ella.

—¿Es urgente?

—Me temo que sí, su alteza —respondió uno de los secretarios, un hombre mayor, regordete y de bigote canoso.

—Estoy seguro de que puedes hacerte cargo, Valentina —insistió el príncipe mientras se recargaba en la silla del despacho.

—No Stefan, ya te lo dije, no recae en mí la responsabilidad de todo un reino.

***

—¿Cómo que recae en mí la responsabilidad de todo un reino? —preguntó Valentina muy, pero muy perpleja.

—Esto no puede estar pasando —negó Stefan caminando de un lado a otro en el despacho.

—¡No, no puede porque debe ser un error! —continuó la chica.

—Exacto, eso es. Una terrible equivocación, yo soy el heredero, el próximo rey el de la corona —tartamudeaba el príncipe, al tiempo que señalaba su cabeza.

Mientras tanto, el secretario negaba con la misma.

—Me temo que no, su alteza.

—¡No puede ser! —exclamó Stefan pasándose las manos por el cabello.

—No quise hacerme cargo ni de mi casa —dijo Vale, conmocionada—, mucho menos de todo un reino.

—Esto no está pasando… —siguió Stefan.

—Ahora que recuerdo, ni siquiera pague el último recibo de luz y agua —murmuró la chica.

—¿Cómo pudo hacerme esto? —El príncipe meneó la cabeza.

—¿Qué voy a hacer?

—¡¿Qué voy a hacer yo?!

—E-es solo temporal. Ahí lo dice —volvió a explicar el secretario—: “El príncipe Stefan es el primero en la línea y le secunda su hermana, la princesa Stella”.

Stefan dejó de caminar y Valentina levantó la cabeza. Ambos se miraron confundidos antes de volverse hacia el hombre de bigote.

—¿Qué? —preguntaron al unísono.

—La princesa Stella, su hermana.

El príncipe estaba tan perplejo que no lograba conectar con lo que escuchaba. El secretario debió darse cuenta que a Stefan le faltaba información por lo que pregunto:

—¿No sabía de su hermana?

—¿Quién?

***

¿Una hermana? De donde había salido y porque nunca le habían informado al respecto. Aunque si era honesto, cada día que pasaba, descubría de peor manera todos los horribles secretos que su padre le guardó durante años.

—No puedo creer que confíe en ese viejo y no estuvo más que ocultándome cosas —soltó su enojo mientras arrojaba a su paso la corbata, el saco y el chaleco, quedándose únicamente con la camisa—. Simón debe saber algo.

—No me dijiste que tenías más hermanos —mencionó Vale igual de aturdida.

—No tengo —aseguró furioso—. Me pregunto a quién saco de la manga esta vez. Ni siquiera se ha presentado en todo el tiempo que estuve desaparecido.

—Lo cual es raro, ¿no crees? —cuestionó la chica— Es decir, estuvimos ausentes más de un mes, si es otra heredera. ¿Por qué no presentarse mientras tú no estabas?

Stefan se encogió de hombros. Se encontraba agotado, una parte de él deseaba descansar, la otra le pedía seguir intentando comprender.

—Debió ser la última opción en caso de que nosotros no regresáramos. Tal cual dije, alguien sacada de la manga. ¿Cómo explicas que te cedió el puesto a ti antes que a su hijo? —volvió a escupir con enojo— No sé a quién sustituta encontró, pero mi padre hizo un muy buen trabajo ocultándome todo en cuanto a este reino.

Abrió los brazos y se dejó caer en el sofá. Odiaba todo en este momento. Necesitaba respuestas y Simón que era el único que podía proporcionárselas no estaba.

Pronto tocaron a su puerta. Uno de los guardias que Valentina usaba como espía le paso un recado y se fue rápido.

La chica leyó la nota y se acercó al príncipe.

—Tenemos que irnos. Hay una facción dirigida por Sir Rogen que espera en los límites del bosque. Es urgente tu presencia.

—¿Saben que he vuelto?

—Aún no, pero era cercano a tu padre. Se emocionará de verte.

Stefan meditó su siguiente paso. Sir Rogen también podía tener algunas respuestas que necesitaba y estaba seguro de que era una de las facciones más leales a él.

—Asegúrate que nadie más se entere —ordenó—. Y esto de la sucesión de la corona hay que mantenerlo en secreto por ahora. Esperaré a que Simón regrese y hablaré con Sir Rogen, él también debe saber algo al respecto.

Stefan volvió a levantar su chaleco, corbata y saco. Vale le ayudo a ponérselos. Ella era más bajita que él, pero muchísimo más hábil en condición física y comenzaba a acostumbrarse a su compañía, no solo presencial, sino también por la confianza.

Mientras ella le pasaba las mangas del saco, Stefan le observó el collar del cuello, más bien era un pedazo de tela negra que le cubría la garganta.




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